Al despertar, se pusieron manos a la obra. Por delante tenían una big wall en altitud en una vía de unos 350 metros para los que fueron necesarios 10 largos. En los seis primeros se encontraron con pistas en forma de material que indicaban que no estaban siendo los primeros en enfrentarse a una bellísima pared con grietas perfectas en su progresión. A partir del sexto, estos indicios desaparecieron. Estaban abriendo una nueva vía; estaban siendo pioneros. Por eso, como se ve en el documental, su felicidad crecía exponencialmente conforme los largos eran domados bajo la atenta mirada de la bellísima cordillera de 6.000 metros, ahora nevada, que parecía querer recordarles que no habían sido capaces de vencerla. Ya se sabe, tal y como decía Marice Herzog, la montaña no se conquista, sino que se respeta, y en este caso, ellos lo habían hecho obteniendo como premio una actividad brutal abriendo una vía que bautizaron como Between two parties, ya que, a la fiesta en la noche previa a su apertura siguió otra tras su consecución en la que incluso me parece distinguir una improvisada pole dance, o barra de baile, en el metraje final de este documental rebosante de optimismo.