ALEX TXIKON. Honestidad llena de luz

ALEX TXIKON. Honestidad llena de luz

 

Hacía tiempo que queríamos hablar con Alex Txikon. Pensamos que este es un momento indicado pues hace poco llegó a las grandes pantallas el documental ANWAR (LLENO DE LUZ) que él mismo protagoniza. Alex nos atendió justo en el momento en el que estaba realizando labores de logística para enviar autobuses a la frontera de Ucrania para traer refugiados a España. Sobre estos dos temas, su punto de vista sobre el alpinismo actual, el valor de la observación frente al “sexto” sentido, el miedo de cruzar la línea de no retorno y otras cuestiones versa esta conversación con una persona que desprende honestidad.

 

Por Kissthemountain

 

ALEX: Tenía el teléfono en las manos para llamarte ahora mismo. Me están esperando por todos los sitios. Voy sin parar de un lado a otro. Entre la película ANWAR (LLENO DE LUZ) y toda la logística necesaria para llevar autobuses a Polonia para traer refugiados, están siendo momentos de muchísimo lío. [Esta charla tuvo lugar poco después de que estallase la guerra de Ucrania].

KISSTHEMOUNTAIN: Pues quería empezar por ahí. Acabas de volver de la frontera con Ucrania donde te has movilizado para tratar de ayudar en toda la crisis humanitaria que viven cientos de miles de refugiados que huyen de una guerra injusta. Antes de que me hables de otras labores humanitarias que bien refleja la película ANWAR, me gustaría que nos contaras que te has encontrado por allí.

A: Hemos estado con la Fundación Matia. Por ahora hemos hecho dos viajes y traído a unas 100 personas. Irán otros dos autobuses más. Nos fuimos para uno y finalmente serán cuatro. Todos los refugiados vendrán con su casa de acogida ya organizada. La situación es muy compleja. Está muy mal allí. Dado que voy muchas veces por esta zona de Europa, y a través de amigos que montan festivales de montaña, nos hemos ido a ayudar. Todo se está volviendo insostenible. Para que te hagas una idea: sólo en Varsovia hay 100.000 niños ucranianos que hay que escolarizar. Eso es muy difícil. Gracias a mucha gente, a miles de personas con buena voluntad, se está intentando sacar esto adelante. No hay que olvidar que en todo el planeta hay más de 30 guerras. ¡Más de 30! El Sahara está ahí al lado, Palestina, Siria… Quizás es más fácil ayudar en Ucrania por temas de logística, pero tenemos que concienciarnos de esta tremenda cifra. Todos los días mueren muchas personas. A ver si al menos la guerra de Ucrania sirve para dar visibilidad a otros conflictos.

K: Parece que llevas en tu ADN la ayuda a los colectivos más desfavorecidos. De hecho, queríamos que nos contaras que han supuesto para ti las ayudas que con la Fundación EKI has realizado en Sierra Leona y en el valle de Diamir, en Pakistán. ¿Puedes contarnos la esencia de lo que los espectadores pueden ver en ANWAR?

A: Van a ver un viaje en el que se colabora con EKI que lleva operando desde 2016, principalmente en África. Nosotros hemos estado en Nepal y Pakistán con ellos. La Fundación EKI monta instalaciones fotovoltaicas en hospitales de zonas rurales que no pueden hacer frente a lo que cuesta una instalación convencional. Se monitoriza todo desde Getxo. Es increíble el trabajo que están haciendo. Nosotros hemos comenzado a usar en nuestras expediciones estas instalaciones fotovoltaicas, y también a instalarlas en lugares que lo necesitan, como el hospital que tiene SOS Himalaya en Nepal. Se nos ocurrió rodar una película para mostrar lo que se hace y demostrar que es posible. Es aprovechar la instalación que hemos utilizado en la expedición para montarla en este tipo de lugares necesitados. A todos nos concierne el momento en el que nos encontramos como civilización en cuanto al consumo energético. Nos queda mucho por hacer. Si una expedición en invierno puede ser autosuficiente energéticamente con un pequeño equipo de 2 KW, por qué no difundir este mensaje. El daño que se está haciendo al planeta es irresponsable.

K: ¿Lo entiendes también como una forma de devolver al planeta y a las montañas todo lo que éstas te han dado?

A: Tengo la oportunidad de viajar. Si soy capaz de organizar cosas e intentar objetivos como el del Manaslu del pasado invierno en el que no nos pusimos ni los crampones ni superamos casi del Campo I, por qué no hacer este tipo de acciones. Me siento en deuda perpetua con la sociedad. En todo lo que pueda hacer por los demás, allí estaré. Esto es lo que estamos realizando en Ucrania y lo que hicimos en Sierra Leona, en Pakistán y en Nepal, y que se puede ver en el largometraje ANWAR.

 

 

K: Alex, imagino que no te acordarás de mí porque tu actividad cuando estás fuera de las montañas es también frenética, y tu presencia en festivales de montaña, conferencias y charlas te llevan por todo el mundo y a encontrarte con mucha gente. Te conocí en Sevilla. Iba con Pipi Cardell a ver tu conferencia sobre el Nanga Parbat invernal. Saqué muchas conclusiones tras ella, pero la principal, y creo que es algo que te diferencia del resto de ochomilistas, y en concreto de los que buscan la actividad invernal, es que todo lo basas en el trabajo duro e incansable. Una lucha constante, aprendida al ser el menor de 13 hermanos, como decías. 

A: Cuando vienes de una familia humilde en donde las cosas no vienen dadas por sí solas y hay que trabajarlas y pelearlas, se valora todo mucho más. Cuando se te da todo hecho, no sólo en el deporte sino en la vida en general, y es todo tan fácil, igual no se pelea tanto. Si a un niño de 12 o 13 años le das 50 euros para que se gaste el sábado o el domingo por la tarde, no sabrá valorarlo. Esto es prácticamente lo mismo. Sé valorar lo que me ha llegado y por supuesto que tengo que luchar y no estarme quieto en el campo base, sino subiendo y bajando, montando, equipando, bajando basura… No concibo la actividad sin estar constantemente trabajando. Creo además que es necesario para el éxito de la actividad.

K: Una de las claves de tu éxito en el Nanga Parbat estuvo en esto.

A: Siempre he pensado que cuando hemos estado en grandes dificultades, las gentes nos lo han dado todo. Pienso ahora en los Chilasi, en el valle de Diamir, que han puesto todo de su parte por ayudarnos. Siempre encuentro muchas más personas buenas que malas. Si ellas me lo dan todo, qué menos que intentar sacar lo mejor de mí. Es como, por ejemplo, conseguir dinero para llenar estos autobuses de refugiados. Hay que pensar en colectivo, no en individual. Es necesario hacer cosas por los demás. Parece que la sociedad se olvida de esto. La empatía es clave para hacer un mundo mejor. 

 

 

 

 

K: En 2008, te uniste al reto de Edurne Pasaban por ser la primera mujer en escalar los 14 ochomiles. Te oí decir que guardas muy buenos recuerdos, sobre todo del trabajo en equipo, pero que también descubriste aspectos que no te gustaban: los egos, la competición o la falta de humildad y de honestidad. En este sentido, ¿cómo ha evolucionado el mundo de la montaña desde entonces? Hablando con Denis Urubko sobre lo ocurrido hace dos temporadas en el K2, nos decía que aquello le pareció como el Titanic, con todo el mundo tratando de subirse al barco y con las consiguientes desgracias que sucedieron.

A: Te cuento algo. Lo tengo bien claro. La época dorada que yo he vivido en esos tiempos de Edurne, o de Denis acabando los 14, fue increíble e irrepetible. Si miras 10 años atrás, no es que hubiese menos gente, que también, sino que ésta era más alpinista, más montañera, con otros valores. Hoy en día van muchas más personas y se ven otras cosas. Creo que actualmente escalar una montaña de 8.000 metros por una vía normal es como hacer un trekking de altura porque está todo preparado. No hay más que ahondar en los datos. En el Annapurna, hasta 2010, éramos menos de 300 los que habíamos hecho su cumbre; el año pasado, en un día, agencias como Seven Summit o Asian Trekking metieron unas 60 personas. Fue acojonante. Curran mucho. Es un negocio y ofrecen un servicio que explotan y es perfectamente entendible. Pero la gente que se suma a estas expediciones, muchas veces, no es alpinista. Es como si alguien montara una empresa de barcos a vela en Mallorca para dar la vuelta al mundo. ¿Cuántos aparecerían sin tener ni idea y cuántos barcos hundidos habría tras la primera tormenta? Como está toda la información en las redes y el dinero lo hace todo… Pero sólo con dinero no se puede hacer. Los egos son los que nos matan. Las competiciones. Se mezclan muchas cosas. Hay mucho desconocimiento del himalayismo invernal o de actividades más ligeras como las que ha hecho Denis, e incluso de expediciones comerciales. Muy pocas personas van a la montaña con su propio dinero. ¡Y ojo!, yo tengo patrocinadores. La palabra comercial debe entenderse bien, porque lo que yo hago puede considerarse así, al igual que todo lo que organizan las agencias de Nepal o Pakistán. Cada uno tiene una manera de entender la montaña. Pero el ego es el que te ciega y te mata. Ir más rápido, hacer algún récord incluso pisando algún tío y hablando mal de él… Esto sucede mucho hoy en día. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, con cómo se actúa allí, estando en un campo base. En todo, porque a la primera de cambio te sacan las uñas. Es muy difícil acertar con muchas cosas, pero si haces el bien sin mirar a quién, vas correctamente, sin pisar a nadie. 

K: Después de tu expedición al Nanga Parbat, has realizado, si no me equivoco, tres intentos al Everest (2017, 2018 y 2020), uno al K2 (2019) y dos al Manaslu (2021 y 2022). Doy por sentado tu condición física, tu experiencia y el saber rodearte de un buen equipo. ¿Por qué es tan difícil? La montaña, por mucha evolución técnica en equipos y en partes meteorológicos, sigue mandando, ¿no?

A: Sí, es así. Si fuera fácil, mucha más gente haría actividades muy importantes. Yo, desde 2016, no me he subido ni a una banqueta. Este año, por ejemplo, salvo en picos más accesibles y de cota más baja como el que ha hecho Denis, nadie ha cumplido su objetivo. Si no te enchufas a una botella de oxígeno es muy complicado. Cuando estás a -40 °C, el oxígeno da mucho calor. El equipo de nepalíes que ha estado en el Cho Oyu lo ha hecho con oxígeno y con mucho esfuerzo. Pero esto no es una crítica, sino todo lo contrario. Lo que tenemos que hacer es ayudarles. Nosotros, alpinísticamente, tenemos una cultura más extensa, rica y con mayor longevidad que la que puedan tener los nepalíes. 

 

 

En vez de destacar sólo lo negativo, por qué no decirles que lo que están haciendo está genial. Pronto empezarán a hacerlo en estilo alpino y sin oxígeno, como hacen muchos otros nepalíes. A tu pregunta, decirte que es muy complicado el tema meteorológico en invierno, y que, aunque nos pasen los partes, la realidad siempre es diferente. Si te dicen que habrá cuatro centímetros de nieve, puede que haya 40, como ha pasado este año en el Manaslu. Es muy difícil. Y los que digan que no existe el cambio climático, que vengan a una expedición invernal y lo comprueben. En los lugares más inhóspitos del planeta, donde el clima es más hostil, es donde más se acentúa.  

K: Alex, hablemos de la importancia del instinto, y concretamente de lo vivido por ti en 2012 en el Gasherbrum I, cuando algo te dijo que era mejor no subir. Fuiste el único que no lo hizo de los cinco o seis que estabais en la tienda. Varios perdieron la vida. ¿Qué es el instinto para ti?

A: Hay muchas personas que dicen que hay un sexto sentido, pero yo no comulgo con eso. En esos momentos de cansancio, en situaciones extremas donde te juegas la vida, hay otra cosa. Lo que hay que hacer es absorber, digerir y analizar todos los mensajes que te manda la montaña y a partir de ahí tomar las decisiones. Es como un surfero en el mar, que tiene que identificar el momento en el que la ola es perfecta, o una persona que va a recoger setas y debe seguir las indicaciones que le manda el monte. Cuando estás en un campo base con buen tiempo y de repente ves que el viento sopla con más virulencia, o que hay más nieve de la esperada, o que tu compañero va muy cansado, son señales de que debes captar toda la información posible, pero nada de un sexto sentido, y en base a tu experiencia, analizarla y tomar la decisión. Entonces, es el momento de la intuición que es mucho más compleja que lo racional. Yo trabajo mucho con la intuición. Es adelantarte a la situación como cuando juegas al mus o la brisca y sabes las cartas que tienen tus rivales. Para sobrevivir en un entorno tan hostil, tienes que adelantarte a las condiciones.

K: Pero basándote en la observación más que en un sexto sentido…

A: Tal cual.

K: Te voy a leer unas palabras tuyas: “Primero salgo yo. A continuación, Ali y Tamara. Simone es el último. El aire que entra en los pulmones es como si estuviera formado por alfileres. Voy marcando mi ritmo mientras hago cálculos matemáticos para saber que mi mente funciona bien. A 8.000 metros esto es importante. Cuento 25 pasos ascendentes. Si no llego a ese número, y doy por ejemplo 16, mi cabeza trabaja para ver cuántos han faltado. Nueve. Parece fácil, pero allí arriba no lo es tanto. A 25 le sumo 9. Tengo que dar 34. Lo que más me cuesta son los 7. Y los 13. Así pasan los minutos mientras me aseguro de que todo anda correctamente en mi mente“. Imagino que además de para comprobar que tu cabeza va bien, también son técnicas para evadirte. ¿Pasas miedo, Alex?

A: Es como lo dices. Voy contando los pasos también para desconectar la mente y que esta no empiece a trabajar, a maquinar cosas negativas, como que es tarde, que hace mucho frío, que me voy a caer o que voy a palmar. 

 

 

 

Y esto no deja de ser miedo. Hay mucha incertidumbre, y pasar del positivismo al negativismo, o de la euforia al miedo, es muy fácil. Hay una línea muy estrecha dada la situación en la que te encuentras y es fácil perder el rumbo porque tu mente allí arriba no funciona igual. Hago todo esto para que el tiempo pase y no pensar tanto, para desconectar y dejar de sentir miedo. Este miedo no es sólo por mí mismo. Cada momento es diferente, Juanmi, pero en invierno sabes que todo es muy difícil. Voy con gente que tiene su familia en casa y a la que esperan porque dependen de esta persona. No me puedo permitir que mueran. Y he visto a mucha gente que lo ha hecho. Es una putada, porque pienso en cómo me voy a hacer cargo del futuro de estas familias. Llevas como una mochila más pesada. Las críticas de la gente me dan igual. Si te ven con un político en un ayuntamiento, te encasillan en determinada posición, o si te ven hablando en Euskadi en castellano o en el resto de España en euskera, te critican. España es así, con mucha envidia y ego, con gente que se alegra de tus fracasos. A mí eso me da igual, pero no la vida de las personas que forman mi equipo. Así que, claro que paso miedo. Por mí y por la gente que me acompaña.  También te digo que no siento presión, pero si tensión para ejecutar mi trabajo de la mejor forma posible. 

K: Alex, háblame del momento de cruzar la línea que puede ser de no retorno. ¿Eres consciente de cuando la cruzas?

A: Sí, sabes perfectamente cuando estás en esa línea. Lo que sí hago es tener bien claro el momento en el que la cruzo. Si siempre estás al otro lado de la línea, algún día no habrá mañana. Lo que yo hago es cruzarla en determinados momentos en los que sé que o lo hago o no consigo el reto que tengo entre manos. Otras veces me marcho para casa. Hay momentos en los que tienes que cruzarla. Y es muy importante también escuchar a la gente con la que vas y que tiene experiencia, como es el caso de Simone Moro. Lo que hay que tener claro es que si la cruzas, lo haces por ti mismo, no por factores externos como los patrocinadores o el ego. Debes tomar la decisión pensando sólo en ti y en tu equipo. Hacerlo por y para ti.

 

 

K: Alex, te pido que viajes a los últimos 200 metros en tu cima invernal al Nanga Parbat. Los defines como de otro planeta por las condiciones tan duras.

A: A 150 metros de la cumbre se pasa mucho miedo. Recuerdo con mucho cariño esos momentos. Es como si estuviera allí mientras te los cuento. Disfruto haciéndolo. Eso es muy bonito. En la cumbre tienes que estar allí y salir disparado porque la verdadera cumbre es volver al campo base y seguir años después haciendo actividad. Esos 150 metros últimos del Nanga Parbat fueron lo más cercano a estar en otro planeta dadas las condiciones. Tienes que dejar de sentir y seguir con ritmo firme. Tienes que hacerte un hombre o una mujer de hielo, cavernario, ni sentir ni padecer, sólo actuar y tomar decisiones con firmeza y serenidad. Recuerdo esos momentos con mucho entusiasmo. Sabes que estás llegando, estás nervioso, pero a la vez tienes miedo por la bajada. No quieres morir y se te pasan muchas cosas por la cabeza. En mi caso, estos momentos van muy ligados al miedo.

K: Es difícil que otros alpinistas te sean tan sinceros sobre el miedo. Muchos te hablan de respeto, no de este sentimiento, pero tú sí que lo haces sin tapujos.

A: Muchas veces igual nos da miedo desnudarnos y contar nuestras debilidades. Pasa en todos los ámbitos de la vida, como en la política, pero en mi caso prefiero hablarte con total sinceridad. Nuestras debilidades son virtudes y de ellas es de lo que más podemos aprender. Hay que ser honesto para que este deporte siga creciendo. Yo paso miedo allí arriba.

 

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