
21 Abr NÚRIA BURGADA. La madre y el hijo
Para nosotros, ha sido todo un honor y un reto mantener esta charla con Núria Burgada. Son muchos los aspectos sobre los que hablar con la madre de quien es desde hace mucho tiempo uno de los mayores referentes en el mundo de la montaña. Por eso, quisimos centrarla en los primeros años de vida de Kilian Jornet, que transcurrieron en un refugio a casi 2.000 metros de altitud, en los que se formó su carácter, su mentalidad y su enfoque hacia la montaña, no sólo desde un punto de vista atlético, sino también humano, pero sin olvidar otros aspectos más actuales, tanto de él como de Núria en la relación con su hijo. Estamos realmente contentos con el resultado de esta charla. Nadie conoce mejor a un hijo que su madre. Gracias, Núria.
Por Kissthemountain
Kissthemountain: Hola, Núria. ¿Qué tal estás?
Núria: Todo bien, Juanmi. Estaba esperando a que llamaras.
K: Me dijiste el otro día al teléfono que en breve viajabas a Noruega, ¿no?
N: Sí, a conocer a mi nueva nieta. Aún no tengo vuelo, pero en pocos días me marcho.
K: Núria, es muy especial para nosotros tener la oportunidad de mantener esta charla contigo. Desde que me confirmaste que estabas dispuesta, le he dado mil vueltas a la cabeza para ver cómo enfocarla. La decisión no es fácil, pues habría muchísimos temas que estaría bien tratar, pero al final me he decidido a viajar mucho en el tiempo para ver cómo esa forma de vida tan arraigada a la montaña marcó el carácter de la familia en general y de tu hijo Kilian en particular. Vivíais en el refugio Cap de Rec, tú misma, tu marido, y tus hijos Kilian y Naila. Me gustaría que hablásemos de cómo se formó la mentalidad, la personalidad y el enfoque de tu hijo, no sólo desde un punto de vista atlético, sino también humano.
N: Me parece perfecto. ¡Vamos!
K: El otro día, viendo un vídeo de estos tontos de Internet, le preguntaban a un futbolista argentino a qué lugar en el tiempo y en el espacio le gustaría viajar. El entrevistador suponía que diría a la final del mundial que ganó su país. Sin embargo, él respondió que, si pudiera elegir, iría a los primeros momentos en los que le daba el biberón a su hijo. Entonces, inmediatamente pensé en este momento para mí, cuando yo lo hacía con mis dos hijos mellizos, un niño y una niña. En mi caso, los recuerdos están muy difuminados, pues tengo poca memoria. No voy a pedirte que me hables de esos momentos del biberón, pero sí de lo primero que te viene a la mente cuando piensas en aquellos días en el refugio.
N: Kilian era un bebé inquieto. Siempre me pedía comer, insaciable. Quizás era una primera manifestación de lo que ha sido luego su vida. Comenzó a andar muy temprano, con sólo 10 meses. Me seguía a todas partes. Vivíamos en el refugio Cap De Rec, a casi 2.000 metros de altitud. En estos momentos, se puede llegar en coche, por carretera asfaltada, pero entonces estaba totalmente aislado. Ahora hay una pequeña estación de esquí de fondo, que entonces no estaba. Y, claro, para él, su patio de juego era la naturaleza, lo que tenía al lado. Empezó a andar en terreno inestable, con piedras, troncos…, no en un sitio llano. No se cansaba nunca. Salíamos a la montaña y yo llevaba a su hermana Naila, 18 meses menor, en la mochila, mientras él caminaba junto a nosotras. Desde bien pequeños, siempre les hacía llevar su propia mochila con sus cosas. Era una forma de enseñarles que cada uno tenía que hacerse cargo de lo suyo. Recuerdo la primera caminata importante que hizo, de unas cinco horas. La hacían en el pueblo vecino de Bagà, de donde ahora sale Ultra Pirineu. Era una actividad popular y fuimos los tres. Kilian la hizo entera andando. Naila tendría sólo uno o dos meses, así que Kilian no llegaba a los dos años, unos 19 meses.
K: Imagino que este tipo de cosas marcaron unos condicionantes, tanto físicos como mentales, para que Kilian se haya convertido en lo que es hoy en día. Supongo que esta forma de vida, alejada de las comodidades modernas, le enseñó a ser de alguna manera autosuficiente, disciplinado y sobre todo a convivir con la naturaleza de una manera única.
N: Eso es. Con Kilian, me convertí en madre primeriza, y aunque en un principio podía pensar que su forma de moverse por la montaña era lo normal, no fui consciente de lo que él hacía hasta que vi a los demás niños. Ya sabes que era maestra. Cerca de casa, teníamos una cima de unos 2.900 metros. Era muy normal que subiéramos allí cuando hacía buen tiempo. Con cinco años, subió su primera montaña de más de 3.000 metros. Para él era como un juego. Nunca lo entendí como algo deportivo, sino más como una pasión por estar en la naturaleza. En la escuela, él no hacía actividades extraescolares, sino que estaba en la montaña.
K: Pensaba que no iba a la escuela, sino que tú hacías de maestra en el propio refugio.
N: Iba a una escuela rural en la que todos los niños estaban juntos. Yo fui su maestra desde los tres a los 12 años. Íbamos allí andando, en esquís o en bicicleta. También, tenía un carro que a veces utilizábamos para ir a la escuela los tres. Para ellos, moverse en la montaña no era un deporte ni mucho menos, sino una forma de vida: andar, jugar, descubrir…
“Kilian era un bebé inquieto. Siempre me pedía comer, insaciable. Quizás era una primera manifestación de lo que ha sido luego su vida.Comenzó a andar muy temprano, con sólo 10 meses. Me seguía a todas partes. Vivíamos en el refugio Cap De Rec, a casi 2.000 metros de altitud. No se cansaba nunca. Salíamos a la montaña y yo llevaba a su hermana Naila, 18 meses menor, en la mochila, mientras él caminaba junto a nosotras. Desde bien pequeños, siempre les hacía llevar su propia mochila con sus cosas. Era una forma de enseñarles que cada uno tenía que hacerse cargo de lo suyo. Recuerdo la primera caminata importante que hizo, de unas cinco horas. La hacían en el pueblo vecino de Bagà, de donde ahora sale Ultra Pirineu”.
K: Entiendo que donde vivíais era un refugio guardado, de esos donde se puede dormir en cama y donde hay una cocina que sirve comidas, ¿no?
N: Exacto, mi marido era el guarda y yo le ayudaba cuando no estaba en la escuela. Al llegar nosotros allí, estaba en obras. Estaban ampliándolo. Tenía unas 30 o 40 plazas.
K: ¿Echas de menos esa vida, Núria?
N: ¿Lo echo de menos? Sí. Bueno, creo que la vida son etapas y que lo importante es poder disfrutar de cada una de ellas. La del refugio fue muy bonita, pero los cambios son inevitables. Nunca sabes cuándo es el mejor momento, pero estos suceden y hay que apreciarlos. Cuando son pequeños y empiezan a andar, a hablar, o cuando son adolescentes y se van haciendo mayores… No hay que pensar tanto en el pasado, sino vivir más en el presente para poder disfrutarlo. Hay que saborear todos los momentos. Esa etapa fue muy bonita, pero las siguientes también. Cuando empezaron a competir, íbamos de un sitio para otro, lo que te hace conocer muchas personas y lugares. Ahora que es padre, sigue aprendiendo mucho de la vida.
K: De hecho, hay una pregunta que quiero hacerte más adelante relacionada con este tema, pero no quiero adelantarme. A los 13 años, Kilian deja el refugio para continuar su formación en Font Romeu, aunque imagino que, antes de esa edad, ya se le verían capacidades para la competición.
N: Te aclaro algo en lo que no estás en lo cierto. A los 12 años, termina la escuela primaria y tiene que marchar a secundaria. Ese fue un momento clave y muy duro para él, porque pasó de una vida en la que todo era bonito en una escuela muy familiar a, de golpe, ir a un instituto enorme, con muchos chavales con inquietudes totalmente diferentes a las suyas. Esto y la forma de enseñar le chocaron muchísimo. Su manera de afrontar este cambio, en una vida en la que no encajaba, fue con el deporte, yendo a la montaña. Iba solo pues no tenía amigos que le siguieran en esto. Y hacía barbaridades. En aquella época, yo lo pasé mal, pues salía del instituto y se iba a la montaña, a hacer muchas locuras y kilómetros, con los esquís, en bicicleta, andando o corriendo. Era su forma de encontrar su sitio en el mundo. En aquella época no había móviles. Llegaba a casa incluso de noche y para mí no fue nada fácil. Entonces, tuvimos la suerte de conocer el Centro de Tecnificación de Esquí de Montaña de Cataluña que, por entonces, llevaba poco tiempo funcionando. Él tenía 13 años. Se me abrieron los ojos. Si lo cogían, tendría la oportunidad de conocer a otros chicos y chicas con sus mismas inquietudes. Ya sabes que en la adolescencia los padres pasamos a un segundo plano y ya no somos tan importantes como en la infancia. Entrar allí fue su salvación porque aprendió muchísimo. Técnica, esfuerzo disciplina… Y aunque era el más joven, ya que para entrar allí debías tener 16 años, pasaba mucho tiempo con otros chicos. Lo cogieron porque vieron sus aptitudes, cómo hacía esquí de montaña. Aparte de estar con este grupo de jóvenes, pasaba mucho tiempo con los entrenadores, a su lado, y no paraba de preguntar. ¿Esto cómo se hace? ¿Por qué así? Ya entonces tenía una gran obsesión para sacar el máximo rendimiento posible en lo deportivo, para alcanzar la máxima eficiencia. Al terminar esta formación, ya sí fue cuando pasó a Font Romeu, a la universidad. Con sólo 16 años, ganó su primera prueba de Copa del Mundo de Esquí de Montaña. Lo del Centro de Tecnificación fue un momento clave de su adolescencia para encontrar su lugar en el mundo.
“A los 12 años, termina la escuela primaria. Ese fue un momento clave y muy duro para él, porque pasó de una vida en la que todo era bonito en una escuela muy familiar a, de golpe, ir a un instituto enorme, con muchos chavales con inquietudes totalmente diferentes a las suyas. Su manera de afrontar este cambio, en una vida en la que no encajaba, fue con el deporte, yendo a la montaña. Iba solo pues no tenía amigos que le siguieran en esto. Y hacía barbaridades. En aquella época, yo lo pasé mal, pues salía del instituto y se iba a la montaña a hacer muchas locuras y kilómetros Era su forma de encontrar su sitio en el mundo. En aquella época no había móviles. Llegaba a casa incluso de noche y para mí no fue nada fácil. Entonces, tuvimos la suerte de conocer el Centro de Tecnificación de Esquí de Montaña de Cataluña. Fue un momento clave de su adolescencia para encontrar su lugar en el mundo”.
K: Menos mal. Entiendo tu preocupación de aquella etapa en la que al salir del instituto se perdía por la montaña porque yo también tengo dos hijos de 16 años, un niño y una niña que imagino que dentro de poco querrán volar libres. Cuando Kilian se marchó del hogar, supongo que para ti serían momentos de orgullo, de alivio, pero también de tristeza. Te comento esto porque quiero que me animes [Risas].
N: ¡Voy! [Risas]. Cuando tienes hijos, pasas por toda una serie de etapas. En algunas, hay que dejarlos ir. Cuando se van de casa para seguir su camino, y esta se queda vacía, es de las más duras para los padres y madres. Hemos de aprender a desapegarnos y entender que han de seguir sus vidas como hicimos nosotros en su día, que no pueden quedarse siempre a resguardo de los padres. Es un aprendizaje muy importante que hacemos.
K: Y no nos queda más remedio. Últimamente pienso en muchas cosas del pasado y me pongo triste. Mi padre murió hace ya casi dos años y recuerdo muchos momentos vividos con él, de pequeño o cuando marché a la universidad en Madrid y el venía a buscarme a la estación de autobuses, con mucha ilusión, cada vez que volvía a Granada para pasar algunos días. Supongo que lo que vivo ahora, de mirar tanto al pasado, será una etapa por la que también hay que pasar.
N: Es así, Juanmi. Es una época. Se ha de ver la parte positiva. Al igual que hiciste tu propio camino, pronto lo harán tus hijos. Entonces, entenderás cómo se sentían tus padres. Pero aún tienes que vivirlo. No vale que te lo cuenten. Las experiencias tienen que ser vividas. Es lo que hay.
K: A estas alturas, y aunque me lo estás contando poco a poco, me gustaría preguntarte por qué Kilian es diferente y está marcando una época en lo que se refiere no sólo al deporte en la montaña, sino también a la actividad en general en este entorno. Percibo que para él la montaña ya era algo más que un terreno de juego donde desarrollar sus habilidades físicas. Hablo de espiritualidad, de un lugar donde aprender a conocerse a sí mismo en un camino hacia la superación personal. Y aquí, es donde imagino que entra esa capacidad excepcional que tiene para soportar el sufrimiento, tanto físico como mental. En su primer libro, Correr o morir, habla del sufrimiento como un enemigo al que no hay que evitar, sino tratarlo como un compañero de viaje.
N: Creo que lo que distingue a Kilian es que ha llegado a una conexión muy íntima con las montañas. Se siente parte de ellas y las vive. De niños, el aprendizaje es mucho mayor. Esto ha hecho que tenga esa capacidad de comprenderlas. Se ha asombrado, se ha maravillado, se ha emocionado, y esto le ha llevado a querer aprender. No ha perdido esto. Sigue con esa gran pasión. Quiere comprender su cuerpo y la relación de este con la montaña. Esto le lleva a evolucionar. Ahora está con todo el tema de la dietética y la microbiota; antes estaba con la parte mental y psicológica; y siempre con temas de rendimiento fisiológico. Ahí, lo sigo viendo como un niño que no ha perdido el asombro y las ganas de conocer. Además, vive muy intensamente el presente. Cuando hace una actividad, está totalmente metido en ella, sin distracciones. Esto se vio en su último proyecto en los Alpes. Pasó momentos muy duros, pero sabía disociar y estar muy metido en el presente para poder encontrar los recursos necesarios con los que solucionar lo que se iba encontrando.
K: Este gran interés por aprender de todo lo relacionado con el cuerpo, la mente y el deporte en la montaña, de alguna manera, ya lo mostraba cuando en el Centro de Tecnificación andaba todo el día preguntando a entrenadores. Parece una constante en su vida.
N: Siempre busca referentes que le puedan ayudar en diferentes apartados. Fisiólogos, psicólogos, nutricionistas… Tiene unos tremendos Excel con datos interminables de aspectos que va descubriendo y estudiando.
K: Sí, son increíbles y muy interesantes. Conozco alguno de cuando estuvo escribiendo para las dos primeras temporadas de nuestra otra revista, Kissthesnow. Es algo que siempre le agradeceré mucho. Supongo que en esta necesidad de seguir aprendiendo radicará el motivo por el que continúa empujando sus límites y realizando actividades como la de los Alpes, los Pirineos o hace algo más tiempo en el Everest. Te lo digo porque cualquier otro, con todo lo que ha logrado él, y teniendo tres hijas, quizás se plantearía parar.
N: Sigue teniendo esa enorme inquietud por aprender, por llegar más allá. Para él, es casi una obsesión. En el Everest, por ejemplo, se vio muy claramente. Hizo cima, pero como tuvo esos problemas intestinales, no se quedó satisfecho. Pensaba que podía hacerlo mejor. No había sido lo que él quería y volvió a subir otra vez. Siempre va buscando ese plus. Sí, es una constante en su vida.
“Creo que lo que distingue a Kilian es que ha llegado a una conexión muy íntima con las montañas. Se siente parte de ellas y las vive. De niños, el aprendizaje es mucho mayor. Esto ha hecho que tenga esa capacidad de comprenderlas. Se ha asombrado, se ha maravillado, se ha emocionado, y esto le ha llevado a querer aprender. No ha perdido esto. Sigue con esa gran pasión. Quiere comprender su cuerpo y la relación de este con la montaña. Esto le lleva a evolucionar. Ahora está con todo el tema de la dietética y la microbiota; antes estaba con la parte mental y psicológica; y siempre con temas de rendimiento fisiológico. Ahí, lo sigo viendo como un niño que no ha perdido el asombro y las ganas de conocer”.
K: Quiero preguntarte ahora algo más sobre ti. Al ver a Kilian alcanzar el techo en cuanto a competiciones deportivas en las pruebas más importantes del mundo, ¿cómo has manejado tú ese crecimiento de su carrera y el reconocimiento público? También me gustaría que me hablaras de tus preocupaciones y miedos por los riesgos que asume.
N: Él empezó a ganar cosas importantes muy temprano, con 16 años. Tus hijos tienen esa edad y sabes lo influenciables que pueden ser por el entorno. Me preocupaba mucho que la fama cambiara su forma de ser. Pero fue realmente muy adulto en este aspecto. Siempre ha sabido manejarla. Sí que llegó un momento en el que de alguna forma le agobió, pero posteriormente ha sabido compaginar todo, encontrando un equilibrio y entendiendo cuál es su papel, que no es sólo el de ser un referente como deportista en la montaña, sino también como persona que la ama tanto que le ha llevado a crear una fundación para conservarla. Respecto a los miedos por los riesgos que asume, tengo que decirte que yo también he subido y subo montañas, y por tanto sé lo que se arriesga. Cuesta encontrar un equilibrio como madre al ver lo que hace tu hijo. Pero he llegado a conseguirlo a través de la confianza en él, en sus capacidades, en cómo mide y analiza los riesgos. Si le ocurre algo, tendré que asumirlo, pues es su vida. Es muy importante con los hijos entender esto. Has de acompañarlos sin intentar cambiarlos, sin obligarles a coger otros senderos que no son los suyos. A veces, no es fácil ver esto. Yo he tenido que pasar por todo un aprendizaje para comprenderlo, para llegar a ese camino de acompañamiento, pero dejando que sea él quien dirige su vida.
K: A Kilian se le ve como una persona introvertida que con el tiempo ha ido soltándose y aprendiendo el rol de manejarse con los medios de comunicación, al igual que tú, como madre, has llegado a asumir los riesgos que toma y a confiar en él. El otro día, le vi en La Revuelta, un programa que ve muchísima gente. Allí, mostró, y aquí llego a mi siguiente pregunta, esa humildad tan difícil de ver en futbolistas u otros deportistas. Quería preguntarte por qué crees que ha mantenido esa humildad a lo largo de su carrera. ¿Es algo que le habéis inculcado con su educación o una característica que ha desarrollado por sí mismo?
N: La humildad, como todos los grandes valores, hay que trabajarlos, y hacerlo desde que son pequeños. Por ejemplo, aquello que te contaba antes de que le hacía llevar su propia mochila, siendo prácticamente un bebé, es un acto de humildad. También he tratado de hacerle ver otras realidades para que sea consciente de sus privilegios, de los que no hay que abusar, y de las obligaciones vinculadas a ellos. Por lo tanto, la humildad es una cosa que se ha trabajado y él la ha conservado. Ya te he dicho que me preocupaba mucho que la perdiera por la fama. Siempre le decía que tenía que seguir siendo él. Y no tuvo ningún problema en hacerlo porque lo había aprendido desde bien pequeño. Es una persona introvertida, como la mayoría de los que vamos a la montaña. Su gran trabajo interior ha sido este, el de compaginar esa pasión personal y tan solitaria que tiene, con la de ser el foco de los medios. Ha tenido que pasar por todo un proceso para encontrar su equilibrio. Por eso, decidió ir a vivir con Emelie [Forsberg], su pareja, a Noruega, a un entorno tranquilo, pero sabiendo que ha de dedicar unos días de su vida a los medios de comunicación. Y creo que lo hace de una manera desenvuelta, porque, al fin y al cabo, y lo ha dicho muchas veces, él no es más que un deportista, y existen otras profesiones, como la de médico, que deberían estar más reconocidas porque son más importantes para la vida.
K: Además, cuando participa en este tipo de programas o da entrevistas, veo que trata de dirigir la conversación hacia su fundación que, entre otras cosas, supongo que es una forma de devolverle a las montañas todo lo que estas le han dado. Aprovecha ese foco mediático para ayudarlas.
N: Exactamente. Para devolvérselo y crear esa conciencia ambiental tan necesaria.
“Él empezó a ganar cosas importantes muy temprano, con 16 años. Tus hijos tienen esa edad y sabes lo influenciables que pueden ser por el entorno. Me preocupaba mucho que la fama cambiara su forma de ser. Pero fue realmente muy adulto en este aspecto. Siempre ha sabido manejarla. Sí que llegó un momento en el que de alguna forma le agobió, pero posteriormente ha sabido compaginar todo, encontrando un equilibrio y entendiendo cuál es su papel, que no es sólo el de ser un referente como deportista en la montaña, sino también como persona que la ama tanto que le ha llevado a crear una fundación para conservarla”.
K: Núria, me quedan un par de preguntas. Nadie conoce a un hijo como su madre. ¿Cómo imaginas el futuro de Kilian?
N: Le veo siempre en la montaña, haciendo las actividades que su cuerpo le permita. Seguirá siendo un apasionado de ella, ya no compitiendo, pero sí realizando sus gestas.
K: Ahí está Carlos Soria. Le vi también en La Revuelta. Me sorprendió muy gratamente la lucidez mental y el estado físico que tiene con 86 años.
N: Creo que así son sus referentes. Él, Jordi Pons, y estas personas que se han cuidado y trabajado su cuerpo durante toda su vida en la montaña y que siguen porque es algo más que un deporte: una pasión.
K: Esto me enlaza con la última pregunta que te quería hacer. No sé si Kilian me la respondería. ¿Quién crees que han sido y son sus referentes? ¿Quienes con su ejemplo le han llevado a ser quién es hoy?
N: Él siempre dice que no le gustan los ídolos, pero es cierto que ha habido personas que han marcado su camino. Ahí estarían sin duda Maite Hernández, su primera entrenadora, o Jordi Canals, a quien siempre preguntaba y preguntaba [Risas]. También han sido referentes suyos gente con la que luego ha hecho actividad, como Ueli Steck, Jordi Corominas, Jordi Tosas, Pierre Gignoux. Creo que, aunque él no crea en ídolos, ha tenido muchos referentes en los que se ha mirado y de los que ha aprendido. También hay psicólogos que le han ayudado, como Élodie Varraine, o fisiólogos como el doctor Jesús Álvarez-Herms. Hay mucha gente que ha encontrado en su constante búsqueda.
K: Además, es curioso que probablemente la gente que admira Kilian será gente que también albergue este sentimiento hacia él.
N: También quiero mencionarte a Stéphane Brosse.
K: Iba a preguntarte por él…
N: Su muerte fue muy dura para Kilian. Le costó mucho gestionar el dolor. Se encerró en sí mismo y no quiso pedir ayuda externa. Aquí es donde aparece su compañera de vida, Emelie, que le ayuda de alguna manera a superar este episodio. Ya sabes que iban juntos por una arista y esta se rompió justo por el lado de Stéphane, cuando podría haber sido por el suyo. De hecho, Kilian se culpaba diciendo que tendría que haber sido él, que no tenía familia, y no su compañero, que sí que la tenía. Superarlo le hizo más fuerte. Aprendió de una experiencia vital tan grande.
“Respecto a los miedos por los riesgos que asume, tengo que decirte que yo también he subido y subo montañas, y por tanto sé lo que se arriesga. Cuesta encontrar un equilibrio como madre al ver lo que hace tu hijo. Pero he llegado a conseguirlo a través de la confianza en él, en sus capacidades, en cómo mide y analiza los riesgos. Si le ocurre algo, tendré que asumirlo, pues es su vida. Es muy importante con los hijos entender esto. Has de acompañarlos sin intentar cambiarlos, sin obligarles a coger otros senderos que no son los suyos”.
K: Núria, me ha encantado hablar contigo. Como te he dicho, querría preguntarte muchísimas cosas más, pero todo no se puede. Muchísimas gracias por esta charla.
N: A vosotros.
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