«El Tour del Mont Blanc es una carrera que se puede contar con muchas cifras: 167 km, 9.400 m de desnivel positivo, 2.300 participantes, 20h56’… pero para mí queda una carrera que sólo se puede explicar a través del millón de emociones vividas. La dureza de la prueba deja que tu cerebro asimile lo que ha pasado mientras tu cuerpo vuelve en sí. Dos momentos que ponen los pelos de punta pueden resumir esta carrera: la gente llorando en la salida, bajo el sonido de 1492, Chamonix a reventar… y unas horas más tarde, en la misma plaza, la gente volviendo a sacar las lágrimas. Sólo los finishers saben la inmensa alegría de decirse “lo he conseguido”».
Era la quinta edición de la que a la postre se convertiría en la carrera por montaña más conocida del mundo. Para él, con tan sólo 20 años, sería su primera participación.
En 2003, Michel y Catherine Poletti, dos apasionados de la montaña y el trail running, dieron forma a la primera edición del hoy icónico UTMB®. Su desafío consistía en recorrer el épico Tour del Mont Blanc en menos de 48 horas, un logro que retaba la norma establecida de 7 a 8 días. La llamada atrajo a 700 corredores que deberían cubrir un trazado de 150 kilómetros y un asombroso desnivel acumulado de 17.000 metros. Sin embargo, solo un selecto grupo de 67 atletas logró cruzar la línea de meta ese verano en el que Dawa Sherpa y Krissy Moehl se coronaron como campeones. Otros nombres ilustres como Marco Olmo o Lizzy Hawker aparecieron en lo alto del podio en sucesivas ediciones en las que la carrera veía como su crecimiento era espectacular e imparable.
A inicios de 2008, un jovencísimo Kilian Jornet, compartía con compañeros y amigos como Pinsach, Topo o Dani su interés en estar en la línea de salida de Chamonix a finales de agosto en esa quinta edición para probarse frente a algunos de los mejores corredores de larga distancia del momento. Poca gente le daba como favorito ante corredores con experiencia en carreras de 100 millas y curtidos en mil batallas en los senderos alpinos. El mundo del trail no estaba preparado para la irrupción meteórica del fenómeno catalán y la nueva era que estaba a punto de abrirse ante sus ojos. Jornet sacudió los códigos de la disciplina y envió a los veteranos de vuelta al banquillo, desde la humildad y sin hacer ruido. Cuando cruzó la línea de meta del Ultra-Trail du Mont-Blanc 2008, una hora antes que su rival más cercano y tras correr más de 100 kilómetros en solitario ante la incrédula mirada de aficionados y miembros de la organización, estaba simplemente cumpliendo un sueño de infancia con la alegría de decirse “lo he conseguido”.
