Zach Miller es un corredor icónico. Dentro del pelotón y entre los aficionados es muy conocido tanto por sus singulares situaciones vitales como por sus explosivas salidas, pero en el trato personal, cara a cara, es una persona que destila mucha calma y tranquilidad.
Nacido en 1988, pasó los dos primeros años de su vida en Kenia, vivió en un crucero cuando contaba veinte y pocos y ahora trabaja en un refugio a mitad de camino del Pike’s Peak en Colorado, a 3.000 metros de altitud. Ganó las 50 millas JFK en 2013 y las 50 millas del Lago Sonoma en 2014 mientras trabajaba en el barco donde correr por la montaña era una quimera: “Me costó averiguar de qué forma podía entrenar. Decidí correr por allí. Cada día que no estábamos en tierra, iba a las escaleras de la tripulación y las subía y bajaba. Cada semana aumentaba el tiempo en cinco o diez minutos para ver hasta dónde podía llegar. Al final, estaba sobre una hora y cuarto aproximadamente. En cuanto terminaba de subir y bajar, corría por la cubierta. También iba aumentando el tiempo. En mi último día hice una hora y cuarto en las escaleras y unas 20 millas en la cubierta. Mi objetivo al principio era estar simplemente en forma. Luego pasé a prepararme para algunas carreras”.
En 2015, Zach se convirtió en el primer estadounidense en ganar la prestigiosa CCC de 101 kilómetros en el marco emblemático de UTMB Mont-Blanc. En el corazón de los Alpes, y en ese marco emblemático, se encuentra su gran objetivo: subir a lo más alto del podio de la prueba reina tras superar los 170 kilómetros y 10.000 m+ que circundan el macizo del Mont-Blanc a través de los senderos de Francia, Italia y Suiza y hacen de esta prueba la carrera de todos los superlativos.