“En 2003 entro en la competición internacional metiéndome en mi primera final en el Campeonato del Mundo de Chamonix. Para mí aquel segundo puesto es la hostia. Mi presentación en el escenario internacional del que ya no salgo. En 2005 hago otra vez segundo. Es una competición bastante extraña. Podría haber ganado. Hay algunas cosas que son un poco feas para mí y para otros. Me tengo que conformar con el segundo puesto de nuevo. En 2007 una lesión que me hago entrenando y a la que no doy mucha importancia, me pasa factura en los últimos movimientos de la final. 2005 y 2007 son como fracasos para mí. En 2009 ya tengo 28 años. Llevo 7 en el circuito y siento que de alguna manera puede ser mi último campeonato del mundo. No me quiero retirar sin ganarlo. Sin embargo, dos meses antes no me encuentro a gusto y me empiezo a desmotivar. Esto es principios de mayo de 2009. Paso unos días muy malos pensando si realmente quiero hacer el campeonato del mundo. No tengo ganas de prepararlo. No sé si quiero conseguirlo o no. Emocionalmente es un momento muy duro en mi carrera. Dejo pasar unos días esperando para ver si un día me levanto con ganas de hacerlo. Me conozco muy bien. Así es. Una mañana al despertar me digo que sí. Quiero hacerlo. Son dos meses de trabajo muy duro, entrenando y cuidándome un montón. Me meto en un túnel de éxito o de trabajo, no sé cómo definirlo, hasta el campeonato del mundo. Cada cosa que hago en esos dos meses está enfocada al 5 de julio de 2009. Es un poco obsesivo. Mucho. El día que marcho a China estoy entrenando a la una y media de la mañana. Yo estoy ya en ese huso horario. Es la única competición en la que siento cuando me monto en el avión que voy para ganar”.