15 Abr Daila Ojeda. Escalar con todos los sentidos.
Texto: Álex Colomina | Kissthemountain.
D
aila Ojeda nació en 1981 en Gran Canaria. Con 18 años empezó a escalar tras ver una competición en un rocódromo de su pueblo. Los miedos iniciales la llevaron a la motivación y al aprendizaje, a la búsqueda de nuevas experiencias que marcarían su vida para siempre. Tras muchos años escalando al máximo nivel, subida hoy en día al 8c, charlamos con una escaladora que transmite desde el primer momento su pasión. Sin duda, Daila Ojeda es amor por lo que hace y sensibilidad por el mundo que la rodea.
Kissthemountain: Hola Daila. Encantados de hablar contigo. ¿Qué tal has pasado el invierno? [Esta charla tuvo lugar a mediados de febrero, antes del confinamiento de muchos países del mundo por el Covid-19].
Daila Ojeda: La verdad es que muy bien. No ha hecho mucho frio. Aunque soporto mejor las temperaturas bajas que las altas, si tuviera que elegir, prefiero escalar al sol, pero sin calor. Para la vida y para el día a día me encanta el frío. Aunque soy canaria, he vivido en Lleida, Francia, Italia… Siempre he ido buscando más el norte. En Canarias no hace calor. Tenemos una temperatura templada todo el año.
K: Yo soy un apasionado de la nieve y me pasa como a ti. Huyo del calor todo lo que puedo.
D: Ahora estoy en Italia, en la zona de Véneto. Los Dolomitas están cerca y es muy impresionante. Estoy viviendo entre Cataluña e Italia, aprovechando las cosas buenas de los dos sitios al máximo y escalando mucho.
K: ¿Cómo recuerdas la primera vez que te colgaste de una cuerda? ¿Dónde te lleva la mente pensando en esas sensaciones?
D: Yo empecé en rocódromo. Hubo una competición en mi pueblo, la vi y me apeteció probar. Después de eso, la primera vez que hice cuerda fue en un lugar muy pequeño de Gran Canaria. Pasé mucho miedo, me bloqueaba y no disfrutaba nada [Risas]. Me dolían las manos, me apretaban los pies de gato… No entendía nada como la gente podía disfrutar con esto.
K: Es curioso como cambian las cosas.
D: Me di cuenta de que todo era un caos de emociones al terminar el día. Nada me había hecho sentir así. Todo era tan contradictorio que me hacía querer repetir.
K: ¿Tardaste mucho en descubrir que querías que tu vida girara alrededor de la escalada?
D: No, fue todo muy rápido. No sé si soy un poco masoquista, pero todo lo que me hace sufrir me engancha. Hace años no lo entendía, pero ahora veo que es porque me está aportando algo y siento que tengo que aprenderlo. Con la escalada me pasó de manera inconsciente. Seguí escalando y en un par de años empecé a disfrutar mucho. Entonces el miedo no era constante, ya no me bloqueaba. Imagino que aprendí a gestionarlo. Sólo tenía ganas de dedicarme a esto. Todo giraba en torno a escalar: amigos, viajes…
K: ¿Esos inicios fueron siempre en las islas?
D: Sí, viajábamos mucho a Tenerife, que es donde más se escalaba en aquella época. Había paredes más grandes, otros estilos. Aprovechábamos y dábamos el salto a Tenerife y a Lanzarote. Ahora en Gran Canaria han equipado bastante también.
K: ¿Vas mucho por allí? Sé que hay de todo, pero siento que la gente canaria que se cruzó en mi vida tiene un especial arraigo por su tierra.
D: Supongo que es normal. Nos sentimos muy protegidos. La isla te aísla [Risas]. Te conecta mucho con la gente de allí y con la tierra. Tengo una gran conexión con Canarias. Estoy fuera y cuando vuelvo es como si no me hubiera marchado. La gente, el entorno… A veces parece que viva allí todavía. El ritmo me desespera un poco, porque aunque siga siendo canaria, estoy acostumbrada a vivir un poco más rápido. Allí se va más lento. Visito mi zona dos o tres veces al año y supongo que con el tiempo iré más. La calidad de vida es muy buena.
K: La gente que vive allí siempre me habló muy bien de su vida. Pienso que vivir en una isla me costaría porque siempre estoy dando vueltas, pero supongo que es a lo que te acostumbras.
D: A mí, que soy isleña y que he vivido allí más de la mitad de mi vida, me cuesta también. Al llegar estoy desesperada pero me acostumbro rápido.
Al final, aquí también vivo como en una isla. Sólo escalo y siempre estoy en los mismos lugares. También me aíslo en la escalada.
K: Es verdad que todos hacemos una isla a nuestro alrededor con nuestras motivaciones, obligaciones o lo que considere cada uno.
D: Eso es. Y si encuentras lo que te conecta y te gusta es muy satisfactorio.
K: Estuviste unos años compitiendo. ¿Cómo recuerdas esta época?
D: Me gustaba mucho y lo pasaba muy bien. La competición era un punto de encuentro de amigas. Había pocas mujeres escalando si lo comparamos con ahora, y éramos un grupo de chicas que no nos veíamos como rivales. Veníamos de varios lugares de España y era muy interesante. Nos inspirábamos entre nosotras. Es lo que más me gustó de la competición. Helena Alemán, Andrea Cartas, Irati Anda… Fue muy bueno para mí. Aprendí mucho de ellas y también de mí misma. Me hizo superar ese ego que sólo te dice que tienes que ser la primera.
K: Está muy bien esa parte de apoyo entre vosotras. Seguro que entrenabais y hacíais actividad juntas. De ahí salen amistades, que es con lo que te quedas.
D: Claro, un montón de amistades. Andrea es como si fuera de mi familia. A Helena la encontré hace poco en Oliana después de mucho tiempo y fue muy inspirador volver a verla escalar tan fuerte. Motivación, felicidad, frustración cuando no sale algo que quieres… Muchas charlas entre nosotras. Las competiciones nos unieron un montón.
K: Yo también he competido mucho, y me quedo con las vivencias y las amistades. Los resultados casi siempre acaban quedando en un segundo plano. Para mí es muy importante que la competición sea sana y es lo que intento transmitir a los jóvenes: que esos valores sean un trampolín para la montaña, una manera de formarse que luego va mucho más allá. No sólo es entrenar y ganar, es aprendizaje para la vida.
D: Por supuesto, y no sólo aprender a perder, sino también a ganar con humildad. Subiste por ahí más alto que los demás, pero ya está. No eres mejor que nadie por hacer eso. Si compites, aprendes mucho sobre la humildad. Son cosas básicas para el deporte y la vida.
Formación y valores. En un mundo individualista y competitivo es importante fomentar el esfuerzo, el compañerismo y la humildad en los más jóvenes. El deporte es una escuela de vida y de todos depende darle importancia a lo que realmente importa. Aprender a perder y aprender a ganar. Humildad y frustración, antagonistas, pero ambos igualmente necesarios. Aprender y enseñar. Recibir y transmitir.
K: ¿Cuál es tu motivación y proyectos deportivos a día de hoy?
D: Yo siempre he sido un poco desastre con el tema entrenamiento. A mí me gusta escalar y según donde esté, me adapto en ir a sala o a roca. Hace poco empecé a probar una vía dura en Oliana. Llevaba siete años sin llegar a mi límite y la cogí con ganas. American Hustle [8c]. Es la vía más dura que he encadenado hasta el momento, más incluso que otros 8c que había hecho antes. Fue algo nuevo otra vez. No me acordaba lo que era probar una vía que te exige tanto a nivel físico y mental. Conseguirlo es maravilloso.
K: Lo que más admiro de vosotros es la parte mental de poder estar mucho tiempo probando una vía dura hasta encadenarla. Semanas, meses, dándole pegues hasta que encadenas. Me transmite una fortaleza mental sobre lo que estáis haciendo impresionante.
D: Al final se trata de eso. Es algo personal y si quieres hacerlo tienes que estar probando. Lo más importante es el proceso, y eso no se ve tanto. Yo he tenido la oportunidad de vivir con alguno de los escaladores más fuertes del mundo y he visto procesos de vías duras que exigen una constancia y un sufrimiento que después la gente no ve. El público ve la noticia y muchas veces no es consciente de que para hacerla no ha tirado la toalla y la ha peleado con todas sus fuerzas físicas y mentales. Es muy admirable estar entrenando y probando una vía… Puedes nacer con unas dotes privilegiadas, pero eso no te hace encadenar vías duras. Lo que importa es el trabajo que hay detrás.
K: Hay gente que puede partir de un escalón más alto, pero está claro que para llegar arriba hay mucho esfuerzo detrás.
D: Muchos años de trabajo y, además, lo que concretamente esa vía te ha podido costar, porque es algo diferente a la otra… Para ti, el 7b que estás probando es igual de difícil que para otro escalador un 9b. No hay que pensar que el 7b no es nada. Es tu límite y tienes que pelear por ello.
K: Cada uno debe de tener clara su motivación y su límite.
D: Eso es para mí la vía de Oliana. Es mi límite. No puedo perderme el respeto a mi misma porque otra gente escale más que yo. Es mi proyecto, mi motivación y por lo que lucho. Ahí tengo que poner mi energía. Quien tenga el mismo límite que yo tengo en 8c en 7a, tiene que hacer lo mismo para superarse.
K: ¿Cómo ves la popularización del mundo de la montaña? Cada vez hay más gente haciendo deporte al aire libre, más personas escalando…
D: Esta pregunta me lleva a las Olimpiadas, y es extraño para mí. No me he parado a pensar mucho sobre eso y tampoco tengo una opinión clara sobre el tema. Seguro que tiene una parte positiva y una negativa, como todo. Si hay más gente que practica un deporte, va a haber más dinero y más oportunidades de seguir viviendo de esta disciplina. La profesionalización, como ocurre en otros deportes, es muy positiva. Aún hoy me preguntan si sólo escalo. Tengo que decirles que vivo de esto. Es mi profesión y hay mucho detrás. La parte negativa puede ser que vaya a crecer muy rápido sin un aprendizaje previo sobre el respeto a la naturaleza y sobre cómo funciona el mundo de la montaña. Antes, pienso que se empezaba de manera más progresiva, y ahora, salir de la ciudad a la montaña directamente puede tener consecuencias negativas para el entorno.
K: A mí lo que más miedo me da va en esa línea. Lo hablábamos antes con la competición. Me refiero a saltarse ese proceso de aprender valores, respeto a la naturaleza y por los rivales, competitividad sana. Todos esos detalles imprescindibles para crecer como deportista y como persona.
Es tarea nuestra, de las marcas, de los deportistas que están en la élite y de los medios de comunicación. De todos nosotros depende que los nuevos tengan buenos modelos a seguir.
D: No está todo hecho. Aún hay mucho que se puede realizar: cursos, eventos… A veces la gente se queja de los demás, pero quizás esas personas no saben hacerlo porque nadie se lo ha dicho o enseñado. Explícaselo tú, seguro que lo agradecen. Yo a gente le he manifestado que tenemos que cuidar las vías, que es responsabilidad nuestra, que nadie viene luego a limpiar los sectores. Seguro que en el futuro ellos se comportan de la misma manera. Todo se puede decir de manera educada y seguro que mucha gente da las gracias por ello.
K: Todos aprendimos alguna vez. Te gusta fijarte en quien más sabe y agradeces que te expliquen las cosas con educación y buenas maneras.
D: Se puede hacer mucho trabajo con la gente que empieza: respetar los caminos, cepillar las vías, apretar las chapas si se mueven… Que todos seamos partícipes y responsables de nuestro entorno.
K: ¿Qué consejos das a los jóvenes motivados que te recuerdan a ti cuando empezabas?
D: Yo soy mala consejera [Risas]. Para mí lo más importante siempre ha sido disfrutar de lo que hago, divertirme cuando escalo y aprovechar todo lo que tengo alrededor. Estar con todos los sentidos a tope. Cuando escalas eres un privilegiado. Estás en un sitio bonito, con gente distinta y de muchos lugares. Es una sensación mágica. Que disfruten de la experiencia que aporta la escalada como deporte y de la oportunidad de conocerse a uno mismo y a otras personas. Aprender de otra gente, de la naturaleza…
K: Para acabar, ¿con qué te quedas de todos estos años de escalada?
D: Me quedo con el aprendizaje en todos los aspectos: constancia, respeto, tolerancia, superación. Es tanto lo que he aprendido con esta cosa de subirse por las paredes… ¡Y lo que me queda! Estamos con los brazos abiertos para recibirlo.
K: Esa es la mejor actitud. Un placer compartir esta conversación contigo. Espero que todo te vaya muy bien y sigas con esa maravillosa actitud por la vida.
D: Igualmente Alex, un placer.
Daila nos brinda una conversación muy agradable, llena de emociones y sentimientos. Descubrir lo que mueve tu vida y dedicarte plenamente a ello es la mejor experiencia que se puede tener. De otra manera no sería posible transmitir esa motivación y energía positiva. Amistades, lugares y valores, llenando la existencia de vida. Cada día con ilusión, recuperando sensaciones, recordando y aprendiendo. No es fácil llegar a lo más alto. La constancia y el trabajo duro son imprescindibles. Sentir. Escalar con todos los sentidos.
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