ENEKO POU. La gestión del riesgo en situaciones extremas

ENEKO POU. La gestión del riesgo en situaciones extremas

 

 

Me pide la gente de Kissthemountain que os hable de cómo nosotros, los hermanos Pou, gestionamos el riesgo cuando nos enfrentamos a situaciones realmente complicadas en nuestras actividades, pero antes de entrar en el fondo de la cuestión, me gustaría expresaros qué es lo que sentimos sobre la situación actual en el mundo de la montaña en cuanto a la gestión del riesgo. Pensamos que hoy en día no hay término medio, sino dos polos opuestos. Por un lado, están los que salen a disfrutar de la montaña sin asumir grandes riesgos, aunque hoy en día con las redes sociales, algunos, no todos, por supuesto, aparentan que se enfrentan cada día a grandes aventuras. Esto no es posible ya que las actividades complicadas exigen mucho trabajo de dedicación antes, durante e incluso después de realizarse. Por otro, están aquellos alpinistas, generalmente más jóvenes, que persiguen actividades de gran exigencia que les obligan a poner toda la carne en el asador, buscando actividades en montañas y paredes aún no realizadas porque seguramente son excesivamente peligrosas. 

 

 

Iker y yo siempre hemos buscado la dificultad, la exposición y el compromiso. Estas cualidades han marcado y marcan nuestra actividad. La perspectiva que tenemos, con muchos años de escalada y alpinismo, nos ofrece otro punto de vista. Creemos, o queremos hacerlo, que se puede hacer una buena actividad, difícil técnicamente, arriesgando algo menos, analizando los peligros objetivos y fijándonos realmente en que la montaña o pared sea factible. Está claro que el riesgo es parte del alpinismo. Sin él, sería otra cosa. Pero quizás, exista un término medio. Pasamos de ver campos bases en Himalaya con 500 personas que en su mayoría no son alpinistas de verdad, a tener a la gente más prometedora arriesgando quizás demasiado en ciertas montañas. Probablemente, no les queda otro remedio, entre comillas, porque lo que intentan es alejarse de ese circo, sobre todo mediático, en donde en la mayoría de los casos las actividades no tienen relevancia. El alpinismo ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Pensemos en los años 50 o 60 con Bonatti, o más tarde con Messner. El material ha evolucionado de una manera exponencial. Hoy en día, cuando estás en un campo base de altura mirando la pared que vas a acometer, no sólo tenemos piolets de tracción impresionantes o cuerdas súper ligeras, también herramientas de última generación como las de LEATHERMAN, con más de 15 funciones, que nos pueden ayudar a algo tan simple como arreglar un hornillo. Aprovecho estas líneas para agradecerles su apoyo en nuestras últimas expediciones. Contar con estas herramientas nos da mucha seguridad para adentrarnos en lo desconocido.

 

 

 

Pero me estoy yendo un poco por las ramas olvidando que me han pedido que os hable de la gestión del riesgo en situaciones extremas. En nuestro caso, pensamos que se tiene que hacer antes de entrar en la montaña o pared. Hay que estudiarla y saber dónde nos metemos. Es necesario valorar los peligros objetivos haciendo un buen cálculo de la experiencia a nivel de montañero, de nuestras fuerzas y capacidades. Eso es lo primero que hay que hacer, siendo conscientes de que una vez dentro de la pared, será inevitable que surja la improvisación, sobre todo al abrir vías nuevas, porque una cosa es lo que habías pensado que ibas a encontrar y otra la realidad. Siempre llegarán grandes momentos de apuro. Al llegar a la sección donde veías una pequeña capa de hielo, te das cuenta de que no hay forma de asegurarla porque los tornillos no entran o porque no hay suficiente grosor. Ese es el momento en el que los nervios afloran. Y, ante todo, hay que mantener la calma. De lo contrario, las consecuencias pueden derivar en tragedia.

 

 

Os cuento una de estas situaciones en donde mi hermano Iker, Micher Quito y yo mismo tuvimos que mantener la cabeza muy fría. Fue hace unos meses en la apertura de One Push en la cara suroeste del Pumahuacanca, una montaña de 5.563 metros, en la Cordillera Blanca de Perú. Nos encontramos con que en el penúltimo largo, a 900 metros del suelo, el hielo no continuaba y daba paso a una plancha de roca vertical dificilísima de escalar con piolet y crampones. La situación se volvió muy complicada. Teníamos que subir, pues, dada la hora que era, descender nos iba a costar demasiado y a obligar a abandonar muchísimo material. Estábamos a largo y medio de la cumbre. Nos juntamos los tres para ver con calma quién estaba en ese momento más fresco y por tanto podía hacerlo mejor. En ese caso fue mi hermano. Se necesitaba fuerza y él es quien más tiene. Siempre cuenta con tres cartuchos más. Hay que decidir fríamente, animar y poner toda la experiencia, conocimiento y fuerza para salir de esa situación. No había otra solución. El miedo o el pánico no tienen cabida. La cabeza tiene que seguir discurriendo. Si no, caes seguro. Hicimos un largo que graduamos de M7 expuesto, muy difícil y peligroso. La clave estuvo en hablarnos con tranquilidad, en reforzar la reunión, en animarnos y en tener claro que el nerviosismo no nos llevaría a buen puerto. Hay que respirar y pensar siempre en positivo, en que eres capaz de hacer lo que tienes delante por muy difícil que parezca. Si mi hermano hubiera dicho que no, habría ido Micher o yo mismo. Al llegar arriba esperábamos un descenso más sencillo por la otra vertiente. Sin embargo, nos encontramos con 1.200 metros de desnivel, con poca luz y con rápeles muy complicados. Fuimos conscientes de que lo íbamos a pasar muy mal. Volvimos a tener la misma conversación. Mi hermano ya había dado lo que tenía y estaba muy cansado. Micher y yo nos miramos para ver quién encabezaba el descenso y decidimos que fuera yo. Hubo momentos de mucha tensión y peligro porque ya íbamos como autómatas tras 27 horas de actividad, sin energía y con la cabeza muy mal, pero siendo conscientes de que no podíamos fallar. Todo el rato iba autosugestionándome en el buen sentido, diciéndome que era muy difícil pero que podía y lo iba a conseguir porque llevaba toda la vida entrenando para esto. Durante todo el tiempo hay que enviarse inputs positivos. También es necesario que los compañeros te los manden. Éramos un equipo que debía funcionar de la mejor manera posible. 

 

 

 

La experiencia de haber pasado ya por situaciones complicadas es muy importante para la gestión del riesgo, desde el campo base e incluso desde casa. Hay que ser muy realista para ver si tienes el nivel técnico, la fuerza y la experiencia necesaria para acometer el reto que te estás proponiendo. Este es el primer paso y el más importante con mucha diferencia. Luego se va al límite porque cuando se abren vías se improvisa. Nosotros tenemos muchas vías complicadas abiertas a nivel mundial. Las conclusiones que sacamos son que incluso entrando con toda la experiencia, la fuerza y la técnica, la improvisación llegará en cualquier momento. Hay que poner todos tus recursos a favor y tener la cabeza fría desde el primer momento, antes de estar metido en el lío. En montaña, las cosas se van a torcer a menudo muchísimo. Lo que te encuentras siempre es diferente. Hay que estar preparado para la improvisación. Es necesario estar por encima del nivel del reto que te has planteado. 

 

 

 

 

 

El riesgo es alto. Soy consciente de ello, pero lo hago. ¿Por qué? Probablemente por ese afán de superación que marca la carrera de los Pou desde siempre. Mucha gente lo tiene dormido y es feliz no necesitando ir a más. Nosotros, por el contrario, no. La montaña te regala esa sensación de libertad, de plenitud… Buscamos eso. No queremos quedarnos estancados. El ser humano necesita crecer. Nos llaman homo sapiens, hombres con sabiduría. Las personas anhelamos esa sabiduría durante toda la vida. Eso es lo que buscamos en la montaña: la sabiduría, el hacer las cosas cada vez mejor, estando en armonía con el entorno. Iker y yo siempre decimos que ahora el ser humano está en las ciudades, en entornos que no le son propios por naturaleza. Nos sentimos atraídos por esa vuelta a los orígenes. Nos mueve mucho el seguir aprendiendo. Se puede hacer de muchas maneras. El año pasado hicimos nuestro primer libro sin ser escritores profesionales. Eso es superación. Y eso es lo que nos sigue pidiendo la montaña. Quizás haya un momento en que ya no nos exijamos tirar de esos tres cartuchos que mencionaba antes, pero, hasta el momento, no nos ha llegado esa hora. No nos mueve el ego. No lo ha hecho nunca. Nos motiva seguir aprendiendo. No buscamos el aplauso. Queremos seguir disfrutando de la actividad en armonía con la naturaleza. Perseguimos la sensación de libertad, de superación, de ir a más. No el ego. También nos hace ilusión que la gente siga nuestras rutas para crear una comunidad de soñadores con unos valores diferentes. Esto lo hacemos inconscientemente, sin más pretensiones.

 

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