MARC TORALLES. Gran alpinismo de valores

MARC TORALLES. Gran alpinismo de valores

MARC TORALLES. Gran alpinismo de valores

 

Por Kissthemountain

 

Marc Toralles se gana la vida como guía de montaña. Más allá de su profesión, cuando las lesiones se lo permiten, realiza actividades muy comprometidas, siempre en compañía de amigos, como la de este verano al Saraghrar, en Pakistán. Dos de las que realizó en 2022, le valieron sendas nominaciones para el Piolet d’Or que se ha fallado hace pocos días. Se veía con grandes posibilidades de optar al galardón, sobre todo por la historia de superación que había detrás de la expedición al Siula Grande junto a Bru Busom. Hablamos con el escalador-alpinista de Black Diamond sobre este tema y otros muchos que nos muestran una forma de entender la actividad en la montaña basada en grandes valores. 

 

 


 

Kissthemountain: Hola, Marc. ¿Qué tal va la vida? Hace tiempo que no hablamos.

Marc: Todo va bien. Ahora, estoy por fin en casa tras mucho tiempo fuera. Regresé hace un mes más o menos, el 20 de septiembre.

K: Imagino que habrás estado trabajando en Alpes después de vuestra expedición a Pakistán, de la que ahora hablaremos.

M: Sí, sin parar a descansar ni un sólo día. Así puedo ir más tranquilo durante el resto del año.

K: ¿Cómo estaba la situación del guiaje este verano? ¿Había mucho trabajo?

M: Muchísima demanda. Creo que había días en los que muchos se quedaban sin hacer actividad por falta de guías.

K: Tu base de operaciones en verano está en Chamonix, ¿no?

M: Sí, en una furgoneta, pero lo cierto es que hago muchas noches en refugios.

K: ¿Puedes elegir las actividades que realizas o es más bien lo que venga?

M: Se puede elegir, pero, en general, los clientes quieren subir al Mont-Blanc, al Matterhorn y al Eiger. Cuesta sacarlos de ahí, excepto a quienes son ya clientes tuyos de antes que se dejan asesorar. De las actividades que te he nombrado, creo que la que más me gusta es la del Eiger. En sí, es mucho más completa. Coges el tren que atraviesa la montaña por dentro y te bajas en una parada en mitad de la pared. Te metes por unas galerías de cuando hicieron los túneles y abres una puerta muy tétrica que sale a la cara sur, al glaciar, desde donde haces un rappel y ya comienzas a progresar. Tras unas vías algo delicadas, te encuentras el refugio. Llegar allí ya es una actividad en sí. El refugio está en medio de la arista Mittellegi. Es espectacular. 

K: Pensaba que después de una actividad como la que has hecho en Pakistán, en el Saraghrar, con Bru Busom, Oriol Baró y Guillem Sancho, terminabas totalmente vacío de energía y que no podrías ir a trabajar a Chamonix.

M: Sí, me dejó listo, pero no queda otro remedio.

K: Cuéntame qué es lo que habéis hecho en Pakistán. Creo que ibais sin un objetivo muy fijado y que intentasteis la cumbre que hicieron los georgianos y que les valió el Piolet d’Or de 2022. 

M: Vimos que ellos habían subido por una rampa de nieve muy marcada entre dos espolones de roca que parecía buena. Nos dijimos de ir para allá para ver si podíamos subir por uno de esos espolones. Estuvimos aclimatando en una cumbre justo enfrente, de unos 6.800 metros aproximadamente, pero no pudimos estar el tiempo deseado porque a Bru y a mí nos pilló una avalancha. Era de nieve polvo, no muy problemática, pero a esa altitud la tomamos como un aviso y nos bajamos. Entonces, nos metimos en faena para intentar abrir una ruta en el espolón de la izquierda de por donde subieron los georgianos.

K: ¿Qué tal era? ¿Muy técnica? ¿Expuesta? ¿Es comparable a lo que hicisteis en la Slovak Direct, en el Denali, o en el Siula Grande, en la cordillera Huayhuash, en los Andes de Perú?

M: A nivel de exposición, no lo es tanto. Sí en la canal de entrada, porque bajan piedras o avalanchas de rocas, pero una vez metidos en el espolón, la vía es segura y la roca buena y compacta. Es difícil que te caiga algo, como sí podía ocurrir en el Siula Grande, donde pasamos mucho miedo. Nos encontramos con una escalada más lenta de lo que esperábamos, por dificultad y por la ausencia de fisuras para progresar. Aquello es muy grande. Es una línea muy futurista para intentarla en estilo alpino, como lo hicimos nosotros. Si lo tomas en plan big wall, con hamacas y todo eso, es otra cosa, pero ya sabes que a nosotros nos gusta ir con la mochila.

K: ¿Por qué dices futurista?

M: Por estar escalando bastante dificultad en roca a una altitud más que considerable, por encima de los 6.000 metros, con pies de gato y magnesio. Una vez superado este primer murallón de roca, hay un trozo más alpino. Desde allí veíamos otro muro muy vertical, a unos 7.000 metros de altitud, al que no llegamos. No sé cómo será eso. Al quinto día de escalada, creo, empezó a nevar bastante durante día y medio. Tuvimos que bajar porque se nos iba el tiempo y quedaba poca comida. Además, necesitamos que la roca esté seca para escalar. Era delicado porque se cargaba de nieve y temíamos que se acumulara más y no pudiéramos bajar. Llegamos al campo base de nuevo sin tiempo para descansar y volver a intentar la ruta. Pensamos que para eso nos hacían falta ocho o nueve días de actividad que no teníamos. Justo enfrente del campo base, teníamos el Espolón de los Catalanes, hacia la misma cumbre.

 

 

 

K: Por esa ruta fue por donde subisteis, ¿no?

M: Sí, hicimos números y llegamos a la conclusión de que en seis días podríamos hacerlo. 

K: Esa es la que hicieron en 1982 Enric Lucas, Nil Bohigas y Juan López.

M: Sí, hacía justo 40 años. Incluso encontramos material de ellos en el espolón. En su época, no se le dio la importancia que merecía. Escalar roca con pies de gato a casi 6.500 metros es complicado. No es una rampa de nieve que puedas subir andando. Desde allí hasta la cumbre es terreno mixto, no de andar como es habitual en cimas de 7.000 metros. Técnicamente, esto es mucho más complejo.

 

 

 

K: ¿Crees que esta actividad o la del espolón de la izquierda de la de los georgianos de la que tuvisteis que bajar tienen el nivel para merecer la nominación al Piolet d’Or?

M: La que hemos hecho, no lo sé. Depende del jurado que suele valorar más nuevas aperturas que repeticiones, aunque nosotros la hiciéramos en estilo alpino, que es muy diferente. Probablemente, sea una de las escaladas más exigentes que hemos realizado. El que iba de segundo llevaba una mochila que pesaría 20 kilos. Escalar con eso en la espalda es realmente duro. 

K: Perdona que te interrumpa. ¿Cómo selecciona el jurado las nominaciones al Piolet d’Or? ¿Mandáis información vosotros? ¿Es a través de lo que leen en los medios de comunicación? ¿Cómo saben ellos el estilo que habéis llevado, que en este caso era muy diferente al de la expedición catalana de 1982?

M: No lo sé con certeza. Tampoco hemos hablado con nadie. Nos estuvieron preguntando de la revista American Alpine Journal. Creo que se basan en este medio que trata de recoger las escaladas más relevantes de todo el año, pero no te lo puedo decir con seguridad.

 

“Las dos nominaciones al Piolet d’Or me han hecho muy feliz. Hace ya casi tres años me rompí los dos pies. Me dijeron que seguramente no volvería a andar por el monte y me sugirieron que cambiara de profesión. A base de mucho sacrificio y motivación, he llegado otra vez a hacer actividades potentes en montaña. Estas dos nominaciones me hicieron darme cuenta, aún más si cabe, de que estaba de nuevo ahí, haciendo lo que me gustaba y siguiendo mi camino. He sido yo el que ha decidido, no los médicos”.

 

K: Todavía no te había felicitado. Este año has tenido doble nominación, por la actividad en el Siula Grande y por otra que realizaste en el Himalaya indio, la apertura de Txoria txori, en un pico virgen. Nos vamos conociendo después de haber hablado ya tres o cuatro veces, pero no sé si realmente esto te hace mucha ilusión y te motiva de manera especial. ¿Qué sientes? Dos nominaciones por dos actividades de 2022… Es algo muy grande.

M: Realmente, las dos nominaciones al Piolet d’Or me han hecho muy feliz. Hace ya casi tres años me rompí los dos pies. Me dijeron que seguramente no volvería a andar por el monte y me sugirieron que cambiara de profesión. A base de mucho sacrificio y motivación, he llegado otra vez a hacer actividades potentes en montaña. Estas dos nominaciones me hicieron darme cuenta, aún más si cabe, de que estaba de nuevo ahí, haciendo lo que me gustaba y siguiendo mi camino. He sido yo el que ha decidido, no los médicos. Así que estoy muy contento, más que por el reconocimiento social, por lo que te cuento. Los premios son una consecuencia de lo que hago, no el fin. Yo no voy a las montañas para que la gente me admire. Luego, como a todos, nos gusta que nos digan que somos buenos y que hemos realizado una actividad muy potente, pero yo no lo hago por los premios. Esto lo hablo mucho con Bru. Estamos ahí porque queremos y porque es lo que nos motiva. Si no fuera así, no nos habríamos metido en muchas de las actividades que hemos realizado. Si lo haces sólo por reconocimiento social, es fácil que veas determinadas actividades tan peligrosas que decidas que no merece la pena jugártela.

 

 

 

K: Siempre primando mucho la compañía que llevas… No buscas rodearte de alguien que pueda suplir tus carencias y viceversa para lograr un determinado objetivo, sino disfrutar del camino con amigos. Esa ha sido siempre vuestra forma de entender la actividad.

M: Para mí, es fundamental que te entiendas bien con el compañero, que tengas las mismas motivaciones y objetivos, con el mismo grado de aceptación del riesgo y del miedo. Si hay mucha diferencia en ese sentido, se lleva mal. 

K: Tu pareja estará celosa de Bru. ¡Pasas más tiempo con él que con ella!

M: [Risas] Tengo mucha suerte. Olga siempre está ahí, ayudándome con lo que puede. Cuando estoy fuera, me pasa incluso los partes meteorológicos. 

 

“Como a todos, nos gusta que nos digan que somos buenos y que hemos realizado una actividad muy potente, pero yo no lo hago por los premios. Esto lo hablo mucho con Bru. Estamos ahí porque queremos y porque es lo que nos motiva. Si no fuera así, no nos habríamos metido en muchas de las actividades que hemos realizado. Si lo haces sólo por reconocimiento social, es fácil que veas determinadas actividades tan peligrosas que decidas que no merece la pena jugártela”.

 

K: Mi madre también se llama Olga.

M: ¡Buena gente! [Risas].

K: Este año los galardones han sido para las expediciones al Jirishanca (Alik Berg y Quentin Roberts), al Pumari Chhish Este (Jérôme Sullivan, Christophe Ogier y Victor Saucède) y al Jugal Spire (Paul Ramsden y Tim Miller). Esta pregunta es difícil de hacer. Sé que tu forma de afrontar la actividad es con un gran compromiso y con un estilo muy alpino y alejado de lo comercial. ¿Crees que una actividad como la del Siula Grande estaba al nivel de estas o por el contrario piensas que le faltaba algo para merecer el premio? ¿Sabes por dónde voy?

M: Creo que también habríamos merecido el Piolet d’Or, sobre todo por la historia que había detrás. Yo fui con mulas hasta el campo base porque no podía andar. Hacía poco más de un mes que me habían quitado la bota ortopédica por la operación. Fue una batalla muy épica. Lo que pasa es que nosotros no somos de los de darle mucho bombo a lo que hacemos. Pienso que no se hicieron actividades como esa en 2022. Las ganadoras son, por supuesto, potentes, pero no creo que tengan una historia tan fuerte detrás. No digo que no se lo merezcan. Son actividades complejas, con compromiso y de gente muy buena. Son más de 50 las actividades que hay que valorar y no tiene que ser sencillo elegir sólo tres. 

 

 

 

K: Esperando el fallo del jurado, ¿confiabais en que quizás os lo dieran?

M: Sí, Juanmi. Pensábamos que había muchas posibilidades, sobre todo por la historia que había detrás. Además de mis limitaciones físicas, Bru se dislocó el hombro en la cumbre. Bajar él con el hombro hecho polvo y yo con la pierna como la tenía… ¡Vaya par!

K: No me esperaba esa respuesta por tu parte, Marc. La he entendido muy bien. Ni mucho menos desmereces a las actividades ganadoras, pero pensaba que me dirías que las galardonadas eran de alguna manera más merecedoras, que daban un paso más. Me gusta mucho lo que me dices.

M: Así lo pienso.

K: Cambio de tema, Marc. ¿Y el ochomilismo? ¿Por qué no te vemos ahí? ¿Es porque prefieres otro tipo de montañas?

M: Es una cuestión meramente económica. Me muero de ganas de hacer un ochomil, pero, a nivel económico, no me lo puedo permitir. 40 días de expedición en el Saraghrar me han supuesto unos 4.000 euros. Con esa cantidad, no pagas ni la mitad de un viaje a una de las grandes montañas que superan los 8.000 metros. Ese es nuestro presupuesto máximo, que luego intentamos medio recuperar haciendo charlas y pasando el vídeo. Una expedición a un ochomil serán 10.000 o 15.000 euros mínimo. Esto nos frena. Ya nos gustaría.

K: La evolución del alpinismo de nuestra época… No quiero entrar en lo que se ve hoy en día en rutas comerciales o en lo de trasladarse en helicóptero de campo base en campo base para intentar subir el mayor número de montañas en el mínimo tiempo, pero sí que me gustaría que profundizaras en la limitación económica de la que me hablas. Es una pena que a alpinistas o escaladores tan completos como vosotros, con una experiencia demostrada en expediciones como la de la Slovak Direct o la del Siula, os frene el dinero para buscar una nueva vía en una de las grandes montañas del mundo. 

M: Todos tenemos derecho a hacer montaña como podamos o queramos. Quien quiera ir en helicóptero que lo haga, aunque sea menos sostenible o ético desde nuestro punto de vista, pero te insisto en que todos tenemos derecho a ir a todos los sitios. Lo que nos pasa es que nuestro tipo de alpinismo tiene menos repercusión y, en ese caso, los patrocinadores no ponen dinero. Ese es el problema.

 

“Creo que también habríamos merecido el Piolet d’Or, sobre todo por la historia que había detrás. Yo fui con mulas hasta el campo base porque no podía andar. Hacía poco más de un mes que me habían quitado la bota ortopédica por la operación. Fue una batalla muy épica. Lo que pasa es que nosotros no somos de los de darle mucho bombo a lo que hacemos. Pienso que no se hicieron actividades como esa en 2022. Las ganadoras son, por supuesto, potentes, pero no creo que tengan una historia tan fuerte detrás. No digo que no se lo merezcan. Son actividades complejas, con compromiso y de gente muy buena”.

 

K: Me estás diciendo que todos tenemos derecho a ir a la montaña que queramos, pero vosotros no podéis por un tema presupuestario. Lo veo un tanto injusto. No es tan democrático como me estás intentando hacer ver. 

M: Es que, de hecho, pienso que el alpinismo no es para todo el mundo, sino para una clase social medio-alta. En Mongolia, pocos alpinistas van a salir porque ya tienen suficiente preocupación con conseguir comida. Hay cosas que te puedes permitir y otras que no. Aspirar a lo más grande y lejano es muy complicado. Quien tiene dinero y se lo puede pagar puede hacerlo. O quien sabe vender un proyecto y presentarlo bien a las marcas. De lo contrario, es difícil. Y nuestro caso es que no tenemos mucho dinero ni sabemos, ni queremos, vender un producto atractivo para el gran público. Ahí está el problema.

 

 

 

K: Tu medio de vida es el guiaje mientras que actividades personales como las que realizas son más como una afición que tienes que sufragar con las conferencias y pases de vídeos. ¿Es así?

M: Me gano la vida guiando, sobre todo en verano en Alpes. Las expediciones salen del guiaje, aunque intento luego recuperar parte del gasto.

 

 

 

K: ¿Podría decirse que tu actividad en Pakistán de este verano, por ponerte un ejemplo, no es profesional, sino que la haces porque te gusta?

M: Así es, Juanmi. Pero no todo es negativo. Nos hace libres. Muchos alpinistas profesionales, al no poder hacer una cumbre, tienen que justificarlo de cara a sus patrocinadores con excusas como la del mal tiempo, cuando muchas veces puede ser una cuestión de mala planificación o gestión de la condición física o del miedo. Nosotros no tenemos que vender esa moto. Si hacía bueno y no pudimos subir, no tenemos que inventarnos que el tiempo era malo. Da igual, porque nos lo hemos pagado nosotros. Valoramos mucho esa libertad que, como todo, tiene su parte buena y su parte mala. Tengo ambición y me gustaría probar cosas más grandes, pero siempre tirando a lo discreto. Prefiero comentar las actividades cuando ya están hechas, sin meterme presión mediática. No me gusta tener que “inventar” algo por haber ido con mucha presión. Te pongo un ejemplo: cuando fuimos al Siula Grande, había alguna otra expedición, muy cara seguro, con patrocinadores detrás. Ellos estaban “trabajando”; nosotros disfrutando la actividad. Seguro que su sensación fue que por un poco de dinero no se iban a jugar la vida; la de Bru y la mía, que con lo que nos había costado, teníamos que intentarlo sí o sí. Es muy distinta la forma de enfocar la actividad. Te da libertad, algo que valoro por encima de muchas cosas.

 

 

 

 

“Es una cuestión meramente económica. Me muero de ganas de hacer un ochomil, pero, a nivel económico, no me lo puedo permitir. 40 días de expedición en el Saraghrar me han supuesto unos 4.000 euros. Con esa cantidad, no pagas ni la mitad de un viaje a una de las grandes montañas que superan los 8.000 metros. Ese es nuestro presupuesto máximo, que luego intentamos medio recuperar haciendo charlas y pasando el vídeo. Una expedición a un ochomil serán 10.000 o 15.000 euros mínimo. Esto nos frena. Ya nos gustaría.”

 

K: Black Diamond respeta esta forma tuya de entender la actividad.

M: Así es. Realmente, estoy muy agradecido a ellos. Desde el minuto cero me han apoyado. Cuando estuve lesionado, les dije que iba para largo. Me dijeron que no me preocupara. Nunca me han exigido nada que no me gustara. Que haga determinada actividad, que publique… Me siento muy libre. Además, a nivel de material estoy más que cubierto. Tenemos un equilibrio muy bueno. Pienso que es de las mejores marcas del mercado y tengo a disposición todo el material que me hace falta. Valoro mucho que nunca me hayan exigido estar activo en las redes sociales ni nada parecido. Cuando entré con ellos, ya me dijeron que no me cogían por mi vertiente influencer [Risas].

 

“Cuando fuimos al Siula Grande, había alguna otra expedición, muy cara seguro, con patrocinadores detrás. Ellos estaban “trabajando”; nosotros disfrutando la actividad. Seguro que su sensación fue que por un poco de dinero no se iban a jugar la vida; la de Bru y la mía, que con lo que nos había costado, teníamos que intentarlo sí o sí. Es muy distinta la forma de enfocar la actividad. Te da libertad, algo que valoro por encima de muchas cosas”.

 

K: ¿Tienes pensado algo para este invierno?

M: Seguramente me vaya a Patagonia en enero, un mes o así, a escalar tranquilo y con los amigos de allí. Luego, a ver cómo me planteo 2024, pero hasta ahora, como te he dicho, tras cuatro meses fuera de casa, no quería escuchar nada. Después de un mes por aquí, ya puedo empezar a pensar con claridad para organizarme y ver si afronto alguna gran expedición en primavera, verano u otoño. Todo estará condicionado por mi agenda laboral. No me cabe otra opción.

 

 

 

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