RODELLAR CLIMBING FESTIVAL. Inimitable

RODELLAR CLIMBING FESTIVAL. Inimitable

 

 

 

Texto por Pat Soler | Kissthemountain

 

SIGUIENDO A UN GRUPO de escaladores desde el mismo pueblo de Rodellar, llego a la mítica Cueva de Alí Babá, un gran escenario en el que Carlos Logroño, Citro, está ya flotando por ese cercano techo, firmemente asegurado por Mikel Linacisoro. Parece un funambulista. Se va cogiendo de presa en presa y descansando de una manera natural hasta que finalmente se queda colgando sólo por las rodillas. Llega a la reunión y permanece quieto, boca abajo, como un murciélago. Sus fuertes brazos cuelgan de ese imponente techo, moviéndose libres, para descansar. Salgo del hechizo cuando la gente empieza a aplaudir su hazaña. Citro se descuelga, y pone esa cara de medio pillo, de medio niño que cumple años, sorprendido por la divertida acogida de la gente. ¡Menuda manera de presentar un taller de rodilleras! 

 

 

En el otro extremo de la cueva, un grupo capitaneado por Ana Belén Argudo prueba su fuerza en un aparato colgado del techo. Primero ella, después Patxi Usobiaga, Mikel Linacisoro, Gorka Karapeto… Van pasando y comentando sus impresiones. Ichi Martínez, André Neres, Aida Torres y las hermanas María y Júlia Benach encadenan bajo la atenta mirada de los asistentes. 

Gorka Karapeto, Álvaro de la Fuente, y, de nuevo, Mikel y Citro se activan a la vez y se mueven con gran fluidez protegiendo los movimientos del joven Alberto Ginés, quién, de un ágil salto, se ha colgado del techo y avanza sin dudar. La cueva, ya llena de gente, permanece en silencio hasta que de nuevo vuelve a estallar en aplausos con cada encadene. 

 

 

En esta cueva, se respira una perfecta armonía entre pros y fans. ¿Cómo puede ser? Tener delante a un campeón olímpico, a una campeona de España, a un campeón del mundo, o a algunos de los escaladores profesionales de más renombre de nuestro país a tan sólo unos metros, poder verlos escalar, hablar con ellos, que te enseñen a ponerte una rodillera o comenten contigo la jugada es algo casi mágico.

No me equivocaba. Este Rodellar Climbing Festival es algo muy especial. Ya lo había intuido el viernes, cuando junto a Lary Arce, Anak Verhoeven y Stefi Troguet, nos metimos apasionadamente en una mesa redonda sobre la mujer y la escalada justo antes de la proyección del Reel Rock 16 sobre la pared de la iglesia de Rodellar. Lo sentí mientras paseaba por las carpas de la pequeña feria saludando a los compañeros de Petzl, Fixe, Monkey Climber, Singing Rock, Mutant Fingers o ClimbSkin. Y también cuando Jaime y Julio estuvieron largo rato asesorándome en la carpa de La Sportiva sobre qué modelo se ajustaría mejor a mi estrecho pie de escaladora amateur.

 

 

Pero fue precisamente en aquella cueva cuando supe que no había asistido nunca a un evento igual, que no existe ninguno como este en toda la península y que, además, sería muy complicado extrapolarlo a cualquier otro deporte. Lo que está haciendo La Sportiva es un regalo a esta comunidad, una oportunidad para encontrarnos, compartir y disfrutar, manteniendo vivos los valores inherentes a la escalada: confianza, compañerismo y pasión por la naturaleza. 

El Rodellar Climbing Festival se ha convertido ya en una fecha ineludible en el calendario de muchos escaladores. Y cuando vas por primera vez entiendes muy bien por qué.  Tiene un programa envidiable de principio a fin, aunque parametrizado todo parece fluir a la perfección. Con el ambiente del viernes, ya puedes intuir lo que se está cociendo para el sábado. Escaladores y escaladoras van llegando; sus coches adornados con pegatinas no dejan lugar a dudas. Mochilas gigantes, cuerdas, sonido de cacharreo, esos antebrazos y aquellos dedos “inhumanos”, como dirían los Pou. Un nido de fanatismo. 

 

 

Aunque la feria dio el punto de partida al fin de semana, el primer evento fuerte fue una mesa redonda con las cuatro mujeres de referencia antes mencionadas -Lary, Ana Belén, Anak y Stefi-. Cuatro féminas de cuatro países distintos. Cuatro realidades diferentes, pero una misma predisposición por cambiar el status quo y conseguir que las niñas, que las chicas, que las mujeres no se encuentren con dificultades a la hora de practicar la escalada por el simple hecho de haber nacido con este sexo. Estas cuatro atletas de La Sportiva dieron, con sus palabras, aliento, cariño, fuerza, alegría, y también ayudaron a reflexionar a todos los asistentes que se habían acomodado en la verde hierba de la placita de la iglesia. Vi, entre el micro y las hojas del guion, caras de sorpresa, de timidez, de atenta escucha, y alguna que otra sonrisa cómplice. Eneko Pou comentaba: “ha sido muy ameno. Es necesario hablar de esto”. Y Patxi Usobiaga nos animaba a alzar aún más la voz para lograr la igualdad. Se mantuvo la intensidad y el fanatismo con el pase del Reel Rock 16, que siempre se ve mejor con amigos en una pantalla gigante que montamos entre unos cuantos haciendo un buen equipo. Una cena como las de fiesta mayor de pueblo, mesas largas, buen rollo y muchas risas, de postre alguna birra compartiendo momentos y poniéndonos al día, cerraba el día. Un chute de buenas vibraciones para ir a dormir. Ya en el bar del camping me avisaron: “si esto te parece buen ambiente, espérate a mañana”.  

 

 

No se equivocaban. El día se despertó gris y pensé para mí que era una pena. ¡Como si la lluvia fuera a deslucir el evento! Cambié rápido de opinión cuando llegué a la feria y grupos de escaladores se apelotonaban delante de la carpa de La Sportiva. No era para menos. Podías probarte cualquier modelo de sus pies de gato. Se movían de aquí para allá. Daban sus zapatos y se llevaban unos de prueba, desvaneciéndose detrás de sus enormes mochilas de escalada camino del sector. Sin duda, el test de material había sido todo un éxito porque se quedaron sin varios números. Y, por lo que explicó Pelut, la actividad de barranquismo para probar las nuevas TX Canyon en los espectaculares cañones de Guara también había sido brutal. 

 

 

Si esto pudiera llegar a parecernos poco, sólo teníamos que caminar hasta la Gran Bóveda, mirar hacia arriba, quedarnos sin respiración, sonreír para salir bien en la cámara fotográfica de Javipec, escalar las vías propuestas por Citro y aplaudir los encadenes de los más titanes del Team La Sportiva, para acabar de enamorarnos de vivir la experiencia de este evento único en nuestro país. 

Programa envidiable, sí. Se podría plagiar, pero no funcionaría. La propuesta del Rodellar Climbing Festival no sería nada sin la gente que lo idea, la que lo protagoniza y la que lo disfruta.  El Rodellar Climbing Festival no existiría si no fuera por un colectivo de fanáticos que se niegan a dejar de lado el romanticismo que envuelve la escalada. 

 

 

El Rodellar Climbing Festival es especial porque en definitiva tiene todo lo que se le presupone a un buen día de escalada: buenas compañías a las que encordarse, profundas conversaciones a pie de vía y, sobre todo, mucho que celebrar al acabar la jornada, con rock y cerveza como debe ser. 

Me habían avisado y advertido de que era muy intenso, pero la verdad del porqué no existen dos Rodellar Climbing Festival es porque todos sabemos que no sobreviviríamos a la fiesta del sábado. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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