Kilian Jornet. Poesía de montaña.

Kilian Jornet

Kilian Jornet. Poesía de montaña.

Fotografía: Jordi Saragossa | Kilian Jornet.

E  

n los últimos días de Enero, muchos de nosotros vivimos con una mezcla de angustia y de admiración los esfuerzos realizados por Urubko y Bielecki para intentar sacar con vida a Revol y Mackiewicz del Nanga Parbat. Esta gran muestra de humanidad sirve de partida para iniciar una conversación con Kilian Jornet en la que hemos dejado apartados los temas habituales para indagar en su filosofía de montaña desde un punto de vista más alpino.

La pérdida en la montaña de amigos como Stéphane Brosse o Ueli Steck nos sirve para reflexionar sobre la muerte y el riesgo que estamos dispuestos a asumir para tener una vida plena. Kilian busca en su interior y nos revela sentimientos que solamente sus personas más cercanas conocen.

Messner pasó a la historia por revolucionar el alpinismo moderno y demostrar, entre otros muchos aspectos, que era posible ascender un ochomil sin oxígeno artificial. Steck, lo hará por esa escalada de grandísima dificultad técnica a ritmos inverosímiles. Las actividades que está realizando Jornet, unidas a una filosofía de montaña diferente, le están haciendo escribir bellas líneas en la historia del montañismo.

Kilian provoca admiración y es fuente de inspiración para muchos otros. También hemos querido conocer quiénes despiertan estos sentimientos en él.

 

Kissthemountain: Hace unas semanas vivimos de nuevo uno de esos episodios  que pasarán a la historia del “gran” alpinismo. Denis Urubko, Adam Bielecki, Jarek Botor y Piotrek Tomala acudían a la llamada de auxilio de otros dos alpinistas, Elisabeth Revol y Tomasz Mackiewicz, quienes tras hacer cima en el Nanga Parbat, sufrían terribles problemas en el descenso. La historia es ya conocida. Me imagino que habrás seguido este rescate… ¡Qué grandes valores! Sin duda parece que estamos más allá de un deporte. En ocasiones como ésta se ve que el dinero y la consecución del reto quedan aparcados por cuestiones mucho más transcendentes como es la vida humana…

Kilian Jornet: Si, lo estuve siguiendo. La verdad es que este rescate ha sido muy interesante en dos aspectos. Primero, por el seguimiento casi en directo de todos los avances y el uso adecuado que se ha hecho de la tecnología como medio para conseguir ayuda. Desde el momento en que Eli [Elisabeth Revol] llamó solicitando socorro, se inició una campaña de crowdfunding que, gracias a las redes sociales, llegó a conseguir el dinero en pocas horas. También a través de las redes se pudo seguir el rescate de forma muy actualizada y con información importante e interesante, no morbosa con el único objetivo de buscar el click. Creo que fue un muy buen ejemplo de cómo se pudieron usar las redes y la cooperación online para seguir y financiar el rescate.

En segundo lugar, están el trabajo y los valores de Denis [Urubko], Adam [Bielecki] y los otros escaladores que estaban en el K2. Creo que ayudar es lo natural en el hombre, así como intentar dar lo máximo sin ponerse en excesivo riesgo. Desafortunadamente, en muchas situaciones o lugares, esto ya no parece lo normal. En un pueblo pequeño, en una zona despoblada, cuando hay alguien con algún problema, normalmente la gente acude en su ayuda de forma natural. Diría que ocurre lo mismo en regiones de montaña con poca gente. En ciudades o zonas pobladas, e igualmente en montañas muy concurridas como el Himalaya en primavera o algunas zonas de Alpes, tenemos esa sensación de que si alguien tiene un problema, ya estarán sus amigos o los cuerpos especializados para ayudar. Como hay mucha gente alrededor, no es nuestro “trabajo” acudir en su ayuda, puesto que pensamos que ya lo harán otros y que nosotros tenemos mejores cosas que hacer. Esto, que pasa muy a menudo y de forma casi natural, es una lástima.

Lo que hicieron Urubko y Bielecki con el apoyo de sus compañeros es heroico por su dificultad. Es realmente complicado moverse allí tan rápido, pero lo que debemos plantearnos es que es algo que no debería ser considerado una excepción, sino lo natural en todos nosotros, no sólo en zonas remotas, donde seguramente hay pocas opciones más de lograr la ayuda necesaria, sino en cualquier montaña o ciudad. Nos han demostrado que lo heroico debería ser normal, humano, y en los días individualistas y egocéntricos que corren, esto es importante y admirable.

 

K: De nuevo Urubko… No he podido dejar de pensar durante todo el fin de semana en otro rescate de una dimensión humana espectacular. Hablo del fallido de Iñaki Ochoa de Olza. En él, participó muy activamente alguien sobre quien quería hablar contigo. Me refiero al grandísimo Ueli Steck. Sé que tuvisteis una gran relación y que compartisteis tiempo en la montaña. Era sin duda un alpinista espectacular. Probablemente de los más grandes de la historia…

KJ: Ueli era alguien con un nivel brutal y que se movía excepcionalmente en el medio. Para mí ha sido una fuente de inspiración enorme desde que empecé a hacer montaña. Ueli, Denis, Simone, Tomaz, Valeri, Iñurra, Steve, eran algunos de los alpinistas que hacían actividades asombrosas cuando yo empecé a hacer montaña. Por amigos en común, por formas similares de entender la montaña, nos conocimos Ueli y yo. Esquiamos un par de veces en los Alpes. La primera vez que escalamos algo juntos fue, de hecho, en Himalaya. Él estaba con Colin Haley para intentar la vía de Babanov en la sur del Nuptse. También estaban Helias Millaroux y Ben Guigonnet para intentar una nueva vía allí. Coincidimos en Chukkung. Uno de estos días fuí con Ueli y Helías a hacer una cima de 6.300 metros en los alrededores. Una bonita arista de mixto. Bajando nos sorprendió su técnica al destrepar en hielo a 80 grados con un piolet, a recorrer un glaciar buscando el lugar seguro… Después, cada una de las veces que fui con él al monte fueron momentos de gran aprendizaje. Era alguien que me interesaba mucho porque además de la técnica que tenía, preparaba muy bien su actividad. Planeaba los entrenamientos de una forma científica y cuidaba mucho también la alimentación, la psicología… Hablábamos bastante de temas muy específicos o frikis en estos aspectos, y también de la visión que tenía del montañismo, de diversas actividades en este medio, de combinar deportes para hacer ascensos y encadenamientos… Lo que él hacía sólo era posible porque tenía un nivel técnico muy alto que le permitía escalar (y destrepar) en solo de una forma muy rápida en dificultades altas. Cuando fuimos a la norte del Eiger, él subía como quien se mueve por un sendero andando. Detrás había mucho entreno de resistencia, fuerza… Entrenaba de forma específica para objetivos alrededor de 1.200 horas al año.

Emelie y yo nos enteramos del accidente de Ueli estando en el Cho Oyu. Fue muy duro. Perder a una persona cercana es muy difícil, pero si además es alguien que hace un tipo de montañismo con el que te identificas y con quien compartes una escala de valores, es todavía peor. Te derrumbas momentáneamente. Y eso hace plantearte cosas. ¿Merece la pena tomar ciertos riesgos? Porque nadie quiere morir, pero además sabes que tiene gente a su alrededor, pareja, familia, amigos… Momentos como esos son en los que te detienes a pensar para poner en una báscula los riesgos que estamos decididos a asumir. Sin duda la muerte de Ueli me influyó en la expedición del Everest, en la que decidí ir por la vía normal y no tomar riesgos innecesarios.

 

“Lo que hicieron Urubko y Bielecki es heroico por su dificultad. Es realmente complicado moverse allí tan rápido, pero lo que debemos plantearnos es que es algo que no debería ser considerado una excepción, sino lo natural en todos nosotros, no sólo en zonas remotas sino en cualquier montaña o ciudad. Nos han demostrado que lo heroico debería ser normal, humano, y en los días individualistas y egocéntricos que corren, esto es importante y admirable”.

 

K: Aprovecho que estamos hablando de Ueli Steck para sacar un tema realmente comprometido. El otro día charlando con un amigo, hablábamos de la tan manida frase de “al menos murió haciendo lo que le gusta”. Kilian, quizás tú opinión sea muy diferente a la mía, pero a mí no me gustaría morir en la montaña. Prefiero que cuando me llegue el momento sea en otro lugar. La muerte en este entorno puede estar rodeada de una gran soledad y, en muchas ocasiones, la espera, sabiendo que es inevitable, debe de ser interminable. Me imagino que en alguna ocasión la habrás sentido acechándote. ¿Huyes de estos pensamientos cuando te llegan en la montaña o prefieres reflexionar sobre ellos? ¿Qué es para ti el riesgo?

KJ: Bueno, la verdad es que no lo he pensado mucho. En la montaña intento no morirme, igual o quizás más que en otras actividades que, porque son más habituales, como conducir, no nos hacen tomar la misma conciencia o precaución. Si pudiera escoger, como a casi todos, me gustaría morir de viejo, sin sufrir. Pero para conseguir esto no quiero dejar de vivir y estar encerrado y protegido para preservar una vida sin vivencias. Y, desde luego, si salimos a vivir, hay riesgos que tomar. Si hay que morir en un accidente, no he pensado si es mejor o peor en el monte o en la ciudad, en casa o en otro lugar. Creo que al final esto tampoco es tan importante. Si puedo escoger…, que sea rápido, directo, sin una espera a sabiendas de que no hay otra opción que la de morir.

No reflexiono sobre la muerte, no pienso sobre ello. Sí que lo hago sobre el riesgo y lo que hay que hacer para mantenerme con vida. Creo que hay que ser frio y objetivo e intentar, en la montaña y en situaciones o ascensos comprometidos, no tener o dejarse influenciar por las emociones, buenas o malas, de miedo o de felicidad, sino ser previsor y mirar de forma objetiva lo que hay delante, la montaña, condiciones, dificultad de la ruta…, y también a nosotros mismos, nuestro nivel técnico, físico, conocimientos, el material que llevamos, para, a partir de aquí, ver si se hace o no y si queremos asumir el riesgo sabiendo lo que nos puede pasar.

 

K: Hace poco un amigo coincidía con Alberto Iñurrategi en un avión camino de Granada. Sin duda, uno de los alpinistas más grandes de la historia y que más ama la montaña a pesar de que ésta le arrebató la vida a su hermano. La muerte es algo con lo que convivís aquellos que jugáis fuerte con el riesgo. “Un instante, eso es lo que separa la felicidad del dolor. Todo se decide en milímetros, en décimas de segundo”. Creo que son palabras tuyas para referirte a la muerte de tu gran amigo y compañero Stéphane Brosse. Perdona si entro en algo muy personal, pero me pregunto cómo se supera esto. Si yo perdiera a determinados amigos de esa forma, no sé si ni tan siquiera sería capaz de volver a la montaña. ¿Puedo preguntarte si has vuelto a pasar por ese lugar donde se desprendió la cornisa? ¿El no renunciar a la montaña y volver a ella con más fuerza si cabe es una especie de homenaje a Stéphane?

KJ: Se vuelve a la montaña porque es lo que nos da vida, a pesar de que nos la arrebata a veces también. Quizás se vaya tomando riesgos distintos dependiendo del momento. No ves razonable tomar cierto riesgo de la misma forma en dos días distintos. Hay algunos en los que te parece razonable y otros en los que no. Y aquí entra en juego lo emocional, si has perdido a alguien, si estás enamorado, si has tenido un buen día o uno malo…. Todo sin duda influye en menor o mayor medida en los riesgos que tomamos. Volví al Aiguille d’Argentiere alrededor de un año después del accidente. Creo que es importante enfrentarse con esto. Sin duda, después de la muerte de Stéphane, pasé un año difícil. Puede que me haya dado cuenta al transcurrir ya un tiempo. Creo que no lo asimilé. No sé si aún he aceptado el hecho de que él se fuera cuando habría sido mucho más fácil si me hubiera caído yo, pues en ese momento no tenía familia, ni hijos, ni planes. Si me hubiera muerto yo, mis padres y algunos amigos estarían tristes, pero nada más. Al año siguiente hice bastante escalada en solo muy cerca de mi nivel máximo, que era bajo. Escalé vías de 6b en solo cuando mi máximo entonces era de 6c. Fue el primer accidente en el que me di cuenta de la diferencia entre saber que hay un riesgo y ser consciente del mismo.

 

“Emelie y yo nos enteramos del accidente de Ueli estando en el Cho Oyu. Fue muy duro. Perder a una persona cercana es muy difícil, pero si además es alguien que hace un tipo de montañismo con el que te identificas y con quien compartes una escala de valores, es todavía peor. Te derrumbas momentáneamente. Y eso hace plantearte cosas. ¿Merece la pena tomar ciertos riesgos?”.

 

K: Messner pasará a la historia del alpinismo por haberlo revolucionado y haber demostrado que era posible ascender un ochomil sin oxígeno artificial. Ueli Steck lo hará por esos ascensos tremendamente técnicos a una velocidad de vértigo. Intuyo, Kilian, que es muy posible que tú lo hagas por otro tipo de ascensos en los que la ligereza y la simpleza, el “alpinismo del hombre”, y también la velocidad, sean las características que definan tu carrera en la gran montaña. ¿Estás de acuerdo conmigo? ¿Sabes ya si quieres dar continuidad con otras montañas a aquello que iniciaste con el proyecto Summits of my Life y más concretamente en el Everest?

KJ: No me planteo ni lo he hecho nunca qué legado quiero dejar. Me gusta hacer actividad. Que se hable de ella o ser parte de algo no tiene ninguna importancia, pues muchas veces, si nos preocupamos por estas cuestiones, perdemos tiempo que podríamos usar en entrenar o en hacer otro tipo de actividades. Lo que me gusta es la polivalencia y ser capaz de moverme en continuidad más que la dificultad. Me gusta correr, hacer ultras, kilómetros verticales, carreras de skimo, skyraces, travesías, ascensos a cimas, encadenamientos de montañas, y no creo que una de estas actividades sea superior o más loable que otra. Todas me aportan aspectos distintos y enriquecedores.

A nivel de altas montañas, los aprendizajes  de los últimos cinco años en el Himalaya y con Summits of My Life, me han hecho conocerlas un poco más, entender la logística, cómo aclimatar… El año pasado para mí fue muy interesante. Primero por saber si era capaz de subir a 8.850 metros sin oxígeno (antes no sabía si mi cuerpo podría hacerlo), y también para ver que, a pesar de condiciones duras o malestares que no sean peligrosos para la vida, es posible continuar moviéndose y haciendo actividad. Y por último, por comprobar que es posible hacer actividades largas, encadenar cimas y hacer distintos ascensos en pocos días. Sin duda me gustaría probar algunas más, pero, esto sí, sin centrarme exclusivamente en este tipo de actividad, pues me gusta competir, hacer otras cosas en Alpes, Noruega, esquí de pendiente…

 

K: Probablemente eres de las personas que más cerca están del montañismo total, entendido éste como la habilidad para desenvolverse  con gran solvencia, entre los mejores del mundo, en muchas disciplinas deportivas relacionadas con la montaña. Quizás me equivoque, y si es así te pido que me disculpes, pero creo que el “gran” alpinismo, que no tiene por qué se entendido como “ochomilismo”, verá como  tu nombre comienza a escribir páginas de su historia en un futuro no muy lejano… ¿Hacia dónde van dirigidos tus pasos?

KJ: No creo que haya alpinismo total. Ni siquiera sabemos con certeza lo que es el alpinismo. Tampoco que haya una manera mejor o más pura de subir montañas comparadas con otras. Lo que hay que hacer es ser sincero al decir cómo se suben. Yo lo que hago es ir al monte o subir montañas. Hacia donde van mis pasos, no lo sé, pero como te decía antes, me gusta más el poder hacer un poco de todo que centrarme en algo concreto.

 

“Sin duda, después de la muerte de Stéphane, pasé un año difícil. Puede que me haya dado cuenta al transcurrir ya un tiempo. Creo que no lo asimilé. No sé si aún he aceptado el hecho de que él se fuera cuando habría sido mucho más fácil si me hubiera caído yo, pues en ese momento no tenía familia, ni hijos, ni planes”.

 

K: “El alpinismo había sido el tradicional, luego se buscó la escalada de dificultad y yo propagué el alpinismo de renuncia. Es de renuncia porque es dejar de lado la cuerda, a un compañero y las botellas de oxígeno. Sólo así era válido un alpinismo para mí. Esa es mi filosofía.” Son palabras de Messner y creo que están muy cerca de tu forma de entender esta actividad. Te digo otras: “Rivalizar no tiene sentido en el alpinismo. Por eso mismo tampoco se puede hablar de récords. El progreso del alpinismo radica en la manera de ejecutarlo. Yo me esfuerzo en perfeccionar mi estilo, en ejercitar mi vista, en acrecentar mi capacidad de resistencia”. Creo que aquí sí encontramos diferencias, aunque quizás haya entendido algo mal. Hablo de los FKT [Fastest Known Times]…

KJ: A ver, creo que aquí soy bastante friki. Trato de explicártelo. Hay una diferencia entre récord y FKT. Récord es una marca en unas condiciones determinadas y con unas reglas, como en una carrera donde éstas son iguales para todos: asistencia, material, recorrido. Incluso en atletismo no se habla de récord si por ejemplo hay más de x viento a favor, si la carrera tiene ciertas condiciones (maratón de Boston), o si se utilizan liebres o asistencia (sub 2 horas de Nike en Monza). Es por esto por lo que es difícil hablar de récords en la montaña. Primero, porque las condiciones son siempre distintas, y luego porque la forma de hacerlo también lo es. Cuando hablamos de FKT es diferente, y creo que esto es interesante a dos niveles. Uno global, de saber cuándo y dónde pueden llegar las capacidades del hombre con ciertos métodos de entrenamiento y técnica. Luego hay un interés individual en dos aspectos: como motivación, al tener una meta o algo que te permite entrenar los días malos, y por conocimiento de uno mismo, de saber si progresamos. Mirar el cronómetro en un terreno con determinadas dificultades y condiciones nos puede servir para saber si hemos mejorado, pues a un gesto más eficiente y con más técnica y por tanto seguridad, vamos a ir de forma natural más rápido, y esto puede servir como referencia para uno mismo: saber que somos capaces de correr 1.000 metros en x condiciones entre los 1.000 y los 2.000 metros de altura en 30 minutos, o en dos horas entre los 6.000 y los 7.000 metros, o escalar 1.000 metros de AD [Algo Díficil, según el sistema de graduación francés para vías alpinas] en una hora y media, o de MD [Muy difícil según el mismo sistema de graduación] en tres horas. Por tanto, los FKT son interesantes si se conocen todas las condiciones (asistencia, material desde el principio o cargas, liebres, apertura de huella, conocimiento del recorrido, existencia de comunicación, época del año…). El interés reside en el conocimiento de nuevos métodos de preparación y en la motivación ganada. Por tanto, comparar dos FKT’s sin saber condicionantes, no creo que tenga interés alguno. Por ejemplo, el mismo Ueli en el Eiger con traza abierta/cogiéndose a las dos cuerdas fijas o sin traza abierta/sin cogerse a nada, tiene, creo, unos 30 minutos de diferencia. Nos son comparables las condiciones. No se puede decir que uno sea más rápido que el otro.  El interés está en saber que con traza en MD puede subir a 680 m/h y sin traza en libre a 600 m/h.  Pero esto creo que es muy friki, difícil de explicar y de entender fuera del reducido mundillo. Para los medios y la gente en general es mucho más entendible que alguien es más rápido que otro y rivalizar, cuando el interés de este tipo de actividad es algo muy distinto desde mi punto de vista.

 

 

K: La vanidad. Vuelvo al gran Alberto Iñurrategi, probablemente una de las personas más humildes que hay en este mundo y que sin embargo, no duda en reconocer que más que “porque están ahí”, a las montañas se las quiere conquistar por vanidad. Otro gran alpinista, Ferrán Latorre, nos decía que su motivo era una mezcla entre la conquista de la belleza, el reto y la curiosidad. Sé que es una cuestión difícil de responder, pero me gustaría saber por qué lo haces tú.

KJ: Sin duda hay parte de vanidad. Hacemos actividades egocéntricas para encontrar un placer individual, intrínseco, que nos pone potencialmente en riesgo. Yo creo que hago montaña por la belleza del estar allí, el paisaje, las luces, el reto, progresar, imaginar cosas y ver si soy o no capaz de hacerlas, la emoción o sensación del instante, los sentimientos al escalar, la nieve deslizando bajo tus esquís, correr con la fluidez del movimiento… Sin duda es dedicar mucho tiempo (que es vida) y esfuerzo a una actividad que no es productiva (no produces nada material útil para ti u otros, como comida, un techo…) y que supone una búsqueda más intrínseca que otra cosa.

 

K: Kilian, despiertas admiración y eres fuente de inspiración para muchas personas a lo largo de todo el mundo. Quizás para preguntarte a ti, no debería recurrir a esta palabra, pero ¿puedes decirnos con quién o con quiénes se despierta ese sentimiento en ti? No me refiero únicamente a sus “resultados” sino más bien a la forma de entender el deporte.

KJ: Muchas personas, cercanas, amigos con los que voy al monte y aprendo cada día, como Seb Montaz, Vivian Bruchez, Jordi Tosas, Jordi Canals, la gente con quien salgo ahora en Noruega… Luego gente que está haciendo actividades interesantes ahora como Colin Haley, Alex Honnold, Marc André Leclerc, Paul Bonhomme, Simone Moro, Denis Urubko, Nick Elton, Eli Revol y Tamara Lunger; también  atletas de Trail como Mejía, de Gasperi, Max King, Rickey Gates…; de atletismo, fondistas, biatletas…; entrenadores que comparten sus planes de trabajo, y gente que te vas encontrando y explican su historia. Y de antes, personas que cuando empecé a andar hicieron actividades increíbles como Lucas y Bohigas, Mark Twight, Messner, Bonatti, Preuss, Comici, Brosse, Elmer, Greco, Meraldi, Pep Ollé… Creo que cada persona tiene muchas cosas de las que podemos aprender e inspirarnos.

 

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