ASICS PENYAGOLOSA TRAILS. Emociones

ASICS PENYAGOLOSA TRAILS. Emociones

 

 

Texto: Kissthemountain 

Preparar una carrera de larga distancia es realmente duro y sacrificado. Para llegar con solvencia a la línea de salida es fundamental haber acumulado muchos kilómetros y desnivel en las piernas. Aquellos que practicamos este deporte sin dedicamos profesionalmente a él, es decir, la gran mayoría de los participantes de las carreras ultra que se suceden prácticamente cada fin de semana a lo largo de toda la geografía nacional, debemos compaginar trabajo, entrenamientos y, en muchos casos, familia. Nuestros entrenadores nos marcan unas rutinas que los días de entre semana suelen ser muy variadas: rodajes de recuperación, sesiones cortas de intensidad alta o baja, entrenamientos cruzados con bicicleta o en la piscina, carreras a ritmo que suelen ir de la hora a las dos horas… Pero cuando llega el fin de semana, toca realizar lo que en el argot se conocen como tiradas largas. Acumular cuatro, cinco o seis horas con varios miles de metros de desnivel en un único entrenamiento es algo muy habitual, tanto que hay quien habla de que para llegar con plenas garantías al día de la carrera son necesarias al menos tres o cuatro de estas sesiones. Y esto, en muchos casos, supone levantarse mucho antes de que salga el sol para poder estar de vuelta con tiempo suficiente de ir a comer con la familia. En mi caso, para preparar alguna carrera estival, recuerdo levantarme a las 04:00 de la mañana, coger el coche para desplazarme a Sierra Nevada y comenzar a subir en completo silencio para poder así oír a las vacas en semilibertad antes de encontrarme repentinamente con sus ojos que, por el efecto de la luz del frontal, son rojos y parecen pertenecer a animales de otro planeta.

 

Es duro, muy duro y sacrificado. Pero las carreras de ultra distancia tienen algo que nos engancha, sobre todo cuando uno las disputa con un gran estado de forma, y el sufrimiento, por tanto, es menor. ¿Merecen la pena esos madrugones? ¿Y el estado -muy parecido al de una resaca, sobre todo cuando uno ya no tiene 30 años- en el que pasas el resto del día tratando de aparentar que estás lo suficientemente bien como para disfrutar de una comida familiar? ¿Compensa ese dolor de piernas que dura un par de días y que además nos preocupa ante la posibilidad de haber caído en las garras de una lesión? La respuesta es sí. Y existe un gran motivo: las emociones que se viven en carrera y principalmente cuando uno llega a la línea de meta con el objetivo cumplido. 

 

 

Y, por extraño que parezca, muchas veces, esas sensaciones se viven incluso antes del día de la competición. No sé a vosotros, lectores, pero en mi caso, hay ocasiones en las que esos sentimientos, similares a los que se presentan en una carrera real, me llegan cuando estoy entrenando, probablemente por el estado psicológico en el que entran nuestras mentes fruto de la liberación de lo que se conocen como hormonas de la felicidad. Me meto tanto en la situación que incluso se me pueden llegar a saltar las lágrimas pensando en que mi familia está esperándome en esa línea de meta imaginaria. Os voy a poner un ejemplo que yo he vivido. Pensad que estáis realizando un entrenamiento de unos 60 kilómetros. A 10 de terminarlo, atraviesas un pueblo en el que imaginas que la gente te anima y te impulsa para acometer una subida muy exigente de unos dos kilómetros que, tras un falso llano y otra pequeña subida, te deja a sólo tres kilómetros en bajada del final del entrenamiento. Lo has dado todo en la subida y ahora comienzas el descenso. Puedes incluso oír una música en tu interior que es la que supones que te espera en la línea de meta. Entonces, de repente, oyes el murmullo de un público al que anima un conocido speaker. Llegas a la alfombra que conduce a meta y tu hija te da la mano para terminar esos últimos 50 metros contigo. En el momento del entrenamiento, soy consciente de que todo está en mi imaginación, pero esto no impide que la emoción me embargue. Por estos instantes, vale la pena levantarse de la cama a las 04:00 de la mañana para cumplir con tu planificación.

 

 

Piensa ahora en el día verdadero de la carrera, el 22 de abril de 2023, por decir una fecha. En lugar de comenzar a correr a las 04:00 como en el entrenamiento que acabo de relatar, lo haces a las 06:00 desde la pista de atletismo de la Universitat Jaume I de Castellón. Atraviesas pueblos en los que el numeroso público se deja la garganta animándote. Hablo de Borriol, Vilafamés o Les Useres. Entonces llegas a Xodos. Es el pueblo situado a 10 kilómetros del final que imaginaba en ese entrenamiento antes descrito. Los dos kilómetros de subida son los de Marinet, escenario de tantas batallas deportivas. Atraviesas un falso llano y otra pequeña subida. Entonces inicias los últimos tres kilómetros. Oyes la música y al speaker, esta vez de verdad. Tu hija te espera en la alfombra de la mano de su madre y cruzas la línea de meta que, por supuesto, está en el Santuario de Sant Joan de Penyagolosa, a los pies del macizo del que toma el nombre. Esto es real, no un sueño fruto de la liberación de hormonas como la dopamina, la serotonina y la endorfina. La carrera, por supuesto, es la MiM de Penyagolosa Trails. Si las emociones en un entrenamiento pueden incluso hacer que las lágrimas se te salten, piensa en lo que sucede si todo es real, y no fruto de la imaginación.

 

Llevo como cuatro o cinco años acudiendo a la provincia de Castellón para asistir al espectacular evento que es Penyagolosa Trails. No me planteo no hacerlo. Sin dudarlo, afirmo que es una de mis carreras favoritas. Sé que para otros periodistas, también. No me importa recorrer en coche los 610 kilómetros que separan Granada de Castellón. Es más, lo hago con gusto siendo consciente de lo que estoy a punto de vivir. Es difícil quedarse con mi momento más esperado. Podría hablar del ambiente previo a la celebración de las carreras que se vive en la Plaza de las Aulas, donde todo es, cómo decirlo, muy familiar, o del bullicio que se forma en la pista de atletismo antes de que se dé la salida de la CSP o de la MiM. También podría elegir lo que se vive en los distintos pueblos por donde atraviesan estas pruebas, en los que hay gente animando de todas las edades, desde niños a ancianos quienes, por cierto, puede que sean los más fanáticos, sobre todo de la MiM. Disfruto mucho viendo el ambiente en los avituallamientos y de la labor que realizan los cientos de voluntarios (creo que los de Vistabella y Xodos son mis favoritos). Pero si sólo pudiese vivir un momento, creo que elegiría el de la meta de Sant Joan de Penyagolosa, y el motivo es porque allí es donde se desbordan todas las emociones. Tengo recuerdos imborrables de la entrada de Laia Cañes en su victoria en la MiM en 2017 o con su segundo puesto en el inolvidable Campeonato del Mundo de Trail de 2018, o de Luis Alberto Hernando y Ragna Debats también en esos Trail World Champioships. Me sobrecogió también la entrada en meta de Borja Fernández haciéndose con la victoria en la MiM de 2019 tras librar una excepcional batalla final con Miguel Caballero, Cristóbal Adell, Santi Mezquita y Pablo Villalobos. También están en mi retina varias entradas en meta de Gemma Arenas, Marta Molist y Leire Martínez. O la de Timothy Olson quien, a pesar de haberlo ganado todo en su extraordinaria carrera deportiva, se emocionaba al cruzar la meta de la CSP en 2017. Si pienso, seguro que ha habido muchos más momentos que me han emocionado, pero de primeras me han venido estos, por los que he buscado fotografías que los ilustrasen.

Penyagolosa Trails es algo único y especial. Todos los que aman este deporte deberían correr o al menos estar presentes en alguna de sus ediciones. La verdad es que siento envidia por aquellos que puedan vivirla por primera vez. ¡Larga vida a Penyagolosa Trails!

 

 

 

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