“En la montaña, quería crear cosas que nadie hubiera hecho antes. No para medirse con los demás, no para demostrar que era el más fuerte, sino para intentar plasmar su espíritu creativo”.
Nacido el 19 de julio de 1957, Patrick Berhault se convirtió en una figura clave del alpinismo y la escalada desde finales de los años setenta. Junto a Patrick Edlinger, revolucionó el mundo vertical de la época. En las Gargantas del Verdon, los dos Patrick, con el torso desnudo y cintas en el pelo, sacudieron los códigos y llevaron la práctica a un nivel nunca antes alcanzado.
Berhault contaba con un inmenso talento. Como la mayoría de los alpinistas apasionados por la altitud y los vacíos, tuvo dudas en los valles y escapó a las montañas, donde encontró su refugio. Siempre alejado de la competición, al margen de las rivalidades entre las estrellas de la época, alternaba la escalada y el alpinismo, enlazando rutas excepcionales con una naturalidad sorprendente. Vivió mil vidas en una. Su figura encarnaba la imagen de una montaña libre, pura e incorruptible.
En 1978, el equipo Edlinger-Berhault se orienta hacia la alta montaña y logra algunos éxitos en el macizo del Mont-Blanc y, sobre todo, en la Voie des Plaques, en la cara noroeste del Ailefroide, para una primera ascensión invernal clamorosa. Un año después, tras recuperarse de una seria caída en el Pelvoux, dio un paso más y pulverizó los tiempos de la cara norte de Les Droites (5h30), el corredor norte de Les Drus (6h30) y el Devies-Gervasutti en Ailefroide (3h15), convirtiendo el concepto de fast&light en su seña de identidad.
Aunque su predilección eran las montañas de la vieja Europa, Berhault no renunció a hacer expediciones al Himalaya: Nanga Parbat, Shishapangma y Everest fueron solemnes testigos de algunos de los proyectos del icono francés en suelo asiático.
El 28 de abril de 2004, Patrick Berhault y Philippe Magnin abandonaron el vivac de Alphubel, en los Alpes valesanos, y se dirigieron a la cumbre del Taschhorn. Hacía viento y Berhault estaba un poco más indeciso que de costumbre. Pero las condiciones mejoran y el equipo se dirige a la 66ª cumbre de su colección de los 82 picos de más de 4.000 metros de los Alpes, y después al Dom des Mischabel, el siguiente objetivo. El tiempo apremiaba y quitaron la cuerda para ganar tiempo. En medio de una complicada travesía rocosa, Berhault pierde el equilibrio, cae de espaldas y desaparece en la niebla ante los ojos de su incrédulo compañero.
Su aura, sin embargo, nunca desapareció. Y dos décadas después, este virtuoso de la altitud sigue haciendo soñar a las nuevas generaciones.
