LA SPORTIVA RODELLAR CLIMBING FESTIVAL 2021. Esa oblea que reparten al final de misa

LA SPORTIVA RODELLAR CLIMBING FESTIVAL 2021. Esa oblea que reparten al final de misa

 

 

Texto por Pau Pujol i Bonastre

 

Me han pedido que escriba sobre el Rodellar Climbing Festival que organizó La Sportiva el pasado 25 de septiembre, pero hay alguien que ya lo ha descrito mucho mejor que yo. Concretamente fue Eneko Pou quien al terminar el evento, mientras luchábamos contra la resaca emocional -y no tan emocional; a quién vamos a engañar- con un café con leche y un croissant, supo plasmar en una sola palabra la esencia de lo que habíamos vivido el día anterior: “la hostia”. 

 

 

 

 

No se me ocurre otra manera mejor de describirlo. Dejémonos de palabras elegantes, de retórica épica y léxico erudito por una vez y llamemos a las cosas por su nombre: Rodellar fue la hostia. Rodellar fue un día de disfrute, de desenfado, de ambiente inmejorable. Un día de encuentro entre maestros y aprendices, entre aficionados y profesionales. Un día para divertirse, para vaciar algunos barriles de cerveza y para conocer nuevas amistades en un concierto de rock. Un día para entender que la esencia de la escalada es el pasárselo bien. Y es que, al fin y al cabo, la escalada es la hostia. 

Fueron más de dos y de tres los habitantes de Rodellar que nos dijeron que nunca antes en toda su vida habían visto el pueblo tan lleno. Me lo creo perfectamente. Sólo se tenía que ver la Cueva de Alí Babá rebosante de gente que, con las bocas abiertas, pero en silencio casi ritual, observaba alucinada como los atletas de La Sportiva convertían una vía de 7c en poco más que un juego de niños o un ejercicio de calentamiento; o la cola inacabable que se formó en la tienda de La Sportiva para ver de cerca un trozo de oro y conseguir la firma del escalador extremeño que lo consiguió. 

 

 

Sí, vino mucha gente. Más de la que se esperaba, teniendo en cuenta la fatídica previsión meteorológica del día anterior. Pero al final, ni una gran tormenta de tarde con rayos, truenos y centellas logró despegar a los escaladores y su público de la pared. Si es que los escaladores son la hostia. 

¿Ambiente? Todo el que quieras. Aún resuenan en las cuevas de Rodellar los gritos de ánimo, las risas y los acordes rockeros con los que la banda Hot’n’Roll puso fin a la jornada. Ambiente de festival de antaño, cuando la palabra pandemia sonaba a una mezcla entre ciencia ficción y siglos pretéritos. Ambiente optimista, de renovación, de ganas de volver a pasárselo bien tras demasiados meses de pausa. ¡Vamos, un ambiente de la hostia!

 

 

Hay algo que mucha gente ha notado, una reflexión que ya llevaba tiempo en boca de todos pero que días como el Rodellar Climbing Festival no hacen más que confirmar: la escalada ya no es un deporte marginal, ya no es una afición “peligrosa” de cuatro locos y dos colgados. Por primera vez en la historia, es un deporte que abre telediarios y ocupa portadas, que se practica en todas las ciudades, que convierte a sus atletas en estrellas mediáticas y que atrae a cientos de personas de alrededor del mundo por una carretera infecta a un pueblo minúsculo en medio de la nada, durante una tormenta eléctrica, sólo para ver a sus ídolos en persona y conseguir un póster firmado. Sí, creo que podemos afirmar que la escalada está cambiando. Hace unos años habría sido difícil ver esto. 

 

 

Pero a medida que la escalada se hace mayor, su afición más seria, sus competiciones más emocionantes y sus atletas más famosos, eventos como el de Rodellar nos recuerdan que su espíritu sigue siendo el mismo. Espíritu de compañerismo, de proximidad, de solidaridad y de sencillez. No me imagino a un ganador de un mundial de fútbol ayudando a un alevín a atarse las botas, y sin embargo vimos a un oro olímpico ayudar a un escalador principiante a colocarse una rodillera por primera vez. No me imagino a un finalista de Grand Slam aconsejando a sus rivales sobre la mejor manera de sacarle puntos, y sin embargo observamos varias veces (como tantas otras se ha visto antes en este deporte) a escaladores aconsejar a sus compañeros sobre la mejor manera de encadenar una vía que ellos no podían terminar. Escaladores profesionales escalando con familias, campeones del mundo con gente que se calzaba unos pies de gato por primera vez.

 

 

 

Y todo esto no pasó sólo porque fuera el evento de La Sportiva. No. Lo que nunca pasará en un campo de fútbol o en una pista de tenis se repite cada día en cualquier sector de escalada del mundo. 

El Rodellar Climbing Festival fue, como ha sido en las ocasiones anteriores y como esperamos que sea en las futuras, la hostia. Pero lo único que tuvo de fuera de lo normal fue la cerveza gratis y el concierto de rock. Todo lo demás no tiene nada de excepcional. Esa es la gracia de la escalada. Que es la hostia.

 

 

 

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