“Abrir camino, ser pionero, mentalmente, es agotador, al menos eso fue lo que me supuso a mí. Tengo que poner en el contexto que en aquella época, en el País Vasco, había un nivel altísimo de escalada y yo me sentía y me hacían sentir como un escaladora más dentro de aquel colectivo. La propia inercia del grupo que componíamos, la evolución que teníamos todos los escaladores, me llevó, a los pocos años de empezar a escalar, a estar intentando una vía de 8c. La realicé más rápido de lo que me hubiese imaginado, pero con un gran esfuerzo que sin dudarlo comportó un gran peaje, comprometiendo mis años de escalada. Todo aquel grupo de escaladores me empujó a intentar lo que aún no se había conseguido por ninguna mujer. Había igualado el límite escalado por una mujer (8b+, Lynn Hill) y me aupaban a que lograse superar una barrera, la del 8c.
Cuando ensayaba Honky Tonky (8c), sentía que luchaba contra un muro que por mucho que empujaba no lograba mover. El aliento puro de los amigos y el ánimo sincero de la gente que quería que escalase la vía hicieron, por el compromiso interno que adquirí por no defraudarlos, que la barrera física se tornase en una barrera mental franqueable. Cuando finalmente la encadené, sinceramente, fue porque adquirí un nivel físico muy superior al que la vía exigía. Rompí una barrera, una gran brecha en un muro que quedaba abierto para poder seguir superándome. Una vez traspasado, aquel primer hito que tanto me había bloqueado, las demás escaladas serían más accesibles, aunque supusieran un gran esfuerzo y tuviera que echar mano continuamente de la herramienta del nivel físico. La Honky Tonky fue el primer 8c. El nombre viene de un CD de Hank Williams que solíamos escuchar cada vez que iba a probar la vía. Este fue el pequeño homenaje que hicimos por todos los momentos de grata escucha de aquella música.
10 años más tarde, una vez escalada Bimbaluna, 9a/+, y conseguir escalar una vía de 8b+ a vista, sentí un gran vacío en mi interior. Humildemente, sentía que lo había hecho todo y que ya no tenía más energía para seguir progresando. Era como si hubiera alcanzado una madurez consciente de que mi creatividad había llegado a su final. Sentía que una y otra vez me repetía, defraudando mis ideales puros de belleza. Como a un artista al que se le ha acabado su imaginación, ya sólo podía hacer copias y más copias de un mismo paisaje. Rikar, mi pareja, hábilmente, en aquel momento, me llevó a escalar vías clásicas al valle de Ordesa. ¡Aquel nuevo mundo de vías tradicionales! Fue tal shock el que sentí que volvió la ilusión a mi interior de inmediato”.
Pionero. Ese adjetivo que en tantas ocasiones se regala con facilidad a muchas personas, toma en Josune su máxima expresión. Ella consiguió los primeros 8c, 8c+, 9a y 9a/+ de la historia, siendo la única novenogradista durante prácticamente una década. Basta decir que cuando encadena Bimbaluna [9a/+] iguala el grado máximo alcanzado por un hombre, salvando una brecha que años antes era impensable.