LA PALMA. Una historia de amor (II)

LA PALMA. Una historia de amor (II)

LA PALMA. Una historia de amor (II)

 

Segunda parte del artículo publicado en el número Kissthemountain #87. “Equilibrios”. (Junio 24)

Texto por Kissthemountain

 

 EL ROQUE DE LOS MUCHACHOS. DOBLE AMOR

Dicen que es imposible enamorarse de dos personas a la vez. Estoy segura de que esta afirmación es completamente real. Quizás, aunque a mí nunca me ha pasado, puedas hacerlo de una persona sintiendo mucho cariño por otra que en su día te enamoró y que en esos momentos es tu pareja. Creo que cuando esto ocurre es porque la llama que un día prendió el amor se ha apagado y que la relación descansa sobre esos rescoldos o brasas que siguen dando calor, aunque no la pasión del fuego vivo. Si algún día me ocurriera, te soy sincera, creo que no sabría cómo actuar y que lo pasaría realmente mal. Así que, si llega el momento en el que decida pasar el resto de mi vida junto a una persona, lucharé con todas mis fuerzas para que la llama no se convierta en simples brasas. Me estoy desviando del tema inicial. Definitivamente, creo que no puedes enamorarte, que se encienda la llama con dos personas al mismo tiempo. En todo caso, lo que sentirías es una fuerte doble atracción, pero nunca el verdadero amor”. Estas palabras fueron el final de una conversación entre él y yo justo cuando íbamos a tomar el GR 131 en el tramo que va desde el Roque de los Muchachos hasta el Refugio del Pilar. 

 

 

Ayer, justo cuando nos despedíamos, me propuso adelantar nuestra cita ya que la ruta era larga. Me recogería muy temprano en mi casa alquilada, que a estas alturas del viaje ya siento como mía. Iríamos con nuestros dos coches al Refugio del Pilar. Allí dejaríamos el mío y con el suyo nos dirigiríamos al Roque de los Muchachos, para que, una vez terminada la ruta, pudiéramos volver a subir para recoger el coche dejado en el punto más alto de la isla.

 

 

LA CALDERA DE TABURIENTE. LAS PALABRAS EXACTAS

Aproximadamente a las 10:00 de la mañana, dábamos nuestros primeros pasos desde el Observatorio ubicado a 2.396 metros de altitud. No sabría cómo describir mis sensaciones en ese momento. Por un lado, me sentía completamente en paz, relajada, como en esos instantes en los que no existe nada más y tu conexión con el momento es perfecta. Mirando hacia el este, se veían los primeros kilómetros que tendríamos que recorrer en dirección al Pico de la Cruz y al Pico de La Nieve, pero, de repente, el sendero desaparecía para adentrarse en un mar de nubes que ocultaba toda la isla a partir de determinada altitud. Calculo muy mal las distancias en línea recta, pero intuyo que en la cercanía sólo podían verse dos o tres kilómetros de la isla, luego un mar de nubes y, por último, muy a lo lejos, el Teide de la isla vecina de Tenerife. Y, precisamente, esta situación también me hacía sentir algo muy parecido al vértigo, aunque distinto. Probablemente, fuera eso que llaman “pequeñez ante la inmensidad”. Todo era tan salvaje que me causaba cierta inquietud. Entonces, sin pensarlo, cogí su mano y le miré a los ojos. Él pareció captar lo que se movía en el interior de mi cabeza. “No te preocupes. Simplemente, disfruta cada paso sin pensar en el resto. Cuando entremos en el mar de nubes, no notarás más que un frescor que seguro que agradecemos”. Las palabras exactas en el momento preciso. Te sonreí y entre risas te pregunté que con quién te creías que estabas hablando, que yo era una senderista experimentada. Entonces me soltaste la mano como jugando. Yo te la volvía a tomar.

El GR 131 atraviesa toda la zona de cresterío de la isla, entrando en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, dominado por un circo de unos ocho kilómetros de diámetro en el que las erupciones volcánicas y la erosión del agua le han dado el aspecto de una caldera escarpada de prácticamente 2.000 metros de desnivel en el que se han abierto paso bosques muy densos de pino canario entre profundos barrancos. La sensación es como si penetrases en las entrañas de la isla encontrándote en este camino con cascadas que pueden llegar a tomar colores nunca vistos antes. También con algunos miradores que, a mi juicio, son casi innecesarios, ya que todo el sendero, en este tramo, es como un mirador de gran longitud desde el que contemplar la inconmensurable belleza de la isla más bella, perdón por la redundancia, y el intenso azul del mar que baña sus orillas. Podría tratar de describir más en profundidad rincones de esta ruta, pero mis palabras no serían suficientes. Simplemente, pienso que probablemente sea la ruta de senderismo más espectacular que jamás he recorrido. Además, más que detalles físicos, siempre me quedaré con los emocionales que viví en las seis horas que empleamos para recorrer los aproximadamente 27 kilómetros que separan el Observatorio del Roque de los Muchachos, a 2.396 metros de altitud, del Refugio del Pilar, el lugar donde hace unos días iniciaba este viaje para dirigirme más hacia el sur por la Ruta de los Volcanes.

 

 

UN BALCÓN Y UN BESO

Serían las cuatro de la tarde aproximadamente cuando cogíamos mi coche.

–Te propongo que vayamos a comer a Santa Cruz de La Palma. Allí conozco un sitio que con suerte no cierra su cocina. Seguro que nos atienden encantados. Antes, si quieres, podemos darnos un baño en la playa para refrescarnos un poco. Supongo que no oleré muy bien.

–¡Mmm, acepto encantada tu plan, pero le doy la vuelta! Primero comemos y luego nos bañamos. Estoy muerta de hambre. Como yo tampoco oleré muy bien, no nos juzgamos por esto y sin problema. ¿Hay trato?

Tras una excelente comida tradicional palmera, en la que de nuevo no han faltado ni las papas con mojo ni el queso asado, y después de un café doble, nos hemos tumbado en la orilla de la playa. Serían las siete de la tarde. Antes de que los rayos del sol se apagasen y dieran la bienvenida a la luna, nos hemos dado un baño más que merecido. De nuevo, hemos estado tanto tiempo en el agua, alternando ahogadillas y conversación, que los dedos de nuestras manos, cuando hemos compartido la única toalla que llevábamos, estaban arrugados. “Te invito a un café y vamos a por tu coche”. “¡Vale! Y antes de cogerlo, te enseño mi balcón preferido”.

El café me ha sabido a gloria, pero mucho mejor lo que él me ha hecho sentir momentos después, cuando tras tomarlo en la Placeta de Borrero, en el casco antiguo de Santa Cruz de La Palma, hemos cogido un pequeño callejón hacia el mar. Mientras lo atravesábamos ha comenzado a llover ligeramente. Justo en la esquina, hay una casa tradicional roja con balcones típicos llena de plantas. Al verla me he quedado callada y boquiabierta. Mi impresión era que ya la había visto antes. Entonces, he recordado que fue en un sueño que tuve una noche en los días en los que preparaba este viaje. En él, también llovía. Al contárselo, ha sonreído, ha tomado mis manos y me ha besado como nunca nadie antes lo había hecho.

 

 

LA NOCHE Y LAS ESTRELLAS

Comenzaba a escribir estas líneas planteándome si es posible enamorarse de dos personas a la vez. Tras lo vivido hoy, me reafirmo en que no. Es imposible albergar al mismo tiempo, con dos seres diferentes, los sentimientos que ahora tengo hacia él. Pero la verdad es que en estos días en La Palma me he enamorado dos veces. De él y de la isla. ¿Cómo puede caber tanto amor en mi corazón?

Ahora estoy, estamos, de nuevo en el Roque de Los Muchachos. Hemos venido a recoger su coche. Es casi medianoche y todo está en silencio. Tumbados sobre la toalla que horas antes nos ha servido para secarnos juntos en la playa de Santa Cruz de La Palma, los dos miramos al cielo. Distingo perfectamente la Vía Láctea con todas las estrellas que de pequeña me enseñó a reconocer mi padre. Aunque hace un momento tenía algo de frío, ahora siento gran calidez en el cuerpo. Es como si ese cielo con sus estrellas formase un manto que nos arropa. 

 

 

– ¿Sabes que La Palma es Reserva Starlight por las condiciones únicas que tiene para contemplar las estrellas? – Me dices.

–Tú sí que tienes unas condiciones únicas y mereces ser reserva de algo! – Le digo riéndome de él. En serio, muchas gracias por enseñarme tu isla de la forma en la que lo has hecho. Te voy a echar mucho de menos. Mucho no, muchísimo.

 

 

 

 

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