LA SUPERACIÓN DE RAGNA DEBATS. El reto del récord al Aconcagua

LA SUPERACIÓN DE RAGNA DEBATS. El reto del récord al Aconcagua

LA SUPERACIÓN DE RAGNA DEBATS. El reto del récord al Aconcagua

 

A Ragna Debats le gusta mucho competir. No hay más que echar un vistazo a su palmarés deportivo para no tener duda sobre esta cuestión. Pero, como nos cuenta en esta charla, ella lo hace contra sí misma, no para demostrar que es mejor que sus rivales. Busca la superación. Por eso, cada cierto tiempo, se plantea una serie de proyectos más personales con los que saciar ese afán superatorio. La pandemia le coincidió con Rolling Mountains, un viaje que le llevó junto a su familia por varios rincones del mundo. Ahora, se prepara para intentar el récord de subida y bajada al Aconcagua, un proyecto que entiende como colectivo, al implicar también a su entrenador, Dani Hernández, al investigador Aritz Urdampilleta, al Dr. Brotons para el control médico y a su pareja, Pere Aurell. Hablamos con la atleta de Merrell semanas antes de viajar a ese fascinante rincón del mundo.

 

Por Kissthemountain

 

 

Kissthemountain: Hola, Ragna. ¿Cómo va la vida? Hace tiempo que no hablamos.

Ragna: Sí, muchísimo. A veces me pregunto si soy yo la que he desconectado de muchas cosas, o sois vosotros que os habéis olvidado de mí [Risas]. Es verdad que hace nada hablaba más con los medios, pero imagino que habrán influido diversos proyectos y los años de pandemia.

K: ¿Qué tal está la familia? ¿Y tú? ¿Muchos cambios? 

R: Todos están muy bien. Gracias, Juanmi. A principios de este año, cambié de entrenador. Ha sido algo importante porque, al final, con esa persona estás en contacto prácticamente cada día. Estuve con Rafa Flores durante tres años más o menos. Eso es mucho tiempo. Ahora me entrena Dani Hernández, de Tecnirunner.

K: Creo que he oído hablar de él. Espero que te vaya muy bien. La última vez que hablamos fue para el proyecto Rolling Mountains, que te llevó junto a tu familia por prácticamente todo el mundo. Una de las paradas fue en Estados Unidos, donde aprovechaste para correr la Western States 2021. Así que, aunque tarde, quería felicitarte por tu tercer puesto [Ragna empleó 17:41:13 en la carrera americana de 100 millas]. Aprovecho ahora que por fin hablamos.

R: Tengo ganas de volver a ver los documentales de ese proyecto. La verdad es que fue muy intenso. Supongo que te lo podrás imaginar. Viajar de un lado a otro, intentando adaptar los entrenamientos mientras vives esas experiencias únicas… Cuando estábamos planificándolo todo, aún no sabía que podría participar en esa carrera. Estuvimos dos semanas en Costa Rica, porque en aquella época no se podía ir directamente de Europa a Estados Unidos. Allí me enteré de que tenía dorsal para la Western States. Lo tuvimos que encajar. Intenté entrenar lo mejor posible, aunque no fue fácil. Por este motivo, me he quedado con muchas ganas de repetir. Pienso que, por un lado, no entrené muy específicamente para la carrera, pero, por otro, que, a veces, cuando no estás tan estresada ni tan determinada para una carrera, todo te lo tomas de una manera fácil, quitándote mucho estrés. 

K: Antes de llamarte, he estado viendo el capítulo de la serie Rolling Mountains de cuando subiste al Aconcagua. Ahora hablaremos de él y de tu próximo reto que tiene como protagonista a esta misma montaña. Pero antes, quería hablar contigo de esta temporada, entre cuyos resultados destacan los terceros puestos en Royal Ultra Sky Marathon, en Matterhorn Ultraks y en Ultra Pirineu; el segundo en las 100 millas de la Javelina Jundred, también en Estados Unidos; y la victoria en Aconcagua Ultra Trail. No sé si me equivoco, pero me da la impresión de que compites menos o que, en cualquier caso, lo haces más internacionalmente. Parece que buscas unos objetivos más concretos a diferencia de en otras temporadas, en las que hacías 20 o 30 carreras al año.

R: Es un poco así, pero también se ha sumado que este año he estado lesionada. Pasé por un momento bastante duro mentalmente cuatro, semanas antes de mi segunda Marathon des Sables, me lesioné [la primera fue en 2019, cuando Ragna se impuso en las seis etapas]. Tenía muchas cosas en marcha y me sentí un tanto responsable de cara a mis patrocinadores, así que estuve todo ese tiempo entrenando con una fisura en la tibia, con muchísimo dolor. Prácticamente, no podía correr. Decidí no hacerme ninguna resonancia para no confirmarlo, pero sabía que tenía algo de gravedad. Aguanté mucho dolor físico, y eso afecta mentalmente. Cada semana era más difícil que la anterior. Llegué a ir a la carrera. Fue supervivencia total [Ragna tuvo que conformarse con un octavo puesto]. Este proceso me afectó mucho. Fue durísimo y algo que sabía que tenía que digerir sola. Aunque mi entrenador me ayudara bastante, al fin y al cabo, es un tema que llevas tú misma, dentro, y quizás se exprese poco. La recuperación fue óptima, pero en un proceso largo, de seis semanas sin poder correr. El Dr. Brotons me decía que no hiciera nada, por ser una zona delicada en la que se implican muchos músculos y tendones. Eso también fue bastante difícil de llevar. Bajé muchísimo mi estado de forma. Quizás por la edad, y eso que podía hacer otras cosas, como ejercicios de fuerza. Me costó mucho alcanzarla de nuevo. Por eso, para este verano, elegí pocas competiciones, como la del Matterhorn o la del Grand Paradiso, aunque enfocándolas como carreras de entrenamiento, de rodaje, para saber cómo estaba. Más tarde, llegó Ultra Pirineu. Quería hacerla bien, pero al realizar la carga de hidratos, utilicé un sistema nuevo que me pasó mucha factura, dejándome el estómago muy dañado el día de la carrera y los de antes. Fue una sensación de mucha impotencia porque estaba muy bien preparada, con fuerza y entrenamiento por detrás, pero no podía ingerir nada. Para intentar comer, tenía que bajar mucho el ritmo. Era como una batalla perdida. Tuve que abandonar la idea de hacerlo mejor y me arrastré hasta la meta, porque no quería quitarme el dorsal. Con el segundo puesto en la Javelina Jundred, terminé muy contenta, porque fue únicamente cuatro semanas después de Ultra Pirineu, un tiempo muy corto para preparar una carrera muy rápida, por desierto y con muy poco desnivel. No había tramos para caminar. Sólo correr y correr. Eso me gusta mucho, pero creo que tuve poco tiempo de recuperación y de adaptación al calor. Rendí el máximo de lo que podía. 

 

 

 

K: La temporada no ha sido mala, Ragna. 

R: Estoy de acuerdo. Ha sido diferente. 

K: Bueno, hablemos ya de tu nuevo proyecto en el Aconcagua. Me gustan este tipo de desafíos más allá de la competición. ¿Cómo surge la idea? ¿Qué andas buscando?

R: Ya tenía esto en mente desde hace mucho tiempo. A lo largo de los últimos 10 años, he estado en contacto con Aritz Urdampilleta, que es un investigador…

 

“Tenía esto en mente desde hace mucho tiempo. Este año he empezado a entrenar con Dani Hernández, a quien le gusta mucho el trabajo en hipoxia. Me dije que era la oportunidad perfecta. Pensaba que tenía el entrenador y la posibilidad de colaborar con Aritz Urdampilleta, que cree mucho en mí y me da mucha confianza. También hablé con el Doctor Brotons, que sabía que había trabajado con Kilian con temas de altitud. Él también me confirmó que haría lo que pudiera para ayudarme. Y, por último, tengo a Pere, con mucha experiencia en actividad en altura”.

 

 

K: Le conozco.

R: ¿Sí? Tenemos contacto muy esporádico. Pueden pasar uno o dos años sin que hablemos y de repente nos vemos un día. Él nos dijo, tanto a Pere como a mí [Ragna se refiere a su pareja, el también corredor de Merrell, Pere Aurell], que teníamos que intentar algún día el récord de subida y bajada al Aconcagua. Siempre lo hemos ido posponiendo, pero sin descartarlo. Como te he dicho, este año he empezado a entrenar con Dani Hernández, a quien le gusta mucho el trabajo en hipoxia. Me dije que era la oportunidad perfecta. Pensaba que tenía el entrenador y la posibilidad de colaborar con Aritz Urdampilleta, que cree mucho en mí y me da mucha confianza. También hablé con el Doctor Brotons, que sabía que había trabajado con Kilian con temas de altitud. Él también me confirmó que haría lo que pudiera para ayudarme. Y, por último, tengo a Pere, con mucha experiencia en actividad en altura. Siempre, cuando hago un reto, me gusta que él esté ahí, simplemente para controlar mi estado físico y de salud, y para darme ese punto de confianza. Se juntó todo. La idea es hacerlo tipo Rolling Mountains. Tendré a un cámara con el que grabaremos contenido de antes, de durante la preparación y del día del intento. Entrevistas, temas de aclimatación, ejercitación en hipoxia… Es un reto muy personal. Me gusta mucho competir, pero, como siempre he dicho, lo hago contra o para mí, no para demostrar que soy la mejor y que he ganado a otras personas. Para mí es un tema de superación y de hacerlo lo mejor que pueda ese día. Este tipo de retos se adaptan muy bien a esto que te cuento. Es superación en muchos sentidos. Creo que algo así también puede servir de ejemplo para muchas personas en temas relativos a la motivación, la constancia, la dedicación, la persistencia…

K: ¿Cuál es el tiempo a batir en el Aconcagua?

R: Soy muy mala con los números, pero creo recordar que el récord femenino es de 20 horas y 17 minutos, desde la entrada al Parque, en Horcones, hasta la cima y volver. Es de 2018. El de los hombres es mucho más competitivo. Está en 11 horas y 24 minutos.

 

 

K: Conociéndote, seguro que vas a por el masculino.

R: [Risas]. Difícil, Kilian Jornet lo hizo en 12 horas y 49 minutos. 

K: Ya con Rolling Mountains, estuviste en el Aconcagua. Creo recordar que fue una experiencia muy dura para ti, más que por la altitud, por un virus o una bacteria que cogiste. Sólo llegar al Nido de Cóndores te resultó muy complicado, por no hablar del tramo final hasta la cima, que te exigió sacar toda tu fortaleza mental. Imagino que tendrás mucho respeto por este proyecto.

R: Sí, fue una experiencia muy dura. Espero que este año sea diferente. Aquella vez, creo que el problema vino de un exceso de actividad mientras aclimatábamos en Vallecitos, donde posiblemente volvamos ahora. Estábamos fuertes y bien aclimatados. Hicimos muchas cimas. Algunos días, incluso varias. Había una, creo que el cerro El Plata, de casi 6.000 metros [5.968 metros] a la que ascendimos dos o tres veces. La primera vez, llegamos corriendo. No teníamos pensado alcanzar la cumbre, sino simplemente entrenar, pero, de repente, nos vimos a falta de 300 metros y seguimos hacia arriba. Creo que abusamos un poco en todo este tiempo de aclimatación. Fue más de lo que mi cuerpo podía aguantar. Al bajar y descansar unos días, notaba que mi organismo estaba excesivamente vacío. Seguramente, mi inmunidad bajó mucho. Los días anteriores al ascenso al Aconcagua me encontraba muy mal. También, pienso que afectó el hecho de sentir mucha presión por Onna, mi hija. Tuvimos que dejarla con una amiga y su hija, por lo que sólo teníamos tres días para hacerlo. Pere me dijo de hacer corriendo el primer tramo, hasta Plaza de Mulas. Era muy corrible, en una zona muy llana con pequeñas subidas, hasta el final, donde sí que había unos zigzags con más inclinación. Ese día ya noté que el cuerpo no iba. Tenía mucho calor y sentía mareos. Fue un aviso de que algo no estaba bien. Llegué y pasé toda la tarde descansando porque me encontraba realmente enferma. Allí, hay como un control para comprobar tu oxígeno en sangre. Pensaba que saldría mal, pero me confirmaron que estaba mejor incluso que Pere y Julen [Ragna se refiere al cámara Julen Elorza]. Esto me dio un punto de confianza bastante alto porque sabía que lo que sentía no era por la altitud, sino que simplemente mi cuerpo estaba agotado por un virus. Al día siguiente, seguía igual. Pere tuvo que incluso llevarme la mochila hasta Nido de Cóndores. Otra vez tuve que estar toda la tarde tumbada. El último día, el avance era mucho más lento, por lo que, enfocándome en las subidas, pude llegar a la cima. Eso sí, muy al límite de mis fuerzas. Tanto que no podía bajar. Hacía ocho pasos y me tumbaba o me caía. Era muy dramático. Por suerte, la bajada no es muy dura. Descansamos una hora en Nido de Cóndores, comimos y bajamos hasta Horcones. Al salir del Parque, me costó como dos o tres semanas recuperarme de ese virus que no me permitía correr a más de 120 pulsaciones. Incluso, me dolía el estómago cada vez que comía. 

 

“Es un reto muy personal. Me gusta mucho competir, pero, como siempre he dicho, lo hago contra o para mí, no para demostrar que soy la mejor y que he ganado a otras personas. Para mí, es un tema de superación y de hacerlo lo mejor que pueda ese día. Este tipo de retos se adaptan muy bien a esto que te cuento. Es superación en muchos sentidos. Creo que algo así también puede servir de ejemplo para muchas personas en temas relativos a la motivación, la constancia, la dedicación, la persistencia…”.

 

 

 

K: Imagino que ese exceso de actividad durante la aclimatación habrá supuesto un gran aprendizaje para este nuevo proyecto. ¿Qué día lo queréis hacer?

R: Todavía tenemos que fijar las fechas definitivas, pero la idea es ir durante tres semanas en enero. La climatología marcará el día indicado para intentarlo, que será seguro en la segunda parte del mes.

K: En el vídeo de Rolling Mountains, se ve como un paisaje de apariencia lunar, sobre todo en la zona de Nido de Cóndores. Creo que hay un tramo que incluso te recordaba a tu paso por Marathon des Sables.

R: Para mí, el paisaje es cambiante; para Pere, monótono. Es muy desértico. Mi padre me dice que todas las montañas son muy parecidas, y yo le digo que son muy diferentes. Con el paisaje desértico, ocurre lo mismo. Se podría decir que es muy parecido, pero en realidad va cambiando y diferenciándose. La primera parte es la más pisada por la gente, con tierra y piedras en senderos no muy marcados, con pequeñas sendas que tú vas eligiendo. Luego, pasas por una zona, que creo que se llama el Ancho, por donde baja un río que te moja las piernas, en un valle que te deja ver el Aconcagua a la derecha, aunque no la cima, con tonos muy naranjas y amarillos. Es muy bonito. En general, todo es muy árido. A partir de Plaza de Mulas es como una tartera, con mucha tierra y piedra suelta, y con gran inclinación. Desde Nido de Cóndores, ya sí es un sendero muy marcado, bastante fácil técnicamente. Antes de la cima, hay que hacer un tramo que lleva una media hora o algo más que se llama Paso del Viento. Hace mucho frío y, como su nombre indica, viento. Es como un test mental para ver cómo vas, ya que al frío se le une la altitud. Una vez pasado este punto, otra vez todo es tranquilo, con la temperatura algo más alta, aunque sigue haciendo frío. Ya es cuestión de marcar tu propio ritmo y poco a poco ir subiendo la parte final. Desde abajo hasta arriba, hay muchísima diferencia de temperatura: mucho calor y mucho frío. 

 

“Me gusta que sea un proyecto no tan individual. Hay trabajo en equipo. Es importante la parte de mi entrenador, la de Aritz Urdampilleta, el control médico del Doctor Brotons… Hay una preparación más amplia. Da mucha mayor sensación de un trabajo colectivo y de querer conseguirlo por ellos, no sólo por mí. Aunque este componente también está en las carreras, aquí es algo más impactante”.

 

K: ¿Cuántos kilómetros son en total?

R: 65 kilómetros, subida y bajada, con un desnivel positivo ligeramente superior a 4.000 metros.

 

 

K: Ganar en poco más de 30 kilómetros ese desnivel indica que es muy duro, más en altitud. Si no me equivoco, el Aconcagua alcanza los 6.960 metros. 

R: Además, ten en cuenta que no es una pendiente de inclinación constante, ya que al principio se gana poco desnivel, por lo que te encuentras una última parte realmente dura. Desde Plaza de Mulas hasta Nido de Cóndores es prácticamente como un kilómetro vertical.

 

 

K: Llegaste casi muerta a la cima, pero ¿qué recuerdas de las vistas?

R: De lo que más me acuerdo es de que quería sentarme [Risas]. Es muy bonita, pero, sobre todo, está el sentimiento de superación, de gritarme: “¡estoy en la cima del Aconcagua!” Recuerdo muchos sitios y cosas en la vida por los sentimientos que he tenido en esos momentos. Llegar a la cima del Aconcagua fue algo muy grande para mí. ¡Yo, Ragna, he podido subir hasta prácticamente 7.000 metros y estoy en esa cumbre! Fue algo muy importante. Y estar allí, con Pere, mi pareja, intensifica aún más las sensaciones. Es un logro compartido. Le debo mucho a él, que siempre ha estado a mi lado, dándome mucha confianza para poder lograr todo lo conseguido.

K: Me ha gustado mucho cuando me has dicho que te gusta competir en carreras convencionales, pero más aún contra ti misma. Imagino que lo que buscas en este tipo de proyectos tiene más que ver con la superación personal.

R: La superación la puedes buscar de diferentes formas. Por supuesto que en una carrera de trail, en mi caso cuando veo que soy rápida y que puedo ganar. Pero cuando has participado en muchas, sabes que puedes con la distancia y el desnivel, y que llegarás a meta si no ocurre nada extraño. En otros proyectos, como este del Aconcagua, encuentro más vías para la superación. Son retos, en realidad. Está el hacerlo lo más rápido posible, con referencias de otros que ya lo han hecho, y también la superación de llegar hasta la cima y bajar con la dificultad extra de la altitud, la logística, la planificación para avituallarte… Lo veo como algo más completo para mí. La satisfacción personal es más grande. Y también me gusta que sea un proyecto no tan individual. Hay trabajo en equipo. Es importante la parte de mi entrenador, la de Aritz Urdampilleta, el control médico del Doctor Brotons… Hay una preparación más amplia. Da mucha mayor sensación de un trabajo colectivo y de querer conseguirlo por ellos, no sólo por mí. Aunque este componente también está en las carreras, aquí es algo más impactante. Por último, pienso que es una buena forma de inspirar a otras personas. Y me gusta transmitir que soy una mujer que no tiene miedos en la vida y quiere probar cosas, aunque, por supuesto, siempre esté la posibilidad del fracaso. Pero, si no las intentas, no las conseguirás nunca. Me gusta dar ese mensaje hacia el mundo. 

 

 

K: ¡Qué interesante, Ragna!

R: También me gustaría, si me dejas, decirte que, para este proyecto, cuento con el apoyo especial de Merrell y Rab, además del de la Asociación de los Deportes de Montaña de Países Bajos, algo similar a la FEDME en España o la FEEC en Cataluña. Me hace mucha ilusión contar con ellos. 

K: ¿Correrás con algún prototipo de Merrell o con modelos que ya existen en el mercado?

R: Utilizaré sobre todo las Skyfire 2, no en toda la subida porque no son suficientemente cálidas, aunque sí técnicas. Las usaré para la primera parte, posiblemente hasta Nido de Cóndores y también en la bajada. En el último tramo de subida, las cambiaré por las botas Thermo Rogue 4 GORE-TEX®. Merrell desarrolla desde hace mucho tiempo calzado para caminar. Son botas muy evolucionadas y perfectas para este proyecto, al ser cálidas, técnicas y extremadamente ligeras, en comparación con lo que ofrecen otras marcas. Para mí, irán muy bien en la última parte.

K: Ragna, te deseo mucha suerte. Hablamos a tu vuelta para que nos cuentes.

R: Claro que sí, Juanmi.

 

 

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