En agosto de 2008, 11 alpinistas de distintas nacionalidades perdieron la vida en el K2 en una de las peores tragedias registradas en la imponente pirámide de roca, hielo y nieve que forma la segunda montaña más alta del planeta. Un lugar donde los sueños de una de cada cuatro personas que alcanza la cumbre quedan para siempre.
A pesar de las buenas condiciones meteorológicas, algo no iba bien en la montaña. La presión por hacer cima de algunas de las numerosas expediciones allí congregadas, la descoordinación existente y la acumulación de montañeros en la travesía del Cuello de Botella ocasionan un primer accidente fatal durante el ascenso.
En ese momento, algunos deciden darse la vuelta mientras que otros continúan hacia la cima a sabiendas de que ninguno de los equipos podría bajar antes del anochecer. A la caída de la noche, un trío de noruegos se encuentra descendiendo de la cumbre cuando se produce un desenlace clave en la cadena de dramáticos acontecimientos que se iban a suceder: un serac próximo al Cuello de Botella se desprende ocasionando la muerte de uno de ellos y arrasa con las cuerdas fijas y anclajes en el hielo existentes en ese tramo. Sin esos elementos el descenso al campo IV se hacía extremadamente difícil y peligroso para los alpinistas que habían quedado por encima de los noruegos. Cerca de una veintena de montañistas se veían atrapados a partir de ese momento a más de 8.000 metros de altitud vencidos por el esfuerzo, sin cuerdas y con escaso oxígeno suplementario.