PARQUE RURAL DE DORAMAS. Orgullo hasta la sangre

PARQUE RURAL DE DORAMAS. Orgullo hasta la sangre

PARQUE RURAL DE DORAMAS. Orgullo hasta la sangre

Texto por Kissthemountain

 

En el siglo XV de esta era, habitaba en Gran Canaria un fuerte guerrero, de estatura mediana, que blandía una espada de madera tan pesada que todos los que osaban a tomarla, salvo él, debían utilizar las dos manos. Su nombre era Addur Amas, que se convirtió al castellanizarse en Doramas. Nuestro hombre era muy reconocido en la lucha contra los conquistadores, llegando a ser considerado el Guanarteme, el rey, de Telde, eclipsando la figura de quien realmente había sido nombrado como tal. 

 

 

 

Desde las alturas de Arucas, batallaba sin cesar contra las tropas del conquistador castellano Pedro de Vera, quien, sabiendo de la fortaleza y bravía de su adversario, llevó a todos sus hombres a un cerro donde aguardaban los guerreros de Doramas. Una batalla con gran derramamiento de sangre estaba a punto de comenzar. La tensión se podía palpar en el ambiente. Tanto los hombres de Doramas como los de Pedro de Vera sabían que se estaban exponiendo a una posible muerte. Entonces, se oyó un grito desafiante y lleno de fuerza. Era Doramas quien retaba a Pedro de Vera a luchar a muerte ellos dos solos. El combate dirimiría el resultado. No se derramaría más sangre de la necesaria, tanto de isleños como de castellanos. Pedro de Vera, tras consultar a sus consejeros, no aceptó esa propuesta mandando en su lugar al hidalgo Juan de Hozes, quien perdería la vida rápidamente tras una lanzada de Doramas. Ocupó entonces su lugar el propio Pedro de Vera. La lucha era encarnizada. En algunos momentos, parecía que sería Doramas quien hincaría la rodilla; en otros, justo lo contrario. En un gesto un tanto cobarde, uno de los escuderos del castellano hirió de muerte por la espalda al gran Doramas. Cayó a tierra sangrando. La traición se había producido. Iba a morir. Antes, profirió: “no eres tú quien me ha dado muerte, sino ese cobarde traidor que me atacó por la espalda”. Pedro de Vera ordenó que le cortaran la cabeza para clavarla en una pica, que exhibirían como un macabro trofeo, a pesar de no haber jugado limpio.

Hoy, al espectacular entorno natural defendido por el aborigen isleño protagonista de estas líneas, líder de la resistencia frente a la conquista castellana, se le conoce como Parque Rural de Doramas. En su entrada, una estatua rinde homenaje al aborigen isleño.

 

 

 

PARQUE RURAL DE DORAMAS

Con una extensión aproximada de 3.600 hectáreas, el Parque Rural de Doramas ocupa parte de los municipios de Arucas, Firgas, Moya, Santa María de Guía, Teror y Valleseco. Esta zona del norte de la isla de Gran Canaria es un área montañosa con salvajes barrancos y conos volcánicos. Su belleza es cautivadora. Con unas alturas que van de los 600 a los 1.000 metros, en él se encuentran las cabeceras de abruptos barrancos, como los de Azuaje y Moya, y otros elementos que dan forma a uno de los secretos mejor guardados de Gran Canaria. 

 

 

Dentro del Parque Rural de Doramas se ubican las Reservas Naturales de Barranco Oscuro, los Tilos de Moya y Azuaje, donde es posible encontrar la siempre bella laurisilva y muchos otros endemismos, por la presencia habitual de ese fenómeno tan fascinante que es la niebla, que también contribuye a que sus bosques sean un importante valor para la recarga de los acuíferos subterráneos de la isla. Por su fácil acceso -destaca la carretera GC-160 que lo atraviesa de norte a sur, uniendo las distintas poblaciones que en él se asientan- y por la multitud de senderos que recorren sus lugares más emblemáticos, este entorno es ideal para la práctica deportiva al aire libre. Limita al sur con el Paisaje Protegido de Las Cumbres y al oeste con la Reserva Natural Especial del Brezal. 

En su interior, puede encontrarse la finca y el mirador de Osorio, una antigua casona del siglo XIX propiedad del Cabildo de Gran Canaria -hoy es un aula de la naturaleza y una escuela taller- que tiene gran riqueza forestal con restos de laurisilva del antiguo bosque de Doramas y también de árboles introducidos en el siglo XIX, como castaños, araucarias, olmos, robles, alcornoques o plátanos orientales.

 

 

 

Destacan también su patrimonio arqueológico e histórico-artístico. Dentro del primero, resquicios de las comunidades prehistóricas en forma de poblados en cuevas naturales y artificiales, necrópolis y representaciones rupestres; en el segundo, la Ermita de la Virgen de la Silla, Casa Doramas y Caserón de Osorio.

La belleza de este paraje natural es desbordante. Una visita a él puede hacernos entender por qué Doramas lo defendía con tanto ahínco.

 

 

 

 

¿No le valía la pena luchar por esos bosques de laurisilva, llenos de misterio y de frondosidad, que ya existían antes incluso que el ser humano, y que alcanzan su máximo esplendor isleño en la Reserva Natural de los Tilos de Moya? ¿No obsesionaba a Doramas esa belleza del tupido manto verde que forman las ramas y las hojas de tilos de hasta 20 metros de altura, barbusanos, acebiños, laureles, fayas o palos blancos?

¿No merecía que su sangre fuera derramada por la hipnótica niebla y por los mares de nubes creadores de un reino de luces, sombras y silencio capaz de sobrecoger incluso a los hombres y mujeres más bravos y preparados para la defensa de su tierra?

 

 

 

¿No aumentaría incluso más el coraje de Doramas el hecho de no querer ceder a los castellanos la delicadeza y belleza de especies vegetales como la cresta del gallo, la rejalgadera de Doramas, la salvia amarilla, las campanillas, los bicáraros, los barbusanos, los dracos, los ficus y otras palmeras autóctonas?

¿O el vuelo huidizo de las palomas endémicas Rabiche y Turqué, de los petirrojos, de herrerillos, de pardelas cenicientas y de las alpispas? ¿O el trinar de pinzones, currucas y pájaros carpinteros de Gran Canaria? ¿O la majestuosidad del cernícalo, el busardo ratonero, el halcón tagorote, el gavilán común, el búho chico, el aguililla canaria y la lechuza? ¿O la inquietante presencia del lagarto de Gran Canaria, de los eslizones y de los perenquenes?

¿No le valía la pena a Doramas derramar su sangre por uno de los lugares más especiales de la siempre mágica Gran Canaria? 

 

 

 

 

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