Fabio Meraldi. La voz escondida de la montaña

Fabio Meraldi. La voz escondida de la montaña

 

 

Hablar con una persona como Fabio Meraldi es algo que siempre habíamos deseado desde que hace cinco años comenzó este proyecto llamado Kissthemountain. Hace poco compartimos mensajes a través de redes sociales donde nos decía que le gustaba mucho nuestro proyecto. Le propusimos mantener una conversación profunda y éste es el resultado. Fabio ha sido pionero en disciplinas de montaña como el skyrunning, la escalada o el esquí de montaña. Poco hay que decir de su trayectoria deportiva pues para muchos de nosotros es una referencia. Sólo decir que esta entrevista es una de la que más orgullosos y satisfechos nos sentimos, por no decir de la que más. Disfrutad.

 

Texto:  Kissthemountain

Traducción: Vittorio Vecchione

 

Kissthemountain: Hola Fabio. Lo primero de todo quiero darte las gracias pues para Kissthemountain es un verdadero lujo poder hablar con una persona que ha sido un pionero en varias disciplinas deportivas relacionadas con la montaña. ¿Qué tal estás?

F: Aquí, con la mascarilla a todos lados, pero de salud bien. La situación está complicada con muchas prohibiciones. El tiempo está muy bien y es difícil estar recluido en casa.

K: ¿Estás en la Valtellina?

F: No, ahora vivo con la familia en Friuli, en Venecia Julia. La Valtellina es muy bella, pero las vías de comunicación son muy limitadas. Aquí tenemos el aeropuerto a 50 minutos y podemos volar con facilidad a todo el mundo. Y la autovía a 20 minutos sólo. ¿Tú donde vives?

K: Nosotros estamos en Granada. Tenemos grandes montañas de más de 3.000 metros, en Sierra Nevada.

F: La conozco. Yo estoy en el nordeste, cerca de la frontera de Austria y de Eslovenia. Por aquí la escalada es fantástica, muy cerca del Verdon. Hay muchas montañas, no muy altas pero bellas y con un gran ambiente.

K: Quiero hacerte preguntas un tanto profundas. Espero que te gusten. Comienzo esta charla leyéndote algo que escribió Kilian Jornet sobre ti para nuestra revista Kissthesnow: “Recuerdo ese día en Alagna, cuando mientras se marchaban los corredores venidos de todo el mundo para correr aquella carrera que él hizo 25 años antes, Fabio nos explicaba mil anécdotas, con la humildad de quien no tiene nada que demostrar. Me di cuenta de que tenía delante a un hombre que había sido pionero en las competiciones de tres deportes que ahora son mainstream. Hoy en día se abren rocódromos en todas las grandes ciudades. En Tokio, el próximo verano, habrá un escalador que se cuelgue una medalla en unos Juegos Olímpicos. Las carreras por montaña son cubiertas hoy en día por los medios generalistas. También el pasado año, en Lausanne, los más jóvenes esquiadores de montaña compitieron bajo el marco olímpico. Fabio estuvo en los inicios competitivos de todas estas disciplinas”. Me gustaría que nos comentaras estas palabras de Kilian Jornet.

F: Gracias a vosotros. Para mí es un honor contar parte de mi trayectoria para Kissthemountain, un medio que me gusta especialmente. Viví durante muchos años en las montañas, en un pequeño pueblo de la Valtellina. Para mí, la actividad era más que un deporte: parte de la naturaleza, del medio ambiente. Sabía que vivía en un lugar llamado el Parque Nacional Stelvio, pero un chico de la montaña, como era yo, no sabía qué significaba esto. Sólo pensaba que vivía en un paraíso terrenal, y que estaba rodeado de animales como rebecos e íbices.

Como niños curiosos, íbamos a ver cómo se comportaban estos animales y podíamos observar la libertad que tenían, dándonos cuenta de que nosotros también gozábamos de ella. Ser parte de la naturaleza era la norma. En ese momento no teníamos las instalaciones modernas, ni el enfoque actual para poder hacer cualquier actividad. Si queríamos trepar a los árboles o subir por una piedra, lo hacíamos porque creíamos que podíamos y éramos capaces de hacerlo. La aproximación a las montañas era la misma. Me intrigaba ver lo que había más allá de las montañas de mi entorno, impulsado por la necesidad de salir de aquellos estrechos valles con paredes escarpadas en los que vivíamos. Por lo tanto, la velocidad vino de manera natural y marcada por la luz del sol. Salir con luz y volver con luz. No había linternas frontales, así que la velocidad fue nuestra respuesta natural, porque mirábamos al sol para orientarnos. Cada montaña tenía su propio nombre. Por ejemplo, los montañeros teníamos el “pico del mediodía”, al que llamábamos en dialecto, que era la cima que tomábamos como referencia para saber que había llegado el mediodía, y por tanto para estimar cuántas horas de luz quedaban antes de que se pusiera el sol. Todo era muy simple en comparación con los días actuales, mucho más complicados. En ese momento no teníamos teléfonos, ni medios de comunicación, pero vivíamos respetando lo que la naturaleza nos permitía ver. Nos movíamos con torpeza y pesadez. Recuerdo cuando mi padre, de niño, me regaló las primeras botas de montaña, no para poder ir a escalar, sino para cortar el césped. Me parecía que me habían regalado las botas de Messner. Como vivía en una zona donde se libró la I Guerra Mundial, era posible encontrar de todo: armas, piolets, restos de guerra abandonados. Veíamos a los pocos escaladores que andaban con los guías de montaña, con sus ropas y sus rituales. Parecían dioses que se movían muy despacio, con torpeza, mientras los chicos corríamos, resbalábamos y nos ocultábamos de ellos.

 

 

Cuando subíamos las paredes, de vez en cuando nos encontrábamos con un pitón, y hacíamos todo lo posible para recuperarlo porque quizás en algún momento nos podría ser útil, pero en realidad no sabíamos el motivo. Todo fue un descubrimiento impulsado por la curiosidad que más adelante me llevó a evolucionar. En 1985 participé en la primera competición de escalada deportiva en roca en Bardonecchia, sin saber lo que estaba pasando, pero intrigado por el hecho de que sentía que algo estaba naciendo. Una parte de mí se mostraba curiosa porque había una evolución en curso que surgía de forma natural.

Lo mismo puedo decirte sobre el esquí de travesía y la carrera por montaña. De niños, en invierno, solíamos esquiar. Lo hacíamos subiendo “a scaletta”, creando nuestro propio sistema de esquí, sin remontes mecánicos. Salíamos de casa, subíamos batiendo la pista y luego bajábamos aprendiendo a girar casi por la necesidad de evitar tomar el camino recto y terminar en otro país más abajo. Fue una evolución que yo definiría como natural y elemental. Así crecí.

K: Y hoy en día, mira la evolución de estos deportes. Y tú estuviste en los inicios de todo. Se te considera un pionero del skyrunning, participaste en la primera Pierra Menta en 1990 y también estuviste en esa primera competición de escalada deportiva en Bardonecchia de la que me hablabas.

F: Gracias a la apertura al pensamiento universal y a la contribución de todos, la evolución se vuelve global. De hecho, el desarrollo no puede ser dirigido por una sola persona. Ha habido gente como yo que ha aportado, que ha tenido una visión, pero yo también he hecho uso de los medios de comunicación, especialmente en el esquí de montaña y en el skyrunning. Cuando iba a las competiciones, en Francia o en España, y veía a los periodistas, siempre trataba de comunicarme, aunque no hablaba ningún idioma aparte del italiano. Trataba de dejar claro que tenían que estar interesados ​​en estos eventos deportivos porque de ahí iba a surgir un interés global. Todo esto fue hermoso porque a partir de ahí se empezaron a crear esos espacios más sectoriales pero a la vez más globales en todo lo que es la montaña. Es lo que vosotros hicisteis con Kissthemountain.

 

 

 

Vuestro proyecto permite a los menos afortunados, que ya no pueden experimentar las montañas, poder vivir un sueño virtual para comprender la belleza que ofrece la naturaleza y este hermoso entorno.

K: Aunque tu trayectoria en el mundo del skimo es realmente impresionante con 10 victorias en la Pierra Menta, seis en la Sellaronda y hasta cuatro títulos europeos, me gustaría dirigir esta parte de la charla hacia el skyrunning. Bruno Brunod, Fabio Meraldi, Danelle Balengee, Matt Carpenter, Ricardo Mejía, Marino Giacometti o Ettore Champretavy erais miembros del Fila Skyrunning Team. Marino Giacometti comentaba: “En el año 1991, organizamos la primera carrera de skyrunning, pionera en altitud, que consistía en salir des Courmayeur y ascender al Mont-Blanc. Aquel día corrimos tan sólo cinco personas. Aquella experiencia, la primera ascensión con un dorsal de la historia, fue algo que a todos nosotros nos marcó de manera muy especial”. ¿Cómo recuerdas todo? Fueron los orígenes del skyrunning.

F: Sí, la primera carrera fue en 1991, mientras que en 1992 comenzaba el primer circuito. Te hago una pequeña introducción. Cuando supe que Giacometti había creado estos récords de ascenso y descenso rápido en la montaña, fui consciente de que ya se estaba haciendo en alpinismo. Christophe Profit, Erhard Loretan ya lo hacían, e incluso yo mismo ya estaba escalando las montañas de mi zona a toda velocidad. Como montañista, otros y yo le habíamos dado un valor ético al ascenso y descenso mirando siempre el reloj, pero no existía una regulación, un sistema de control que certificara los resultados. Cuando Giacometti concibió este skyrunning, estas carreras, estas actuaciones en la alta montaña, se abrió un pedazo de mi corazón. Inmediatamente pensé: “esta es mi forma de correr”. Ya el nombre, skyrunning, corriendo cerca del cielo, es como cuando ves a una mujer hermosa. Es decir, me tomó con su corazón y quedé totalmente conquistado. Creo que correr cerca del cielo nos hace no sólo afortunados sino los elegidos que pueden llegar a tocar esos extremos tan altos. Realmente corres con el corazón, no sólo con la fuerza. Corres de tal manera que tienes que liberar toda una serie de instintos, no sólo sobrevivir sino para hacer una buena performance. Poder correr sobre un glaciar donde no hay cuerdas fijas es realmente extremo. Defino la superficie desde el refugio Gonella hasta la cima del Mont-Blanc como un “queso todo deshuesado con una crema batida encima que no muestra los agujeros que hay allí”. Poder subir y bajar sin desaparecer significa ser realmente un elegido. Poder hacer esto muchas veces, entre entrenamientos y competiciones, siempre en estos grandes picos, corriendo sobre los glaciares, conscientes de que no podíamos volver, era casi irreal. Pero eran sensaciones tan hermosas y únicas que queríamos que los medios supieran de esta posibilidad de correr tan alto con esos momentos fantásticos. La esencia no ha cambiado, sólo se ha retocado. Nuestro corazón nos impulsaba a ser capaces de hacer todas estas hazañas y estas actividades, casi inconscientemente. Corrimos con el corazón y con una sonrisa. No pasaba nada si no batíamos el récord, pues estábamos contentos de haber conseguido subir a la cima de la montaña para luego volver. Agradecimos a la montaña por permitirnos subir y bajar, como siempre ha sido para los montañistas, respetando este bello, pero también hostil y precario entorno.

 

 

K: Tu talento te llevó a batir también los récords de ascenso al Monte Rosa, al Mont-Blanc desde Courmayeur o al Shisha Pangma, junto a Pep Ollé, después de correr un maratón a 5.200 metros en el Tíbet en menos de cuatro horas. Muchos de esos récords aún siguen vigentes, y eso que entonces no disponías de los equipamientos de hoy en día, sino que utilizabas materiales que venían de otros deportes como el ciclismo o el atletismo en pista. Nos decía Kilian Jornet que más que un esquiador o un corredor, eras un hombre de montaña: un alpinista veloz.

F: Kilian es un chico muy humilde, y muy atento no sólo a lo que hace sino a lo que expresa. Ha innovado no tanto por la performance sino por la sensación de hacer algo bonito en este entorno por nosotros mismos, sin saber que podíamos hacerlo. Nosotros, junto con todos esos personajes que has mencionado, hemos arrancado, hemos hecho posible que muchos corredores y muchos soñadores vivan en un contexto hermoso, en este entorno bello, hostil, pero único, que da sensaciones que hay que probar porque son indescriptibles. Son tan fuertes que casi nos da envidia contarlas. Lo que llevo dentro no es la parte económica, porque me quedé sin un céntimo, pero tengo una riqueza dentro, dada por esas sensaciones, que es única, que me hace sentir en paz conmigo mismo, que me ha dado tanto que me siento satisfecho en todo. No sé cómo corresponder si no es divulgando esta belleza con palabras.

Estos deportes naturales de montaña, de impacto casi nulo, se pueden practicar sin desfigurar el entorno. En el esquí de montaña, en el skyrunning, si dejas una huella, la naturaleza la borra. Es como escalar a vista. Ahora todos estudian los movimientos en el escritorio, pero mi forma de abordarlo es ir mediante sensaciones, donde el cerebro tiene que adaptarse a lo que es el momento. En fracciones de segundo decidir si salto o si subo por la grieta. Si salto, ¿puedo llegar al otro lado o no? Y sólo tienes una fracción de segundo para decidir. Y tienes ese sentimiento de que puede salir mal. ¡Pero esto no sucedió porque todavía estoy aquí! Son decisiones que dan una interioridad de monje budista, como el Nirvana, una paz interior única.

K: ¿Cómo recuerdas la entrada en escena de corredores como Kilian Jornet o Marco de Gasperi?

F: Cuando conocí a Kilian, vi que era un chico muy normal. Más normal de lo normal. Un chico que iba vestido con botas pesadas, con ropa muy amplia que volaba por todos lados, para nada ceñida. Era perfectamente normal. Él también provenía de una familia de montaña por lo que se acercó al entorno de una manera muy natural. Su escuela era la propia montaña. De Gasperi era lo mismo. También venía de una familia de montaña. Su padre siempre le había enseñado lo que la naturaleza le llevó a ser. Al principio, fueron capaces de dar y de transmitir esta evolución junto a nosotros e incluso después sin nosotros. Luego trataron de hacer evolucionar estas disciplinas, especialmente Kilian con el alpinismo .

K: Te hago la misma pregunta sobre Ueli Steck o Dani Arnold. ¿Cómo has visto su actividad?

F: Tengo un gran amigo que es Christophe Profìt. Tanto él como Patrick Gabarrou fueron pioneros. Arnold o Steck han continuado el trabajo de Christophe y de estos grandes montañeros con actividades aún más relevantes porque la evolución técnica de los materiales lo ha permitido. Le pregunté a Christophe Profit, cuando hizo la película en el Dru, cuántas veces había subido ese diedro. “25 veces, he hecho esa sección 25 veces. Tengo los brazos como dos piezas de hierro”. Entrenaban como atletas. Christophe Profit o Enric Lucas venían a competiciones de esquí de montaña porque querían ver la evolución técnica. Y ya tenían la preparación física, porque eran grandes deportistas. Cuando estábamos en la línea de salida con estos personajes, estos montañeros históricos que eran los mejores del montañismo mundial (recuerdo que Christophe acababa de escalar el K2 después de haber hecho una ruta impresionante), me encontraba hablando con personas muy normales. No nos sentimos héroes; hacíamos lo que nos gustaba y nos apetecía. Era algo natural, nada extraño. Fabio Meraldi ganó la Pierra Menta y Cristophe terminó trigésimo, pero estaba tan feliz como yo. Una cosa que siempre he estimado en estos grandes personajes es su gran humildad. Kilian Jornet y Marco De Gasperi también la tienen. Este seguir sintiéndonos humildes es la base del futuro de la evolución. Porque al final somos gente normal, con ciertos dones que nos han permitido hacer estas cosas. No nos emocionamos de la misma forma en la que lo hace un jugador de fútbol cuando pone la pelota dentro de la portería ni recibimos la misma atención, pero corremos hasta la cima del Mont-Blanc o ganamos una Pierra Menta, y estamos contentos, pero por dentro. Muchos nos preguntan por qué esto es tan normal para nosotros. Porque somos personas, no extraterrestres. Cuando te acercas a la montaña, especialmente a los Alpes o al Himalaya, no somos nada, no existimos. Una ráfaga de viento podría hacernos volar; si se abre una grieta se muestra un abismo que nos traga en un segundo. La naturaleza es tan grande que sólo tenemos que respetarla, y ella nos respeta si nosotros lo hacemos. Dicen que cuando empiezas a vivir comienzas a morir. La muerte es parte de la vida. No buscamos la muerte en las montañas, buscamos la vida. Vamos a descubrir aún más lo hermoso que es nuestro planeta. No necesitamos nada más que lo que la naturaleza nos ofrece. Nos hace respirar, nos da de comer, nos da todo.

 

 

 

K: Para mí, es inevitable que el nombre de Kilian Jornet salga una y otra vez. Todos los amantes de la montaña conocen las dos ascensiones al Everest de Kilian hace no mucho tiempo. Quizás no todos saben que tú también intentaste algo parecido. Junto a tu mujer, la campeona olímpica en esquí de fondo Manuela di Centa, fuiste a esta montaña. Ella salió hacia la cumbre tres días antes que tú, pues pretendías coincidir con ella en la cima y establecer un nuevo récord. ¿Qué recuerdas de aquello?

F: La experiencia del Everest confirmó un sueño mío de niño sobre el tamaño de esa montaña. En mi valle, llegas rápidamente a la cima. En el Himalaya, después de mucho esfuerzo llegas al campo base y allí comienza la montaña. El Everest es tan grande que tiene tres o cuatro montañas, una encima de la otra, y tantas incógnitas que es indescriptible.

No estaba escrito que yo alcanzase la cima. Llegué en unas siete horas y media al Collado Sur desde el campo base. Las condiciones eran distintas a las previsiones. Se esperaba buen tiempo, y sin embargo estaba nevando. No llegué a la cima del Everest, pero llevo dentro todas las sensaciones de esa subida, todos los momentos especiales e intensos. Esa subida me enseñó que lo importante no era el logro sino el camino. Manuela había salido antes que yo. Habíamos programado que yo la alcanzaría para luego continuar juntos hasta la cima. Había llegado al Collado Sur con equipo ligero, pero la subida en esas condiciones me había exprimido energéticamente. Cuando salí desde allí camino de la cima, tenía conmigo, sin embargo, el equipo habitual de montañismo de gran altura, pero después de subir 150 metros de desnivel, sentí que si iba más lejos nunca volvería. Son esos sentimientos que no se escriben, pero que se perciben. Cuando regresé al campo base, podría haber vuelto a intentarlo, porque no estaba tan mal, pero, como siempre he hecho, seguí esa voz interior que no se escucha pero que siempre me ha traído buenos consejos.

Por supuesto, lo más bello fue que mi mujer logró llegar a la cima convirtiéndose en la primera italiana en hacerlo, usando oxígeno desde 7.300 metros, desde el campo 3 hasta la cima. A su regreso, nos quedamos una noche juntos en el campo base, ya que estaba muy cansada de haber bajado de la cumbre sin oxígeno. Esos momentos en condiciones extremas me enriquecieron internamente. Los recuerdo con mucha intensidad.

El Everest me enseñó esto, que es tan grande que tienes que tomar lo que te da, no necesariamente la cumbre. Te hace vivir el camino, los momentos individuales. Estos sentimientos, estos pensamientos nunca los he contado a nadie, pero contigo, Juanmi, siento que puedo hacerlo. Esta enseñanza no está escrita en libros. Sólo se puede abrir en el mundo natural, viviendo directamente la experiencia, y es algo único y hermoso.

K: ¿Fabio Meraldi es un deportista o un alpinista veloz?

F: Fabio Meraldi es una persona normal que la naturaleza quería que comunicara lo que quiere la montaña, como si fuera la voz escondida de ella.

K: Fabio, ¿sigues yendo a la montaña con cronómetro?

F: No tengo reloj [Muestra su muñeca sonriendo]. Tengo el teléfono que ahora no sé ni dónde está [Risas]. No, no mido el tiempo cuando voy a la montaña, salvo con la luz, como cuando era niño. La medida del tiempo exacto, cuando corría, siempre se la dejaba a los cronometradores. Sólo miraba la hora para averiguar si iba a tiempo para una cita, pero nunca busqué el tiempo per se. El tiempo para mí estaba representado por el día y la noche. Sabía cuánto duraban uno y otra, cómo se dividían. Éste era mi tiempo.

Cuando tenía 14 años, elegí ser panadero en lugar de continuar mis estudios, porque de esta manera podía controlar mis 24 horas, manejando la energía para trabajar y hacer lo que me gustaba. Me regulaba naturalmente, basándome en las energías que sentía que tenía en ese momento. Me recargaba descansando, pero a través del descanso activo, en el sentido de que el cuerpo siempre necesita movimiento, como enseña Kilian. Hoy, él intentará correr durante 24 horas [Esta charla tuvo lugar el día que Kilian realizaba el primer intento de las 24 horas en pista] llevando su cuerpo al extremo. También intenté hacer este tipo de pruebas, aunque de forma privada. Caminé 10 horas sin beber ni beber, solo agua, para ver cuándo mi cuerpo se detenía. Quería probar esas sensaciones, entender cuánto habría aguantado mi cuerpo bebiendo solo agua o enriqueciéndola con limón, entender cuántos kilómetros más podría recorrer. A veces trataba de no cargar la botella y beber sólo de los arroyos en el camino. Son pruebas para comprender cómo el cuerpo se adapta a las condiciones y evoluciona según las diferentes situaciones. Kilian está llevando a cabo todas estas teorías pioneras nuestras, en una evolución más moderna, haciendo uso de las nuevas posibilidades de hoy, y de una manera más pública, explotando las mayores posibilidades de comunicación en comparación con nuestro tiempo. Nos veíamos obligados, por otro lado, a buscar a aquellos que estuvieran dispuestos a escribir un artículo o que le dedicaran dos líneas. Hoy Kilian está haciendo cosas extremas de manera muy simple: con un par de zapatillas corre 24 horas, haciendo una dieta muy saludable, dividiéndose entre lugares fríos y calientes, como Noruega y España. Y su objetivo es similar al nuestro: ver cómo el físico puede evolucionar y mejorar. Y esto lo pone a disposición del público en general. Yo también lo intenté hacer con la prensa y otros medios para asegurarme de que la comunicación fuera para todos y no sólo para esos pocos afortunados que como yo teníamos la oportunidad de experimentar en las montañas. Hoy hablamos de montaña como, por ejemplo, de Fórmula 1. Esto se debe a que la caminata por la montaña es normal para todos. El cronómetro es un componente más.

 

 

 

La tecnología ayuda, marca los recorridos, las variaciones del pulso, pero es una cosa más.

Te cuento una anécdota. En 1992, en la Pierra Menta me pidieron, si estaba disponible, después de la primera etapa, pasar una tarde en el hospital de Albertville con un equipo médico porque querían monitorearme y ver cómo reaccionaba mi cuerpo. Para la última etapa de la carrera, me pidieron que me pusiera un pulsómetro, una herramienta que no conocía ni había visto nunca hasta ese momento, para ver cómo funcionaba mi corazón y hacer pruebas. En ese momento, ignoraba la parte científica relacionada con el deporte. Recuerdo que más tarde me mostraron un gráfico del último día de carrera. Comenzaba con alrededor de 50 pulsaciones. Luego se vio un pico que alcanzó alrededor de 190 que se mantuvo absolutamente plano, sin variación. Cuando paré, volvió a las 50 ppm. Me dijeron: “¡eres excepcional!”. “¿Por qué, por ganar la carrera?” “No, ¡porque tu motor es increíble! ¡Alcanza el pico máximo y logra mantenerlo constante durante el tiempo que sea necesario!” No sabía nada de esto. Al principio no me interesaba saber nada de VO2 Max. y este tipo de cosas. Recuerdo que en un control de dopaje, me preguntaron qué me había tomado. Les respondí en broma que sólo “aire”. Y me respondieron con tono serio en francés: “¿qué es el aire?” Riéndome, respiré profundamente. ¡Ellos escribieron “aire” en el informe y comprobaron que no estaba entre las sustancias dopantes!

 

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