22 Oct EXPEDICIÓN A KHANE VALLEY. La conquista del propio juicio
Por Kissthemountain
Hay ocasiones en las que la auténtica cima no se encuentra en la arista final, sino en la decisión de detenerse a tiempo. En la montaña —como en la vida—, la línea que separa la ambición del sentido común es delgada y frágil, y sólo la experiencia enseña a reconocerla. Saber leer las señales del entorno, escuchar el pulso de las tormentas o el rugido de la roca que se desprende, es también una forma de conquista. En este caso, la del propio juicio, la de la prudencia que no se deja arrastrar por el orgullo.
El pasado verano, un equipo formado por los alpinistas Ekaitz Maiz, Pablo Escudero, Ibon Mendia y Joseba Iztueta “Iztu” emprendió una expedición al Khane Valley, en el Karakórum de Pakistán, con diversos objetivos en mente. Tras más de un mes en el valle, y después de varios intentos a algunas de sus cimas más emblemáticas —como el Hidden Peak o la Trident Tower, entre otras—, las adversas condiciones climatológicas y del terreno aconsejaron prudencia, obligándoles a posponer los intentos para otro año, cuando las montañas se muestren más favorables.

En el valle Khane, la montaña se impuso con su lenguaje más severo: mal tiempo, frío extremo y un terreno que se desmoronaba a cada paso. Allí, renunciar no fue una rendición, sino un acto de inteligencia y respeto. Porque cuando uno lo ha dado todo y vuelve con el compromiso intacto de regresar, lo que lleva de vuelta no es fracaso, sino una lección profunda: a veces la victoria está en regresar para contarlo, y en aprender del intento para volver más sabio.
CRÓNICA EKAITZ MAIZ KHANE VALLEY – KARAKÓRUM
“Salimos de Barcelona el 30 de junio rumbo a Islamabad. La expedición la formábamos Pablo Escudero, Ibon Mendia, Joseba Iztueta “Iztu” y yo, Ekaitz Maiz. Tras el viaje inicial y un día en Skardu para compras y gestiones, nos trasladamos en un vehículo todoterreno al pueblo de Khandey.
Al día siguiente, salimos andando desde Khane y, después de dos días de aproximación, instalamos el campo base a 4.500 metros. La aproximación se nos hizo muy larga, con mucho calor y varios de nosotros con problemas digestivos. El valle resultó más estrecho y expuesto de lo esperado. Las altas temperaturas provocaban constantes caídas de piedras. Pese a las opciones que ofrecía el entorno, costaba ver líneas claras y seguras. Entre exploraciones y esperas por el tiempo, pasamos muchos ratos jugando al ajedrez, a los dados y leyendo.
El 7 de julio, Pablo e Ibon fueron a explorar hacia el Hidden Peak, mientras Iztu y yo nos acercamos al valle formado por el Tangra Tower, el Trident Tower y el Agil Tower. El terreno no ofrecía demasiadas garantías, aunque en la Trident Tower descubrimos un sistema de fisuras que parecía prometedor. A partir de entonces centramos allí nuestros esfuerzos.

Hicimos varios porteos. De esta manera, subíamos hasta los 5.200 metros, donde se encontraba la base de la pared, y al mismo tiempo íbamos aclimatando, pero siempre condicionados por el mal tiempo. El 13 de julio empezamos a escalar y logramos fijar unos 200 metros de cuerda en la pared.
Para el día siguiente se anunciaba mala meteorología, así que decidimos dejar todo preparado para la posterior ventana de buen tiempo. El cielo volvió a cerrarse, con lluvias continuas y días enteros dentro de las tiendas entre partidas de dados, ajedrez y alguna película.
Cuando había alguna pequeña ventana y no llovía, aprovechábamos para escalar vías cortas que equipamos cerca del campo base. Pablo, Ibon e Iztu llegaron incluso a intentar la Hidden Tower, aunque se retiraron a pocos metros de la cima, sorprendidos por una tormenta en medio de una gran nube.
Por fin llegó una ventana de tres días de buen tiempo. Teníamos todo preparado en la Trident Tower. El plan era aproximarnos hasta nuestra tienda el primer día, esperando que la pared se secase. Al día siguiente, queríamos escalar desde el amanecer hasta la cima.
El 28 de julio, Iztu y yo nos levantamos a las 03:00 de la mañana, desayunamos y empezamos a jumarear por las cuerdas que habíamos fijado dos semanas antes. Enseguida, notamos que estaban mojadas, al igual que muchas partes de la pared. El esfuerzo, la roca húmeda y el estado del terreno convirtieron la escalada en lenta y dura. Calculábamos que nos faltaban unos cuatro o cinco largos para la cima, pero se veían tramos difíciles y, al ritmo que llevábamos, no llegaríamos de día.

Hacia las cinco de la tarde decidimos retirarnos, en parte porque estábamos agotados y en parte por el riesgo evidente de caída de piedras. Durante el descenso presenciamos grandes desprendimientos de bloques desde el collado que formaban las cimas del Trident, algunos tan cercanos que sólo nos libramos de milagro. Rapelamos con mucha tensión; además, las cuerdas mojadas al lanzarlas se enredaban en “bolos” difíciles de deshacer, lo que añadía más tensión al ambiente.
Las caídas de piedras fueron constantes tanto el día que escalamos como al siguiente, por lo que concluimos que el valle ya no ofrecía paredes seguras para escalar. Al regresar al campo base, Pablo e Ibon, que habían intentado abrir una nueva ruta en el Ilford Peak, nos comentaron que se habían quedado atrapados en un mar de seracs. Escalaron y rapelaron varios de ellos, pero no progresaron como esperaban. Las condiciones en el Ilford Peak eran similares a las de nuestro valle, con continuas caídas de piedras que no ofrecían ninguna seguridad. Finalmente, también optaron por retirarse.
Los días siguientes confirmaron esa impresión: continuos desprendimientos en todas las paredes del valle. La lluvia no paraba, los ríos crecían, el campo base llegó a inundarse y tuvimos que evacuarlo, subiendo las tiendas a lo alto de la morrena.
Las noticias que nos llegaban vía satélite hablaban de fuertes inundaciones en Baltistán. El 2 de agosto recogimos definitivamente el campamento y emprendimos el regreso, con ayuda de los porteadores y resolviendo pasos complicados en ríos crecidos. Casi todos los puentes de los valles habían sido arrastrados por las corrientes, incluido un puente de hormigón de unos 15 metros de ancho en el pueblo de Khane.

Tras pasar por Khane y Khandey, visitamos fugazmente el valle de Nagma, mucho más amplio y con menor riesgo de desprendimientos, antes de volver a Skardu. Allí disfrutamos de la primera ducha tras un mes en la montaña.
Adelantamos el vuelo de vuelta para evitar quedar bloqueados por la lluvia. El 5 de agosto volamos a Islamabad, donde pasamos unos días de calor sofocante antes de regresar a Barcelona, no sin retrasos y problemas de conexión.
La expedición fue un gran aprendizaje. Visitamos un valle con gran potencial, pero la combinación de altas temperaturas y lluvias constantes provocaba continuos y peligrosos desprendimientos de rocas. Todo ello convirtió la estancia en un ejercicio constante de espera y paciencia, y nos forzó a una retirada prudente. Veremos si en un futuro regresamos a terminar las rutas que dejamos a punto de caramelo.
PRUEBAS DE MATERIAL JETBOIL Y SINNER
El hornillo MICROMO de JETBOIL nos dio las garantías de funcionar perfectamente después de estar más de tres semanas en el glaciar del Trident tower, a 5200 metros de altitud. Tras varios días almacenado en el petate y después dentro de la tienda que instalamos, seguía fundiendo la nieve como si estuviésemos en casa.
Durante toda la expedición, en los días soleados, en los que la radiación en esta altitud es mucho mayor que en casa, utilicé las gafas de sol DENALI y ROS X de SINNER. Ambos modelos se adaptan perfectamente a mi cara y son muy cómodas de llevar. Las ROS X para zonas sin nieve y las DENALI para los glaciares y zonas nevadas”.

SINNER ROS X | TECNOLOGÍA SINTEC®
Las gafas de sol ROS X de SINNER combinan un diseño deportivo con prestaciones técnicas de alto nivel, llevando equipadas lentes polarizadas SINTEC® que reducen los reflejos y garantizan una visión nítida incluso en ambientes muy luminosos. Tienen categoría 3, ofrecen protección UV al 100 % y están fabricadas en policarbonato libre de níquel para mayor ligereza y seguridad. Las patillas flexibles de doble inyección y las almohadillas nasales antideslizantes aseguran un ajuste firme y cómodo, evitando desplazamientos incluso durante esfuerzos intensos en la alta montaña.
HIGHLIGHTS
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- Protección UV 400. Bloqueo total frente a los rayos UVA y UVB.
- Categoría 3. Óptimas para condiciones de alta luminosidad.
- Lente de policarbonato ligera, resistente a impactos y libre de níquel.
- Ajuste seguro. Patillas flexibles y almohadillas nasales antideslizantes.
- Diseño deportivo para actividades al aire libre y uso diario.
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