Walter Bonatti cambió el curso del alpinismo. Fue un pionero, posiblemente el más grande, símbolo de un alpinismo de compromiso, ético y elegante. Su vida fue una odisea en las cumbres nevadas donde desafió lo imposible impulsado por la necesidad de ponerse a prueba sólo con sus propios medios.
A finales de los años 40, los medios no eran otros que unos guantes de lana gruesa, una cuerda y mucho valor. De esta manera comienza a escalar y completa sus primeras ascensiones en las Aiguilles de la Grignetta, la ruta Detassis en los Dolomitas o la cara este del Grand Capucin en el macizo del Mont Blanc. Con una inteligencia poco común para resolver los últimos “grandes problemas” de los Alpes se aventura con la primera invernal a la cara norte de la Cima Oeste de Lavaredo, primera en solo en el pilar sudoeste del Petit Dru, primera del espolón noreste del Pilar d’Angle, primera al Pilar Rouge del Brouillard, tentativa al pilar central del Frêney, primera invernal al Espolón Walker en las Grandes Jorasses o la cara norte del Matterhorn en solitario. Y, entre tanto, en 1954, Bonatti participa en la expedición que lleva a Achille Compagnoni y Lino Lacedelli a la cima del K2, donde es acusado por éstos de haber consumido el oxígeno con la intención de anticipárseles en el ataque a la cima viéndose abandonado y obligado a pasar la noche a la intemperie a más de 8.000 metros bajo temperaturas extremas. Este hecho marcó la vida del mito italiano, quien lucho encarecidamente durante décadas para probar que las acusaciones eran falsas, tal y como finalmente se reconstruyó en los juicios y como el propio Lacedelli admitió antes de morir.
Increíbles empresas que han inspirado a generaciones de alpinistas, dramáticas expediciones convertidas en una lucha por la supervivencia en paredes no escaladas antes donde la tragedia se cobra el precio más alto y una ascensión histórica a la segunda cima más alta del planeta transformada en una montaña de amargura moldearon un carácter único. A los 35 años, Bonatti da la espalda al alpinismo extremo y parte en busca de nuevas aventuras en los lugares más salvajes del planeta: la región de Yakuzia, en el extremo noreste de Siberia, el Klondike en el noroeste de Canadá, a lo largo del Nilo en África y a través de las islas del océano Pacífico siguiendo los pasos de Jack London y Herman Merville para cumplir un viejo sueño de la infancia. “Dejo un alpinismo cansado, vaciado ahora de su sustancia por la mediocridad, la envidia y la incomprensión”.