SIMON MESSNER. LA VIDA ALPINA. Legado, soledad y naturaleza

SIMON MESSNER. LA VIDA ALPINA. Legado, soledad y naturaleza

SIMON MESSNER. LA VIDA ALPINA. Legado, soledad y naturaleza

 

 

 

Ding. Dong. Su nombre real no aparece en el timbre. Allí, junto a la puerta de hierro forjado, todavía puede verse la etiqueta que los electricistas colocaron en el telefonillo de su casa. “Ojalá pudiera decirte cuál es, de verdad que sí. Pero a él no le gustaría nada”. “Créeme. No puedo escribir el nombre de Messner junto al timbre”. Lo dice casi en voz baja, más por la vergüenza que esto le causa que por el temor de que alguien pueda escucharlo realmente.

 

 

 

 

INNOVADOR 

Al igual que su padre, Simon es alpinista. Además de sus facciones, ha heredado su estilo tradicional de escalada de exploración, inspirada en la filosofía de no invadir las montañas, sino escalarlas. Algunos dicen que el enfoque de Simon es innovador, pero él es el primero en señalar que el estilo de su actividad no es nada nuevo. Está, de hecho, enraizado en el concepto mismo del alpinismo. Es el estilo de Paul Preuss, Emilio Comici, Riccardo Cassin, Hermann Buhl o Walter Bonatti. El método de Simon se inspira nada menos que en el manifiesto que un joven Reinhold publicó en 1968 en la revista CAI (Club Alpino Italiano) bajo el nombre de ”El asesinato de lo imposible”.

 

PAPILLON 1973

Simon creció entre el Südtirol, Múnich y Katmandú, en un ambiente típicamente cosmopolita, desarrollando la curiosidad, la sensibilidad y la elasticidad mental de alguien que no busca una vida superficial. El joven Simon buscó respuestas a millones de preguntas, moldeando su carácter y su espíritu hacia la exploración continua de lo desconocido. Obtuvo su educación de la historia de las montañas y eso le hizo soñar. Sin embargo, el alpinismo no le quitaba el sueño. Era como una especie de creyente no practicante. De hecho, Simon no siempre ha sido alpinista. Inicialmente, rechazó las montañas que hoy ama con pasión. Habiendo nacido y crecido en un hogar donde, en sus palabras, “todo empezaba y terminaba en la montaña”, la saturación le empujó por caminos muy alejados de la actividad en la montaña. Fue una disociación consecuencia de que, como diría mi abuela, “lo poco agrada; lo mucho enfada”. Simon es Papillon; la montaña, una prisión de la que escapar.

 

 

 

 

A UN LADO

Sin embargo, Simon era un hijo del Arte, en mayúscula. Descendiente de un ser humano que está muy cerca del reino de lo divino, de una persona que cambió el concepto mismo del Arte, al igual que Jesse Owens, Dick Fosbury, Michael Jordan, Muhammad Alì y de algunos otros tocados por una varita mágica. El concepto es bastante simple: por mucho que hubiera querido impulsarse en la dirección opuesta a sus raíces, a los ojos del mundo, Simon siempre habría sido simplemente el hijo del “Rey de los ochomiles”, el hijo de una leyenda viva.

TRES

Rodeado de montañas dondequiera que dirigiera su mirada, sus oídos o su mente, era inevitable que, tarde o temprano, se produjera el encuentro. Y ese sucedió a través de la escalada. Compró tres cintas exprés en una tienda y se puso en marcha para descubrir qué eran esas montañas de las que tanto hablaba su padre, por las que tanto desdén había cultivado. Simon necesitaba entenderlo.

Simon no lograba levantarse dos metros del suelo sin que una fuerte sensación de vértigo lo paralizara. Poco a poco se familiarizó con lo vertical”. Hanspeter Eisendle

Ese fue el día en el que, consciente de sus límites, Simon desafió la sensación del vacío, enfrentándose al miedo por primera vez. Escaló. Tenía miedo, pero subió. Simon no fue capaz de entenderlo completamente allí arriba. Pero ese día, la llamada del miedo, “ese invitado no deseado e inesperado, pero unido al hombre”, le acompañó a una lúcida epifanía: relatos de expediciones ultramarinas, vivacs improvisados, picos no escalados, ascensiones imposibles y, sí, el vacío, dieron forma a la revelación. El rechazo de Simon se convirtió en algo con pleno significado. A partir de ese día, Simon tomó el camino más difícil de todos los que habían salido a su paso: convertirse en alpinista. El miedo y la aventura conviven con la armonía y el respeto en la vida que Simon ha elegido para sí mismo, sin moldes, legados o pasados. El pasado representa solamente páginas que hay que estudiar para comprender mejor el futuro, para escribirlo. O, tal vez, para comprar un juego completo de cintas exprés.

 

 

 

 

 

MEMENTO

Simon vive con su pareja Anna desde hace varios años. Se conocieron en Innsbruck, cuando ambos eran estudiantes universitarios en la facultad de Biología. Anna sólo había escuchado susurros distantes de la leyenda de Reinhold Messner. Ella misma dice que sólo sabía que era un “viejo con barba”. Anna y Simon se gustaron de inmediato y han estado juntos desde entonces. Recientemente se mudaron a Juval, en Südtirol, donde Simon heredó una granja para restaurar y, con ella, todas las responsabilidades que esto conlleva. Es una tarea que sin duda no va bien con la práctica del alpinismo. Para Simon, las raíces, las tradiciones y la historia están por encima incluso del montañismo. Es una trama basada en la realidad, el tiempo y la memoria, como una de las mejores películas de Christopher Nolan.

Los días de Simon están llenos de sol. De hecho, siguen al sol, como pasa en el Himalaya. Primero, se alimentan los burros; luego los caballos; por último, pero no menos importantes, las cabras y los cerdos. El granero necesita ser reconstruido, mientras que las goteras en el techo de la granja deben repararse cuanto antes. Hay que limpiar la dehesa, gestionar el restaurante y cuadrar las cuentas. Se hace tarde mientras uno sueña con las montañas y la naturaleza.

EL SONIDO DE LA SOLEDAD 

¿Es así como suena? ¿Es nuestra respiración haciendo eco en nuestros pasos? A la vista, es una mota en medio de la nada. Sin embargo, para Simon, es un poco de todo. No hay nadie más a su alrededor. Sólo su sombra tras él.

La soledad es una necesidad que se convierte en un acto de responsabilidad en la montaña. A Simon le gusta escalar solo, sin ataduras. No lo hace porque tiene que hacerlo, sino porque es lo que realmente quiere. “El alpinismo es egoísmo”, dice. “Egoísmo, la crítica eterna al enamorado de la soledad“, respondo yo. Pero Simon no es egoísta. Esa cualidad primordial, ingenua y sencilla, es un bucle desde la condición de partida hasta un todo, que la mayoría aún no ha descubierto. Simon es como es, y eso está bien. Y la naturaleza le abraza por eso. Todo comienza y termina allí. La naturaleza no tiene principio ni fin. La naturaleza está a su alrededor y dentro de él. La naturaleza es su hogar. La naturaleza da y la naturaleza quita. Simon no tiene avatar; sólo se parece a sí mismo.

NATURALEZA

El resto no importa. Simon lo sabe. Quizás por eso quiere una vida alpina, lo más cercana posible al ritmo de la luz, el agua, la tierra y el aire. Aunque es difícil, es toda una aventura. “No puede haber aventura sin dificultad, sin lo desconocido”, decía mi maestro.

Ese chico de apellido complicado, que se apartaba sin reservas del mundo de los picos de las montañas, ha regresado. Y volverá con la misma curiosidad que, quiera o no, su padre quería transmitirle.

Y seguirá siendo el hijo de alguien. Pero diferente. Libre.

 

 

 

 

 

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