20 Nov Carlos Soria. Mirando al futuro.
Texto negro: Kissthemountain
Texto azul: Carlos Suárez | Texto naranja: Pedro Nicolás
“La montaña tiene sus tiempos. Otros han conseguido sus objetivos de una manera más rápida, pero es que Carlos siempre ha tenido una forma de escalar muy sensata, sin asumir más riesgos de los necesarios. Es un hombre muy cabal en quien manda el sentido común. No le tiembla el pulso si tiene que darse la vuelta, aunque a la vez es muy insistente. Esto debe ser un ejemplo para todos. Hay que aprender de él y de lo que nos está diciendo. Por no conseguirlo a la primera no eres menos, sino todo lo contrario. Hay que volver y demostrar tus grandes valores. Acaba de regresar del Dhaulagiri, una de las montañas de su vida. De nuevo no ha podido hacer cumbre, pero seguro que lo sigue intentando. Eso es parte del alpinismo. Carlos nos enseña la manera de enfrentarse a la vida. Siempre con ilusión, hasta el final de los días. Sueños hasta que el cuerpo aguante. Y sin abandonar. Hay que saber leer todo lo que Carlos nos dice. La gente con 80 años está ya en su casa y, sin embargo, él se mantiene activo, más joven y pletórico. He estado estos días con él, tras su vuelta del Dhaula y le he visto muy tranquilo y nada decepcionado. Parece un chaval”. Estas palabras pertenecen a Carlos Suárez, esa persona inquieta que escala en roca, sube grandes montañas, hace salto base y muchas otras disciplinas relacionadas con la naturaleza, y que conoce a Carlos Soria desde que con 14 años coincidía con él haciendo actividad con el club Peñalara. Su admiración por ese hombre que siempre mira al futuro es algo que no puede esconder. No dudamos en contactarle para que nos hable de lo que ha supuesto, supone y supondrá Soria en su vida. “Los primeros recuerdos que tengo de Carlos están vinculados al club Peñalara. Él estaría rozando ya los 50 años. Mi primera impresión fue la de una persona que desbordaba actividad. Constituye mi primer ejemplo de gran deportista. Hacíamos actividad en la sierra de Madrid, en Navacerrada. Quedábamos en un refugio desde el que hacíamos esquí de fondo por la mañana y de travesía por la tarde. Carlos llegaba hasta allí en bicicleta desde la zona de Cercedilla. Ya venía con un entrenamiento hecho. Uno de los primeros viajes que hice con él fue al Midi d’Ossau. En la frontera no me dejaron pasar. No tenía ni DNI, simplemente un resguardo de estar sacándomelo. Al principio Carlos sugirió que yo lo hiciera andando y esquivando el puesto de control. Entre todos le convencieron para que nos diéramos la vuelta. Entonces fuimos a Riglos tras alguna que otra bronca de Carlos hacia mí. Allí hicimos la Rabadá-Navarro al Firé. Era la época de las primeras vías modernas. Fue un gran objetivo. Soria siempre cuenta que nada más llegar a la Estación para pasar la noche, nos pusimos a escalar. Una señora nos gritó en la oscuridad «¡eso ya es vicio, eso ya es vicio!». Éramos así. No podíamos perder ni un momento”.
Carlos Suárez nos sigue contando muchas anécdotas mientras busca los primeros recuerdos sobre Carlos Soria.
A este viaje a los Mallos de Riglos siguieron muchos más. Entre ellos, uno a los Alpes, probablemente, en el que a la vuelta Soria se empeñó en parar en el Verdon a pesar de que muchos de los compañeros de viaje se oponían a esta idea al ser una “historia” de escalada deportiva que no veían con muy buenos ojos. “Ya tenía una visión muy moderna y vanguardista de la escalada. No sólo se centraba en el alpinismo, y creo que ésta es una de las características que diferencian a Carlos de otros montañeros de altura. Siempre ha sido un gran escalador de roca. Aunque quizás mejor le definiría como un deportista global. Corría, esquiaba, escalaba y hacia alpinismo. Era muy fanático. Siempre estaba pensando en aprovechar un tiempo escaso pues tenía su negocio de tapicería que atender y una familia con cuatro hijas. Nunca ha podido estarse quieto”.
“La montaña le ha dado a Carlos lo que en un principio parecía negarle. Pero no es sólo eso. El caso de Soria es algo que transciende al alpinismo. Es una metáfora de una sociedad española inmersa en una oscura postguerra. Su historia es la de un chico surgido de unas condiciones muy difíciles y duras.
Su vida es un cuento precioso en el que unos niños de barrio muy pobres y que apenas van al colegio porque tienen que ayudar en casa comienzan a hacer bien las cosas, y poco a poco, exprimiendo sus virtudes y fortalezas, van subiendo y subiendo. Destacó pronto en la montaña y fue reconocido como un gran alpinista en el ámbito local. Pero poco más. La montaña en los años 50 o 60 era muy residual en este país. Poco a poco, la sociedad fue integrando la naturaleza en su vida y Carlos empieza a tener cierta fama. Mucha gente le conoce por el ochomilismo, pero Carlos ha sido uno de los grandes alpinistas españoles de la segunda mitad del siglo XX. El reconocimiento y el prestigio los da el Himalaya. Su fama mundial crece cuando empieza a encadenar las grandes montañas, dejándose el dinero y con la dificultad de un idioma, el inglés, que domina muy poco. Es entonces cuando la gente y las empresas comienzan a fijarse en él. Eso es de una justicia brutal. No es el caso de un simple alpinista que sube ochomiles, sino el de un niño que nace en el 39, en la más dura postguerra española y mira hacia adelante. Se sobrepone a todo. Cuatro hijas, su negocio de tapicería… Tiene unas espaldas enormes. La historia de su vida ha sido la de la lucha y superación. Es un hombre reflejo de una sociedad que poco a poco va resurgiendo de unos orígenes terribles y encontrando la luz hasta el reconocimiento que tiene hoy en día”. Estas son palabras de Pedro Nicolás, un alpinista vinculado de por vida a Carlos Soria y que estuvo presente, entre otras expediciones como la reciente al pico Lenin, en ese primer ochomil de Carlos Soria en 1990, cuando ya había superado la barrera de los 50 años, concretamente a la edad de 52, un momento de la vida que Carlos Soria define como su mejor época en cuanto a forma física y a encontrarse bien con uno mismo a todos los niveles se refiere. “La cumbre del Nanga Parbat fue para Carlos uno de los momentos más determinantes de su vida. Llevaba ya varios intentos a ochomiles -dos veces al Manaslu, uno junto a mí al Everest, el propio Nanga Parbat dos años antes- y parecía resistírsele a pesar de ser él quien estaba en mejores condiciones físicas. La cumbre del Nanga fue como una expansión para él. En la cima estaba pletórico. Era la ruptura de un maleficio y el comienzo de una nueva aventura vital que le lleva hasta hoy”.
MIRANDO AL FUTURO
La tendencia del ser humano al avanzar en edad es la de dejar de soñar y sumergirse en un buceo constante hacia el pasado. Probablemente, esta circunstancia marca el devenir de nuestras vidas hasta el final de los días. Es como entrar en un bucle en el que ya no hay salida. Desconozco si Carlos Soria es consciente de esto y que por eso lo evita. Son reflexiones a las que llegamos tanto en nuestra conversación con Carlos Suárez como en la mantenida con Pedro Nicolás. “Siempre digo que conocí mucho a Soria en una de sus expediciones al K2. Yo tendría unos 30 años y él andaría por los 60. Quizás me esperaba un abuelo cebolleta que me iba a contar sus batallas. En cambio, me encontré con una persona que siempre hablaba del futuro. Del pasado lo hace poco. Su mirada es siempre hacia adelante, hacia su siguiente sueño o expedición. Creo que ésta es una virtud de Carlos que lo hace diferente al resto”. De nuevo es Carlos Suárez quien saca un tema que matiza Pedro Nicolás con estas palabras: “Aunque no hace constantes referencias al pasado, Carlos lo recuerda perfectamente. Es un celoso cuidador de la historia. La conoce muy bien y la trata con ese criterio de justicia y ponderación que él tiene y que no es nada habitual encontrar. Muchos juegan con las cosas a conveniencia, pero Carlos es muy estricto con el pasado. Hubiera sido un buen historiador. Pero es verdad que, aunque esté orgulloso de lo que ha hecho, siempre mira al futuro. Es un hombre de vanguardia. Constantemente innovando sin recelar de lo que viene. Se apunta a todas las novedades y quiere experimentar cualquier avance. Siempre vive, y esa es una de las claves de su éxito: una perspectiva de futuro. Joven es quien tiene más por delante que por detrás. Carlos siempre mira hacia lo que va a hacer, y eso le mantiene activo, alerta y cuidándose muchísimo porque lo que realmente le importa es lo que va a hacer la semana, el mes o la temporada que viene. Eso demuestra su inteligencia. Es un tío que sabe que si miras mucho para atrás comienzas a adocenarte y a quedarte parado y melancólico”.
LA VANGUARDIA
En una conversación que mantuvimos hace ya algunos años con Carlos Suárez, recuerdo que me contaba como Soria alguna vez le había llamado la atención ante los riesgos que el primero asumía. No dudo en sacar este tema sabiendo de antemano que esto no eran más que advertencias de una persona experimentada hacia alguien que siempre ha buscado dar un paso más. “Otra de sus virtudes es la de respetar siempre a la gente joven. Constantemente en mi vida, he sentido un gran respeto por su parte. Carlos a lo largo de su existencia ha mirado con los ojos muy abiertos a la juventud y a las nuevas tendencias, como las carreras de montaña o, en su día, el esquí de fondo o la escalada deportiva.
Es cierto que alguna vez me ha dicho que no arriesgase más de la cuenta, que tenía que demostrar que yo era un tío listo, pero siempre con un gran respeto hacia lo que he hecho y con una forma de decir las cosas que mostraba mucho cariño”.
Pedro Nicolás también profundiza en este tema: “Carlos siempre ha sido así. Por darte un ejemplo podría decirte que fue de los primeros en apuntarse a los pies de gato cuando éstos aparecieron. Tiene una auténtica convicción del progreso porque lo ha vivido en sus carnes. Es muy inteligente. Interpreta, analiza y entiende muy bien lo que es la vida. Ve el progreso como una forma de crecimiento y desarrollo. Siempre ha sido así. Otros de su edad ven a los jóvenes como gente que les come el terreno, que hacen más grado… Y él se está viendo a sí mismo hace unos años. Le parece absolutamente perfecto y se solidariza totalmente con los innovadores y rompedores. Por eso siempre ha tenido una muy buena acogida por parte de los jóvenes, porque no es para nada un mayor refunfuñón, sino una persona completamente satisfecha con lo que ha hecho y convencida de lo que hace.
Su vida es plena. Algunas de las carreras de montaña que hacemos en Peñalara desde hace 30 años las ideó él. El Cross de la Pedriza, por ejemplo. Pensó que podía hacerse una carrera por pista con algo de escalada. En su momento fue algo bastante loco y parido por él. Pero es que íbamos a todos lados corriendo… [Risas].”
COMPETITIVIDAD Y HONESTIDAD
Cabría pensar que las personas en exceso competitivas en muchas ocasiones caen en la tentación de la búsqueda de atajos, pero los conceptos de competitividad y de honestidad, en las grandes personas, siempre van unidos. Tanto Carlos Suárez como Pedro Nicolás destacan esa vertiente competitiva de Soria, pero dejan muy claro que siempre está basada en el respeto por el rival o compañero. Carlos Suárez nos habla con admiración del gusto de Soria por el cronómetro. “Carlos es muy competitivo y constantemente anda mirando tiempos y números para saber lo que ha tardado de un sitio a otro. Es un tío muy honesto. Hablo de competitividad en el buen sentido. Nunca ha renegado de que en la montaña ha habido mucha competición y rivalidad”. Pedro Nicolás añade: “Tiene un carácter muy deportivo. Compitió mucho en esquí de fondo y de montaña. Le gusta lo auténtico y la verdad. El cronometro es el cronómetro. Sigue siendo un pura raza y disfruta mucho con ello, pero con una actitud muy sana, nunca tocando las narices ni jactándose porque en absoluto es vanidoso. Lo que le gusta es la verdad y la justicia, y esos valores están en la competición”.
Precisamente la honestidad entronca con otras palabras de Pedro Nicolás que dicen mucho de Soria: “Carlos enseña que a la montaña hay que ir y volver. Es una persona cabal al cien por cien porque está muy seguro de sí mismo, es muy inteligente y con una urdimbre moral impecable. Jamás ha cogido atajos ni ha ido con medias verdades. Es su carácter. No tolera a esa gente que disfraza la verdad o que cuenta algo centrándose en lo que le interesa.
Conozco a poca gente así, con un código moral tan estricto. Eso le hace aumentar la seguridad en sí mismo. Sabe muy bien cuál es su proyecto y no se deja influir por nadie. Además, suele tener razón siempre dada su excelente trayectoria. Sabe que todo lo ha subido bien. Ahora se habla de los ochomiles, pero Carlos ha sido y es un alpinista totalmente auténtico en el sentido de asumir riesgos, de ser valiente y de esforzarse en mejorar. La esencia de un alpinista con mayúsculas. Cuando tienes 80 años ya no levantas la pierna lo necesario para dar un paso de 6b o 7a, pero él siempre hará lo que tiene que hacer sin que nadie le tire de la cuerda. Él dice si se sube o se baja, por donde se abre la huella, si se ponen cuerdas… Nadie tira de él. Nunca lo permitiría. Como es tan cabal, tiene la fuerza para decir que si él se baja de ahí es porque no se puede subir. Carlos cree que el mayor fracaso en la vida montañera es que te mueras o pierdas un pie o un amigo. Para él, es mejor subir que no hacerlo, pero volver con pérdidas o daños le parece lo peor que puede ocurrir. Le molesta hasta lo inimaginable la gente que miente o que anda en ese mundo de grises y claroscuros. Carlos es blanco o negro. Es un modelo de referencia”.
ORÍGENES
Terminamos la charla con Pedro Nicolás por donde quizás deberíamos haber empezado. El principio va antes que el final. Pero esto es para la gente normal, no para alguien como Carlos Soria que siempre ha sido vanguardista.
“Había una especie de cura de barrio por la zona de Ventas. Tenía una especie de asociación o algo así. Carlos Soria, junto a Antonio Riaño, fueron un día a una excursión organizada por esta persona. Se quedaron prendados. Rápidamente consiguieron una lona y se fueron a pasar una semana a La Pedriza, Riaño y él, solos, por supuesto. Les dijeron que había mucho peligro de que les picaran las víboras. Estaban muertos de miedo. Contactaron con un montañero que los invitó a un refugio. Les pareció un mundo muy sugerente que les fascinó en su primera excursión. A partir de ahí fue imparable. Eran unos tíos muy pegones, fuertes y echados para adelante. Empezaron a salir constantemente y progresaron muy rápido. El resto es historia del alpinismo mundial”.
Gracias, Carlos y Pedro, por habernos dejado conocer algunos aspectos que hacen de Carlos Soria un alpinista, y una persona, tan especial.
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