Tomasz Mackiewicz estaba hecho de otra pasta. Tras una infancia bajo la tutela de sus abuelos, su juventud estuvo marcada por una adicción a la heroína que le llevó a ver las tinieblas que nunca vislumbró en el Nanga Parbat, el lugar donde su alma siempre encontraba la paz.
Su figura estaba más cerca de la de los exploradores y alpinistas de décadas atrás que de la de un atleta moderno. Alejado de los sponsors, sus expediciones se caracterizaban por la austeridad y escasez de recursos; circunstancias que en ningún caso le frenaban en su reiterado intento de coronar la montaña asesina en invierno. Lo que para algunos podría considerarse una obsesión para él no era más que la mejor manera de sentirse en libertad.
El 25 de enero de 2018, en su séptimo intento de ascensión invernal, consigue finalmente su sueño de hacer cima junto a la francesa Elisabeth Revol. Algo que nunca nadie antes había logrado en estilo alpino. Sin embargo, horas después, el sueño se tornó en tragedia durante el descenso del gigante de roca, hielo y nieve.
– ¿Cómo explicarías lo que es el Nanga Parbat en una palabra?
– … Creo que eso es imposible para mí. Si quisiera decir algo sobre el Nanga me quedaría completamente callado, sin palabras, sólo silencio.