ADRIÀ CHUECA. La profesión de guía de montaña

ADRIÀ CHUECA. La profesión de guía de montaña

 

 

 

Adrià Chueca es TD3 Técnico Deportivo en Alta Montaña – UIAGM. Hacía ya algún tiempo que no hablábamos con un profesional del guiaje sobre la situación de esta profesión en nuestro país. Aprovechamos esta charla para conversar, además, de las distintas titulaciones existentes y de las posibilidades de ganarse la vida con la conducción en la montaña, y de valores en un entorno que se ve amenazado por fuertes intereses económicos y en donde se hace cada vez más importante la concienciación para tratar de minimizar el impacto y la huella que dejamos en las montañas. La parte más emocional de esta charla tiene como punto de partida una frase de Gaston Rébuffat que habla de encontrar la felicidad en el oficio de guía a través de la de los clientes que, más que una parte de la contraprestación económica, se convierten en compañeros de aventura y de cordada.  Sin duda, una visión en primera persona del oficio por parte del guía de SALEWA.  

 

Por Kissthemountain

 

Kissthemountain: Hola, Adrià. ¿Qué tal estás? ¿Es un buen momento ahora para que hablemos?

Adrià Chueca: Sí, ya he terminado la junta evaluativa de la formación de futuros técnicos deportivos y guías. Somos varios profesores en función de las distintas especialidades. Nos juntamos para evaluar caso a caso, y decidir si son aptos o no para obtener el título. 

K: Esta labor es independiente de los programas de formación que tienes en EMBER [Escola de Muntanya del Berguedà], ¿no?

A: Sí, claro. En EMBER, la junta soy yo y es todo más sencillo [Risas]. Es una escuela que creé para llevar guiaje y conducción. En su momento, veía que había un hueco que ocupar en esta zona de Cataluña. Estoy muy contento con su evolución. 

K: Hay muchos temas de los que quiero tratar contigo, sobre todo relativos al oficio de guía en nuestro país, la situación por la que atraviesa el sector en este momento y sobre valores de montaña. Seguro que por el camino se nos ocurren otros temas. ¿Te parece bien?

A: Claro que sí, Juanmi. Adelante.

K: Eres guía de montaña, creador de la Escola de Muntanya del Berguedà. Por lo que veo, tu profesión está orientada a dos vertientes. Por un lado, al guiaje, en el sentido tradicional del término; por otro, a la formación. Ahora hablaremos de estas dos vías, pero antes me gustaría que nos contaras qué es lo que te ha llevado a dedicarte a esto. El otro día me dijiste que antes tu camino seguía la senda de la fotografía.

A: Soy hijo de una zona rural. Mis padres dejaron Terrassa para ir a vivir al campo. Me crie en el Prepirineo. Pasé por muchos oficios de lo más variopinto hasta que llegué a la fotografía. Ya antes hacía muchas actividades de escalada y alpinismo. Estuve formándome en fotografía en Barcelona durante cinco años. Trabajé un par más allí, pero rápidamente me di cuenta de que la ciudad no era mi espacio y de que el oficio no era el que yo esperaba. Pensé entonces en sacarme el título de Técnico Deportivo en Alta Montaña para poder ofertar mi formación en fotografía y vincularla al medio natural. En esos momentos, no quería ser guía. Pensaba que el oficio no me atraería. Si podía ir de expedición, mejor a escalar con amigos que a trabajar. Al sacar el título, me salieron algunos servicios de guiaje y me di cuenta de que sí que me gustaba, de que me llenaba más de lo que esperaba. Era un momento en el que empezaba a haber un tipo de trabajos por esta zona que requerían estas titulaciones. Éramos todavía pocos los que contábamos con esta formación. Así fue cómo llegué a este mundo. Una vez aquí, pensé en darme de alta en autónomos y crear EMBER, en el Berguedà, una comarca con mucha montaña donde nadie ofertaba este tipo de servicios en aquellos días. Fui prácticamente el primer guía que salía de allí, junto a un amigo bombero de grupo de rescate. Después de 14 años, aquí seguimos. 

K: La fotografía en la que trabajabas, ¿no era orientada al outdoor?

A: Era y es una formación muy completa en fotografía que abarcaba todas las ramas: retrato, fotoperiodismo, publicidad… Trabajé en una empresa de publicidad que hacía cosas de montaña, pero todo de estudio, de interior. Propuse hacer campañas en exterior durante un tiempo porque pensaba que podría ser interesante, pero era una empresa con unas ideas claras que no se podían cambiar. Decidí buscar otro camino. Dedicarse a la fotografía de outdoor era algo que no se valoraba correctamente. Intenté vender algún reportaje, como dos que hice en Rumania y Grecia, pero la compensación económica no daba ni para cubrir los costes. Mucho menos para vivir. 

K: ¿Sigues llevando la cámara a la montaña?

A: Algún tipo de cámara llevo, pero si voy a escalar o a hacer montaña, me centro en ello. Me costó mucho aprenderlo, hasta que me di cuenta de que podía ir con una buena cámara digital compacta que da una calidad excepcional hoy en día. Eso de llevar la réflex y dos ópticas como hacía al principio, ya no. Cuando trabajas, no tienes el tiempo para dedicarte a pensar en fotografía, sino que estás centrado en la conducción de la actividad, que es lo que toca. Un móvil da la resolución necesaria para documentar una determinada sección.

 

 

K: “La montaña me ha enseñado a no hacer trampas, a ser honesto conmigo mismo”. He encontrado estas palabras de Walter Bonatti en tu web. Además, allí  se puede leer que te consideras defensor de los valores más tradicionales de la escalada y el alpinismo, y militante en defensa del territorio. Quizás esta pregunta debería hacértela más avanzada la conversación. ¿Cómo ves el estado general de los valores en la montaña? 

A: Haberme criado en el campo ha sido importante para mí, pero independientemente de nuestra procedencia, los que practicamos o realizamos actividad en la montaña no deberíamos generar impacto en ella ni modificarla. Hay que respetar al máximo posible el entorno. El hecho de que corramos, pedaleemos o escalemos no debería afectar permanentemente a nuestro entorno. El impacto cero es inviable, pero sí que tenemos que intentar minimizarlo en todo lo posible. Lo que más me gusta del alpinismo o de la escalada es abrir itinerarios nuevos, o al menos en eso me centré en los años en los que empezaba. Tenía un montón de rutas vistas al lado de casa y el reto era ir sin utilizar taladros o máquinas para perforar, y estar a la altura de esa pared. Si no era posible, pues tocaba renunciar. Sigo pensando que es la forma de enfocar la actividad. Luego está la realidad en la que vivimos. Como guía de montaña, no tienes más remedio que hacer rutas clásicas, algunas masificadas y que cada vez lo estarán más. Te das cuenta de que hay otras zonas y de que el trabajo también implica que los clientes sepan que contigo puedan ir a hacer actividades más salvajes, con menor altitud, pero igual o más atractivas. Las vías, actividades o montañas que me han marcado son más tranquilas y con menos gente de lo habitual. No todo es subir al Mont-Blanc por la vía de Goûter. Lo hemos hecho, lo hacemos y volveremos a hacerlo, pero tengo claro que aporta más bien poco. Ligado al mundo de la competición, te das cuenta de que formas parte a nivel federativo llevando a jóvenes de centros de tecnificación a los que les impartes conceptos del deporte o de nivología, pero trato de ser firme en el convencimiento de que una cosa es hacer montaña y otra dejar nuestra huella por donde pasamos. Y ni siquiera te estoy hablando de expediciones comerciales en según qué montañas, que son de por sí una aberración.

K: A los que amamos la montaña, nos gusta encontrárnosla en el mejor estado posible. Ahora, vemos imágenes devastadoras, como las del campo base del Everest. 

A: Eso es ya la máxima expresión. Todo está desfasado. Parece que no hay vuelta atrás porque el sistema económico prevalece. Tampoco tienes que irte tan lejos. Yo vivo en el Berguedà, con las montañas del Pirineo, y sistemáticamente veo estas cosas. Hoy estoy en Ripoll terminando las formaciones. En esta comarca hay un proyecto de construir un teleférico para una estación de esquí. Tiene muy poco sentido, más hoy en día en el que la nieve escasea. Hay intereses en nuestro país para fomentar unas disciplinas deportivas o un tipo de ocio muy concreto que habría que replantearse. No estamos en contra de que la gente vaya a la montaña, pero el modo en el que nos acercamos tiene que terminar. El caso de Canal Roya o Aramón son ejemplos de modos de funcionar que hoy en día no deberían ni plantearse. Son imperdonables. No podemos ir más allá de donde hemos ido. Ya hay suficientes pistas de esquí o sectores de escalada.

 

“Hay que respetar al máximo posible el entorno. El hecho de que corramos, pedaleemos o escalemos no debería afectar permanentemente a nuestro entorno. El impacto cero es inviable, pero sí que tenemos que intentar minimizarlo en todo lo posible. Lo que más me gusta del alpinismo o de la escalada es abrir itinerarios nuevos, o al menos en eso me centré en los años en los que empezaba. Tenía un montón de rutas vistas al lado de casa y el reto era ir sin utilizar taladros o máquinas para perforar, y estar a la altura de esa pared. Si no era posible, pues tocaba renunciar”.

 

K: Al final, subyacen intereses urbanísticos. Este fin de semana he estado en Belagua, en Navarra. Allí hubo un proyecto que pretendía hacer algo parecido a lo de Canal Roya que al final consiguieron parar los habitantes de la zona. Y menos mal, porque el sitio es espectacular.

A: Si los pueblos no los quieren, se pueden parar, con dificultad porque hay intereses con mucho poder. En la Cerdanya se ha apostado por el esquí alpino en su máxima expresión, convirtiendo la comarca en una zona de segunda residencia, sin tener en cuenta que ahí hay gente que vive todo el año y que tiene su derecho a hacerlo de una determinada manera. Podría haber un término medio, pero parece que les da igual. Quieren más, más y más. Especulación, construcción… Al final, hay zonas a las que antes iba adonde ahora me da pereza hacerlo. Prefiero quedarme en casa un domingo que ir a un sitio masificado. Se nos va de las manos. 

 

K: Quiero entrar en el tema del guiaje, Adrià. No sabía cómo plantearte esta pregunta, pero al final creo que lo voy a llevar totalmente a la práctica. Si yo quiero ir al Pirineo a hacer alguna cumbre en invierno, ¿qué posibilidades tengo en cuanto a contratar servicios de un guía de montaña?

A: Cuando alguien quiere contratar los servicios de un guía de montaña porque piensa que no puede funcionar de manera autónoma o simplemente quiere ir acompañado y no tiene con quien, puede consultar en las agencias de la zona. Hay una gran amplitud de opciones de competencias o credenciales, dependiendo incluso del tipo de actividad que se quiera realizar: escalada, esquí de montaña, alpinismo… En España, se estableció a través del BOE que los profesionales para la conducción de actividades en el medio natural son los que tienen el título de Técnico Deportivo. Hay técnicos en media montaña que pueden conducir actividades en España sin utilizar cuerdas para asegurar, ni crampones para progresar, con dificultades propias de senderismo o excursionismo. También técnicos deportivos específicos para barranquismo, escalada, esquí de montaña o esquí alpino que pueden trabajar en nuestro país. El interesado debe saber qué está pagando. Luego, existen unas titulaciones de técnicos deportivos superiores que tienen credencial internacional de la UIAGM [Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña] que reconoce todos los guías a nivel mundial. También hay otras formaciones con menos especificidad que pueden conducir actividades grupales con un nivel técnico bajo. Hay muchas opciones y el cliente tiene que preguntar qué es lo que está contratando y qué titulación tiene la gente que le acompaña. 

 

“Te das cuenta de que hay otras zonas y de que el trabajo también implica que los clientes sepan que contigo puedan ir a hacer actividades más salvajes, con menor altitud, pero igual o más atractivas. Las vías, actividades o montañas que me han marcado son más tranquilas y con menos gente de lo habitual”.

 

K: ¿Hay intrusismo?

A: Hay agencias muy estrictas con la normativa y otras que no lo son. Encuentras empresas que funcionan con ratios muy grandes de guiados que son acompañados por alguien que tiene titulación válida y por otros que no. Los técnicos deportivos de los que te hablaba antes son a nivel nacional, y una actividad en la zona más norte del Pirineo fácilmente puede entrar en Francia donde la actividad se rige por otra normativa. Esto es delicado, pues conducen actividades en lugares para los que no se tiene credencial. Debes tener titulación internacional para poder guiar fuera de España, porque nos guste o no estas actividades están regidas por las normas de otro país. 

K: ¿Qué titulación tienes tú?

A: Yo soy guía UIAGM, Técnico Superior en Alta Montaña, que es a nivel internacional. El de escalada, por ejemplo, es de ámbito estatal y por tanto no está reconocido en el extranjero. Yo tengo el TD3 en Alta Montaña que es el de guía de montaña reconocido en el arco alpino. De hecho, la formación se regula desde Francia, Italia y Suiza normalmente, que tienen formadores también aquí. 

 

 

K: A ti podría contratarte para hacer el Cervino o la punta Walker en Las Grandes Jorasses, ¿no?

A: Eso es. La semana que viene, por ejemplo, estaré en el Cervino. La Walker se guía poco, pero sí que hay guías que se meten con clientes con tarifas bien altas porque es una actividad de altísimo compromiso. Las tarifas, que son públicas y reguladas, se pueden consultar. 

K: Pensaba hacerte esta pregunta más adelante, pero, como ha salido el tema de los guías del arco alpino, te la hago ahora. ¿Se puede vivir del guiaje en España? ¿Para ganarse la vida hay que ir a Alpes?

A: Si trabajas para una agencia y vas a Alpes, puedes trabajar cada día. Hay el trabajo que quieras. No falta. Mi opción es no trabajar con agencias, ni nacionales ni internacionales, sino con mis propios clientes. Es una gran suerte que tengo. Me supone facturar menos, pero así lo prefiero. Este año estaré en Alpes unas cuatro semanas repartidas en dos estancias, lo que me permite trabajar más en Pirineos. Para ello, es necesario tener un tipo de cliente que valore más la actividad próxima a casa y que no busque la cumbre por su altitud, sino por su calidad, belleza o tranquilidad, que es algo por lo que cada vez se apuesta más. El Mont-Blanc está bien, pero está rodeado de cumbres con menor altitud y con un potencial incluso mayor. En Pirineos pasa lo mismo. El Aneto o la Pica d’Estats están masificados, pero puedes ir al Midi D’Ossau que, aunque tiene una ruta muy concurrida, ofrece otras posibilidades técnicas con aristas que son excepcionales. Hay muchas opciones. Yo prefiero quedarme aquí y hacer alguna actividad de esquí de montaña en invierno o primavera en lugar de pasarme los tres meses en Alpes, algo que ya he hecho en el pasado. Me di cuenta de que es un poco repetitivo y prefiero tocar campos distintos.

 

“Hay intereses en nuestro país para fomentar unas disciplinas deportivas o un tipo de ocio muy concreto que habría que replantearse. No estamos en contra de que la gente vaya a la montaña, pero el modo en el que nos acercamos tiene que terminar. El caso de Canal Roya o Aramón son ejemplos de modos de funcionar que hoy en día no deberían ni plantearse. Son imperdonables. No podemos ir más allá de donde hemos ido”.

 

K: Imagino que esto es porque al llevar tanto tiempo como guía, puedes tener este tipo de clientes. 

A: En el momento en el que terminé la formación, había mucho hueco para trabajar y te vas formando una cartera de clientes. A un chico joven que se saque el título ahora, si tiene ganas de sufrir y de esforzarse, y le gusta realmente el alpinismo, trabajo no le va a faltar. Tendrá que hacer campañas fuera, pero encontrará trabajo. En mi caso, tengo la suerte de que puedo proponer actividades a una gran cantidad de clientes que sé lo que buscan.  No todo es hacer cumbres altas, como seismiles en Pakistán. Hay muchas opciones. Conozco a algún guía que trabaja en Pirineos exclusivamente. Le funciona y vive de esto.

 

 

K: “Una cuerda une entonces a dos seres que no tienen más que una vida. El guía se ata por unas horas a un desconocido que va a convertirse en un amigo: dos hombres no pueden ya sentirse extraños cuando comparten la misma suerte, buena o mala. El oficio podría resultar fastidioso con la repetición inevitable de las mismas ascensiones, pero el guía no es una máquina de escalar rocas y pendientes de hielo, de conocer el tiempo y el itinerario. El guía no sube por sí mismo: abre las puertas de sus montañas como el jardinero las verjas de su parque. La altitud es un marco maravilloso para desempeñar su trabajo y escalar le procura un placer que nunca le cansa, pero sobre todo le satisface la felicidad de aquel a quien acompaña”. Estas palabras de Gaston Rébuffat, en su prólogo de Estrellas y borrascas, siempre me han gustado. Al principio, cuando hemos hablado de tus inicios, me decías que te sacaste la titulación, pero que no tenías la intención de ejercer como guía por ese riesgo de que el trabajo se convirtiera en muy repetitivo. Sin embargo, al probar te gustó. Imagino que ese vínculo que se crea con el cliente hace que la felicidad de hacer una cumbre sea la de la persona a la que guías.

A: Rébuffat tenía mucha razón. Esa visión romántica del guiaje es lo que a mí me hace disfrutar del trabajo entendiendo que una cosa es escalar o hacer montaña para uno mismo, y otra compartirla con gente. Hay clientes que te pasan por delante una vez y que sabes perfectamente que no volverán a atarse contigo, y ni siquiera a ponerse unos crampones. Esta situación se da porque las modas llevan a esto. Pero también, existe lo contrario. Gente que pasa por delante de ti y sabes que repetirá. El hecho de tener a personas, en mi caso, que cuando se lo pueden permitir, me buscan para compartir la aventura conmigo es muy satisfactorio. Hablo de clientes que busca rutas distintas a las más concurridas y que quieren dejarse llevar por un guía como yo. Esa persona no es sólo un cliente, sino un compañero de aventuras. Rébuffat ya transmitía esta idea. Yo subo montañas repetidamente guiando por sistema. No es lo que más me gusta, pero no me supone ningún problema. Sin embargo, tengo la suerte de que hay trabajos que escapan de lo convencional y de las rutas más masificadas. Hay un grupo con el que salgo a menudo que, cuando ya hemos ido a los cinco destinos típicos, busca nuevas sensaciones o experiencias y hacemos el programa de manera conjunta. Esto es una suerte que conviene no olvidarla.

 

“Si trabajas para una agencia y vas a Alpes, puedes trabajar cada día. Hay el trabajo que quieras. No falta. Mi opción es no trabajar con agencias, ni nacionales ni internacionales, sino con mis propios clientes. Es una gran suerte que tengo. Me supone facturar menos, pero así lo prefiero. Para ello, es necesario tener un tipo de cliente que valore más la actividad próxima a casa y que no busque la cumbre por su altitud, sino por su calidad, belleza o tranquilidad, que es algo por lo que cada vez se apuesta más”.

 

K: ¿Algunos de tus clientes se convierten en amigos?

A: Sin duda. Antes eran sólo clientes; ahora amigos. Es gente con la que me veo desde mis inicios una o dos veces al año. Incluso algunos que saben que, por distintas circunstancias, como por ejemplo desde que fui padre, no me va bien un año y me esperan para el siguiente.

 

 

K: Se generan vínculos emocionales fuertes.

A: Te vas viendo cada año y ya estás pensando en qué vas a hacer al siguiente.

K: En un refugio con una cerveza en la mano, la amistad crece.

A: En un buen refugio, se forjan grandes amistades. Está claro. 

 

 

K: ¿Cuál es tu vínculo con Salewa? No hay muchos en España que cuenten con su apoyo. 

A: Es una relación muy próxima desde hace muchos años. Es lo mismo que lo que acabamos de hablar. Se ha generado un vínculo de amistad y confianza importante. Esto es lo que marca esta relación. Llevamos muchos años muy bien y espero que sigamos apoyándonos y disfrutando juntos mucho tiempo.

K: El año pasado estuve con Salewa en un encuentro para gente de prensa en el Ortles. Fue una experiencia que no olvidaré nunca. Me ha gustado mucho hablar contigo, Adrià.

A: Ha sido mutuo. Nos vemos.

 

 

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