14 Nov MARC TORALLES. La buena cordada. Siula Grande
Por Pat Soler | Kissthemountain
Hablar con Marc Toralles es siempre una fuente de inspiración y motivación, no sólo por su cada día más importante trayectoria como alpinista, sino por su manera de entender la montaña y la actividad. Esta vez hemos charlado con él de su primera ascensión al Siula Grande. Y también de la motivación, de la recuperación tras una lesión, de la amistad, de la confianza, del miedo, de la suerte, de la muerte, de la mente y, cómo no, de la importancia de la cordada. El alpinista de Black Diamond es pura inspiración.
Kissthemountain: Hola, Marc. ¿Qué tal estás? ¿Es un buen momento para que hablemos?
Marc Toralles: Sí, todo muy bien. Me pillas tranquilo en casa.
K: Vienes de unos años de altísima actividad junto a Bru Busom, Roger Cararach y otros alpinistas con los que sueles formar cordada. Travesía Flammes de Pierre, el Corredor de los Japoneses, la Slovack Direct y ahora esta ascensión al Siula Grande por una pared virgen de la que no contabais con demasiada información.
M: Así es. Una cordada de franceses abrió algo en el espolón de la izquierda, pero realmente la línea que hemos propuesto progresa por una pared virgen. De hecho, les pedí algo de información antes de ir y no respondieron. Teníamos la que nos pasó Matteo Della Bordella. Él también había intentado escalar esta pared y nos dio algunos detalles de los intentos hechos y fotografías con las líneas que habían probado. También nos dijo cómo llegar al pie de la pared. A ellos les costó mucho y tuvieron mala suerte con la meteorología.
K: En estas ascensiones se habla mucho de lo qué es la pared o la cumbre, pero muy poco de la complejidad de las aproximaciones y de los descensos.
M: Llegar al pie de vía podría ser una actividad seria en sí misma. Esta segunda vez ya íbamos con cierta idea respecto a la ruta. Tienes que superar 1.300 metros de desnivel hasta la base de la pared, que implicarían dos días de actividad para llegar allí. En cambio, en siete horas llegamos a la base. Hicimos un porteo hasta este punto para aclimatar porque Bru venía sin haberlo hecho. Bajamos para descansar y a los dos o tres días volvimos para el intento a la pared. La meteorología estaba rara, pero nos fue bien que no hiciera bueno del todo porque así hubo menos desprendimientos.
K: Después de conocer algunos detalles sobre vuestra ascensión, quiero enfocar esta entrevista a través de diferentes factores.
EXPOSICIÓN
K: El primer factor que me viene a la cabeza es la exposición, el control de los peligros. Esta escalada cuenta con una primera parte más de big wall y una segunda en estilo alpino, llegando a ser una actividad con un alto grado de exposición, sobre todo por la caída de piedras.
M: Sí, realmente el primer tramo de pared es muy vertical y de escalada en roca pura y dura. El problema es que arriba es algo más tumbado y hay mucha piedra. La roca es muy mala, está muy rota, y cuando el hielo que se ha formado durante la noche se deshace provoca la caída de piedras. Te caen desde 1.000 metros y se oyen desde muy arriba. Es como si escucharas una moto que viene de lejos y te adelanta a toda velocidad. Al final, es un tema de suerte que te dé una piedra o no. Vimos que a primera hora de la mañana era cuando empezaba a caer de todo y que, en cambio, a mediodía, cuando el sol dejaba de dar en la pared, lo hacía menos. Adaptamos un poco la escalada a estos tempos que nos daba la pared.
K: Puedes estar escalando a temperaturas menos confortables, pero sabes que todo está más estable.
M: Así es, Pat. Como ya conocíamos el primer tramo, íbamos bastante más rápido que la primera vez. El primer día llegamos al segundo vivac que habíamos hecho en el primer intento. Igualmente, estuvimos bastante expuestos a la caída de piedras. El segundo día era algo más peligroso porque hay una travesía completamente en artificial. Hacía mucho frío y estaba nublado. Fue perfecto porque hicimos todo este tramo en un día en el que no nos cayó casi nada.
K: Esta vía tiene una alta exposición al no poder protegerte demasiado de la caída de piedras…
M: Estábamos escalando y comentaba con Bru que si salíamos vivos de ahí no volveríamos a esa pared. No merecía la pena tanto riesgo. Lo que pasa es que ya estábamos allí metidos y tiramos hacia arriba. Cuando hay tantos peligros que no dependen de ti… En el alpinismo siempre los hay, pero esta vez eran demasiados.
INCERTIDUMBRE
K: Hemos hablado alguna vez con Bru del factor incertidumbre. Existe en la montaña. Si no, probablemente no lo llamaríamos alpinismo.
M: Creo que en la vida hay que hacer pocas actividades como esta, porque al final, subas o no, encuentras peligros que no dependen de tus habilidades. Entonces entra en juego hasta dónde quieres arriesgar. Creo que con esta escalada llegamos muy cerca a nuestro listón en lo que a asumir riesgos se refiere.
K: Hablamos de un factor que es ciertamente limitante, pero las vías que conocemos de vuestra trayectoria también han buscado esa incertidumbre. Progresar sin tener mucha información. Yo creo que esto atrae a muchos otros alpinistas. Quizás esto es lo que se aproxima más a la pureza de los aperturistas.
M: Pienso que es como la meditación. Cuando estás allí, sólo existe el aquí y el ahora. Sólo vives el presente. No piensas en otra cosa. Lo que te viene lo vas solucionando conforme llega. Te permite salir de esa burbuja que tenemos de confort. Allí no tienes seguro médico, ni helicóptero. No tienes nada, salvo a ti y a tu compañero.
K: Este factor de aventura o de autonomía se lo hemos visto también a gente como Sílvia Vidal, compañera tuya en Black Diamond, o a Marc-André Lecrerc, en The Alpinist. Pero esta parte de meditación de la que me hablas, que te hace estar tan conectado a ti mismo y a la naturaleza, para mí sería otro de los factores que más veo en los alpinistas y que más les hace estar enganchados a esta actividad. Aunque sufrimos, seguimos yendo.
M: Normalmente, es lo que buscamos durante unos días. No saber qué va a pasar con tu vida, no saber por dónde subirás… Porque la montaña te marcará la ruta. Tú te puedes hacer una idea, pero llegas ahí y ves qué era realmente. Esa incertidumbre es algo que nos atrae.
K: Pienso que, a la vuelta, valoras lo más pequeño que tienes: una olla o una ducha…
M: O irte a tomar una cerveza con un amigo. Cuando estás aquí, no le das valor porque es lo cotidiano, pero cuando no lo tienes, piensas que no quieres perder todo el confort que hay en casa.
K: ¡Qué afortunados somos de estar vivos y de tener todo lo que tenemos! Estas actividades son un choque de realidad que nos hacen valorar lo más pequeño.
M: Y luego llegas aquí, y en dos semanas de rutina ya tienes ganas de volverte a ir, aunque siendo consciente de que echaré de menos mi casa, a mi pareja, al perro… Cuando estoy fuera pienso mucho en volver. Cuanto más cerca estás de la muerte o de sufrir un accidente, más valoras la vida. Hay gente que nos dice que no la valoramos. Sin embargo, yo pienso que cada minuto de mi vida tiene mucho valor. Cerca del peligro, siempre soy consciente de lo que puedo llegar a perder.
K: Vivimos como si el mañana estuviera asegurado.
M: Creo que esto es un poco como lo que ha pasado con el COVID. Ha habido personas que han visto que quizás podrían morir al día siguiente, y han entrado en pánico social. Yo no sé cuándo me voy a morir y eso me enseña mucho a cómo gestionar mi vida.
MIEDO
K: Ese factor miedo, a morir, a caerte y hacerte mucho daño… Bru lo resolvía en una entrevista que le hicimos en Kissthemountain diferenciando entre miedo o pánico. Poder gestionar ese miedo, en un momento de incertidumbre, me parece lo más difícil.
M: Mucha gente me dice que para los que no tenemos miedo todo es más fácil. Yo he pasado mucho miedo, pero nunca ha derivado en pánico. Lo mejor es que gestionamos ese miedo que te pone en alerta y te hace estar activo. Si no lo tuviéramos, cruzaríamos la calle sin mirar. En esta vía, hay una travesía que haces en artificial para luego ir a una canal. En un momento, me pasó por la cabeza que la siguiente hora iba a ser decisiva y que no debía caerme. Pensé que había venido precisamente a eso y que tenía que asumir lo que me pasara. Quise hacerlo rápido, pero, incluso así, pasas mucho miedo.
K: Puedes perder la vida.
M: Sí, hay que saber gestionar ese sentimiento.
K: Hablabas de un rapel que hicisteis de un pitón de “dudosa calidad”.
M: Sí, son situaciones que… [Risas]. Estábamos colgando de dos pitones malos, porque allí arriba es imposible poner un pitón que quede bien. Entonces, empecé a rapelar y saltó uno. Nos quedamos colgando del otro que también era malo. Bru se soltó de la reunión para aligerar peso.
SUERTE
K: Nuevo factor: la suerte. Te cito unas palabras tuyas: “no nos atrevemos a cuantificar la dificultad de la vía, pero en muchos momentos el devenir de la cordada ha dependido de la suerte”.
M: Sí. Escuchas una piedra caer y te pasa a 15 metros. Es una suerte que no te caiga encima. O una suerte que ese pitón aguantara. Puedes minimizar riesgos con conocimiento o experiencia, adaptándote a la pared, pero hay factores que no controlas.
K: ¿Hasta qué punto te puede llegar a obsesionar un proyecto como este?
M: Venía de una lesión en los pies. Acudir a esta pared ha sido mi motivación para volver a andar. Normalmente, no me obsesiono, pero, esta vez, organicé todos mis esfuerzos en volver ahí y me fue bien.
K: Y ahora que ya has ido no quieres volver.
M: No [Risas]. Es la primera actividad a la que no volvería, y eso que hemos hecho muchas complicadas a las que sí que lo haría, como al Denali, por poner un ejemplo. Allí lo pasamos bien, aunque también hubo mucho miedo y tensión.
K: Siempre pienso que cuando vas con alguien, hay uno que, digamos, engaña, y otro que se deja engañar. ¿Quién es quién en la cordada Toralles-Busom?
M: Esta vez, creo que Bru era el que iba como autoengañado. Confiaba en mí. Compramos los billetes cuando me quitaron la bota ortopédica y empezaba a andar. No había escalado en un año y medio. No había puesto ni un friend. Y nos íbamos a la actividad más bestia que hemos hecho. No sabía cómo iba a reaccionar o a escalar y, sin embargo, Bru confió en mí. Se arriesgó mucho. Iba motivado, pero tampoco sabía si podría llegar arriba o no. Su entorno le preguntaba dónde iba con un cojo, pero él apostó por mí. Realmente, Bru es un motivado y yo más calculador. Entre los dos hacemos un buen tándem.
CORDADA
K: Ahí está un factor que me faltaba: la cordada. Seguramente lo más romántico y bonito de este deporte.
M: En nuestro caso, la clave del éxito. Nosotros no destacamos porque escalemos o esquiemos bien. Tenemos un nivel medio en todo, pero lo que nos hace tirar para arriba es que nos compenetramos muy bien y cada uno tiene su papel en su cordada. Y esto ha sido exponencial. Bru hacía más los largos de placa en libre y yo la artificial, porque aún me resentía de mi lesión. También Bru cargaba algo más de peso. Cuando se le salió el hombro e hicimos cumbre, yo hice todos los rápeles de primero en el descenso. Sobre todo, es saber compartir y que seas compatible. Hay mucha gente con la que no lo eres.
K: Es una relación y tiene que fluir. No puede ser que en un momento clave la cordada haga aguas porque si no hay entendimiento todo se intensifica.
M: Cuando pasas hambre, miedo, durante muchos días, te vuelves irritable y estás más tenso. Si no tienes buen feeling con el compañero, eso se magnifica. A la hora de comer, hay que compartir la comida y hay muy poca. Tienes que hacer un esfuerzo y pensar que tu compañero es parte de ti. Si él falla, tú también. Tener esa visión de equipo y que no sea individual es la clave.
K: Se te quitan las manías. Todo se comparte. Cada aspecto pasa a un segundo plano cuando entras en modo supervivencia.
M: Hay que tener visión de equipo. Si ves que la persona que va contigo va más justa, pues tiras tú, aunque fuera su turno. Es un poco el win to win. Yo he encontrado muy poca gente con la que pueda tener esta visión de cordada. El éxito de estas actividades con Bru está aquí.
K: Es muy intenso esto que me dices.
M: Es que es la verdad. Bru ha sido quien ha confiado en mí y ha tirado más del carro. Él compensó ese déficit que había en la cordada con su motivación, cargando más peso… El día de cumbre fue brutal.
K: Es la humanidad llevada a la máxima expresión. Conseguir algo así y hacerlo con una persona con la que te entiendas a nivel humano es brutal. Tener ese feeling con alguien no pasa cada día.
M: No. De hecho, me pasa sólo con él. Con poca gente tengo ese nivel de complicidad. Nos conocemos mucho. Para ir a escalar deportiva un día, encuentras gente. Pero para compartir este tipo de vivecias cuesta más.
K: Vivencias muy al límite, al final. Para ponerte al límite tienes que estar muy seguro de con quién te casas.
M: Sí, Matteo Della Bordella nos mostró la línea que querían escalar. Era una cordada pagada por el ejército italiano. Se veía que entre ellos no había esa complicidad, ni esa motivación, y se quedaron en el campo base. Hicieron tres largos y desistieron. Creo que esto es un factor importante.
MENTE
K: La fuerza de la mente, de la motivación, de los sentimientos, a nivel deportivo… Empiezo a pensar que la parte mental es más importante que la física. ¿Qué porcentaje le das a esta parte más emocional?
M: Yo te diría que un 90%. Tampoco somos atletas. Cuando estamos en altura, nos cuesta mucho. Yo llegué con mula al campo base porque no podía andar tanto. Al llegar así, los italianos alucinaron. El factor mental es decisivo. Otro, con la mitad de lesión que tenía, igual se echaría para atrás.
K: Parece que los alpinistas y escaladores nunca tenéis miedo.
M: Te lees un libro de alpinismo y es todo épica. Hay que normalizar. Lloramos, tenemos miedo, somos humanos. Lo que pasa es que cuesta mucho hablar de ello. A mí me libera enormemente reconocer que tengo miedo. La gente siempre pone excusas. Hay días que no vas tan bien. Pero a mí, sincerarme con el compañero, decirle que tengo miedo y saber que me va a ayudar es muy importante. Es un poco lo que hablábamos sobre con quién hacemos cordada.
K: Hay que normalizar. A todos los niveles, cualquier escalador tiene miedo.
M: Sí, y las chicas aún lo tenéis un poco peor. A nosotros se nos presupone que somos valientes, pero vosotras lo tenéis que demostrar. Tenemos que dejar de juzgar.
K: Última pregunta. ¿Qué supone para ti tener el apoyo de Black Diamond?
M: Mi relación con ellos es excepcional. Además de apoyarme con un material de altísima calidad para el alpinismo y la escalada, y de ayudarme con gastos en expediciones que son poco comerciales, me siento muy respaldado por ellos. Siempre apoyan mis proyectos. Como te he dicho, he estado un año y medio lesionado y no he sentido ninguna presión por su parte. Hoy en día, cuesta mucho trabajo encontrar una marca que trabaje de esta manera, primando a la persona por encima del atleta.
K: Gracias, Marc. Como siempre, hablar contigo es pura inspiración.
IL VIVACO. Los italianos habían montado allí unas cuerdas fijas. Nos aprovechamos un poco de esa estructura. Tomamos prestada una cuchara y alguna barrita que tenían allí. Luego les pedimos permiso.
FISURA DE LA ESPERANZA. El primer largo es una fisura muy buena que se deja escalar bien en libre. Pensamos que sería toda la vía así. Luego, ya vimos que no.
ÉCHALE MORRAQUEN. Lo cierto es que este es el largo más difícil. Saliendo de la reunión, hay una roca bastante mala. La primera vez subí en artificial. Bru lo hizo en libre. La verdad es que es un largo expuesto, 7b o así. Salió con el cuchillo en los dientes. Fue brutal. El que quiera pasar en libre por ahí, debe tener mucho cuidado.
BOMBA, BOMBA. Aquí es donde caen todas las piedras. Cuando montas reunión en ese punto, estás pillado. Te puedes mover un metro a la izquierda o a la derecha. Hubo un momento en el que caía de todo. Pasamos mucho miedo.
CARARACH STYLE. Esto es una referencia a nuestro primer intento. Roger abrió allí un largo complicado. Nos costó pasar. Es una placa tumbada muy técnica. Roger Cararach dejó ahí su sello.
VIVAC SIULA RESORT. Es como un resort en medio del terror. Un oasis en mitad del infierno. Hay nieve y una repisa que protege de la caída de piedras.
GANCHO PERFECTO. Es el tramo así de artificial en el que puedes poner ganchos y cosas. Aquí puse un gancho y luego otro. Se soltó uno y me quedé colgando. Fue el gancho perfecto.
KING SWING. Fijamos cuerda arriba y, claro, Bru recuperaba el material de la travesía que nos hacía falta. Quitó la última pieza y salió volando. Pegó un buen vuelo.
EL EMBUDO. Después del artificial, sigue la vía hasta que se mete en un diedro. Este es un segmento expuesto por el que teníamos que pasar sí o sí. Podía caer cualquier cosa. De hecho, aquí es donde le cayó la piedra a Roger en el brazo.
VIVAC DE LA CUEVA. Llegamos de noche a una repisa que hay en medio de la pared. Allí Bru nos montó un buen vivac.
TRAVESÍA DE LOS DIOSES. Muy difícil, como en bajada. No puedes asegurar mucho y hay una gran caída. Quien va detrás se la juega también.
DELICATESSEN. Hay un largo brutal de fisura, así con diedro. Roca buena. Fue sólo un largo.
BRU, NO SE QUÉ HACER. Salimos de la sección difícil. Llego de segundo a la reunión y salgo al siguiente largo en libre en esta parte de roca tan precaria. Iba sin pitones. Se me acababa la cuerda y no podía montar reunión. Llegué a un punto en el que le grité a Bru que no sabía qué hacer. Triangulé tres friends. Volví a bajar con este rapel súper precario para recuperar los pitones que ya llevaba. Le dije a Bru que tirara, que yo iba fundido de cabeza.
NO HAY ROCA MALA, SINO MAL ESCALADOR. A partir de aquí tumba un poco más y es como hojaldre, poco consistente. Por eso empezamos a hacer eses. La idea era salir más a la derecha
MÍRAME, PERO NO ME TOQUES. Cuatro puntos, porque si no, te caes.
LA NOCHE ME CONFUNDE. Terminamos de noche, montamos el vivac en un terreno muy deshecho y que era difícil de leer.
VIVAC EN LA CRESTA DE LA OLA. Llegamos de noche a este vivac y empezamos a aplanar la arista de nieve. Encontramos un agujero. Rascando, nos dimos cuenta de que estábamos en el vacío. Decidimos no hacerlo más y plantar la tienda. Esta es la primera vez que dormimos atados toda la noche porque eso se podría ir todo para abajo.
ARISTA BRU’CS. Empezó a escalar Bru por la mañana y montó reunión. Yo iba ya más justo. Acordamos que haríamos así todo el rato: yo de segundo y él de primero.
ESPERA QUE ME PONGO EL HOMBRO EN EL SITIO. La verdad es que no me enteré. Íbamos en ensamble porque era ya más de andar. Vi que se paraba la cuerda y me alegré pensando que tocaba descansar. Me dijo que había sido porque se le había salido el hombro. Entonces, tiré de primero. Él fue subiendo como pudo.
CIMA. Fue muy emotivo. Después del accidente, no sabía si volvería a hacer montaña. Bru confió en mí. Todo lo que habíamos vivido… Soy una persona muy reservada a la que le cuesta mostrar sus emociones. Pero, allí arriba, nos dijimos unas palabras muy bonitas. Me dejó el último trozo para que yo hiciera cumbre. Cuando intentaba grabar algo, me ponía a llorar.
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