STEFI TROGUET. La autoexploración

STEFI TROGUET. La autoexploración

 

Por Kissthemountain

 

En unas semanas, Stefi Troguet estará buscando hacer cumbre en el Everest y quizás en el Lhotse. Es una nueva etapa en esa forma que tiene la alpinista andorrana de perseguir su sueño, que no es otro que el de explorarse a sí misma tratando de superarse cada día mientras conoce mejor su cuerpo y su mente. La atleta de X-Bionic ha ido acumulando mucha experiencia en los últimos años, pero no se ve más fuerte y con menos dudas, sino todo lo contrario. La dureza de las montañas se ha mostrado implacable con ella, como nos cuenta de su experiencia en el K2, hasta el punto de saber que nada depende de uno mismo. Hablamos con Stefi de su carrera, de sus miedos, de sus dudas y de un aspecto muy humano: el momento de despedirse de su familia y seres queridos justo antes de marchar de expedición. Mucha suerte, Stefi.

 

 

 

 

Kissthemountain: Hola, Stefi. ¿Cómo va la vida? Antes de llamarte, estaba pensando en que llevo sin verte un año y medio, desde aquel festival de escalada en Rodellar. 

Stefi: ¡Cómo pasa el tiempo! Es muy bestia. Tengo la sensación de que no fue hace tanto.

K: Nos hacemos viejos. [Risas]. ¿Estás por Andorra?

S: Sí, me escapo algunos fines de semana a escalar, pero si no, suelo estar por aquí.

K: Poca nieve, ¿no?

S: No hay casi nada. Es exagerado. Salí hace tres o cuatro días con los esquís y di por terminada la temporada. Ahora, todo el día con las zapatillas.

K: En Granada, está igual. Desde abajo, se ve Sierra Nevada blanca, pero es todo una falsa apariencia. Imagino que tendrás la cabeza ya puesta en tu próxima expedición a Himalaya.

S: Sí, un poco entre aquí y allí. Me marcho el 8 de abril. 

 

 

 

K: Quería que me contaras qué es lo que vas a intentar este año y las expectativas que tienes. Creo que vas a la zona del Everest y del Lhotse, ¿no? Vas acumulando mucha experiencia. Si no me equivoco, en 2019, siempre sin oxígeno, hiciste las cumbres del Nanga Parbat y del Manaslu, y el año pasado, el K2. Vas con Nirmal Purja otra vez. ¿Estoy en lo cierto?

S: Sí, el plan de este año es muy ambicioso. Salió casi sin quererlo. Conoces mi trayectoria. Empecé con el Nanga Parbat, que fue ir a descubrir y ver cómo reaccionaba mi cuerpo. El Manaslu fue la otra cara, con una expedición muy comercializada y con mucha gente, pero quizás la cumbre en la que más disfruté en todos los sentidos, sobre todo, porque aclimaté muy bien. Después fue el intento al Dhaulagiri, en el que descubrí la parte más oscura de todo este mundo. Ya sabes que no me entendí muy bien con el compañero y volví un poco hundida, por decirlo de alguna manera. Buscaba una expedición más pequeña y me llevé un palo. Más tarde, en 2021, vino el trágico año del K2, en el que perdí a un montón de compañeros, entre ellos a Sergi Mingote y a Ali Sapdara. Fue un gran golpe que, junto a la mala experiencia del Dhaulagiri, supuso para mí una desmotivación máxima que me llevó a no encontrar el sentido a todo esto. Me replanteé muchísimas cosas. En ese momento, llegó el K2. Nims [Nirmal Purja] me dijo que no podía seguir así, que las montañas eran mi sitio y que tenía que volver con él para reencontrarme conmigo misma a nivel, sobre todo, emocional. Allí, en el K2, descubrí lo que es dar un paso más a nivel físico. Fue durísimo. El reto de este año, en un principio, era ir al Annapurna, pero, al ser pronto en el año, tenía poco margen de maniobra para conseguir los recursos económicos. Además, estas expediciones están enfocadas hoy en día para gente que va con oxígeno que ni siquiera hace el trekking para aclimatar bien. Yo no quería eso. Me obligaría a ir primero a Sudamérica a aclimatar para plantarme directamente en el Annapurna e intentar cumbre. Hablando con mi gente, un poco con guasa, me dijeron que le escribiera a Nims para ir al Everest. Lo hice y finalmente voy con su equipo, con la misma fórmula que en el K2. Estaré con más gente, pero el día de cumbre cada uno irá a lo suyo.

 

“En 2021, vino el trágico año del K2, en el que perdí a un montón de compañeros, entre ellos a Sergi Mingote y a Ali Sapdara. Fue un gran golpe que, junto a la mala experiencia del Dhaulagiri, supuso para mí una desmotivación máxima que me llevó a no encontrar el sentido a todo esto. Me replanteé muchísimas cosas. En ese momento, llegó el K2. Nims [Nirmal Purja] me dijo que no podía seguir así, que las montañas eran mi sitio y que tenía que volver con él para reencontrarme conmigo misma a nivel, sobre todo, emocional”. 

 

K: Entonces, no vas con un compañero haciendo cordada, sino que te sumas a una expedición más comercial. 

S: Sí, así es. Lo intenté con cordada en el Dhaulagiri y, aunque me pareció muy bonito y una manera interesante de hacer estas montañas, pienso que para este tipo de expediciones tienes que encontrar a la persona adecuada. No vale con cualquiera. O te entiendes al 100%, o no funciona. Prefiero ir de este modo, con mis propios objetivos, para no volver decepcionada.

 

 

 

K: ¿Cómo ha sido tu preparación? En estos últimos días, ¿tratas de afinar o el trabajo está ya todo hecho?

S: La verdad es que soy muy caótica. Si me escucharan, muchos preparadores físicos se echarían las manos a la cabeza, pero yo siempre me muevo por sensaciones. Escucho a mi cuerpo y hago lo que realmente me apetece en cada momento, adaptándome a la naturaleza. El año pasado hice muchos metros de desnivel con los esquís. Este año, al haber encontrado poca nieve y malas condiciones, he aprovechado que con el hielo era justo lo contrario. He hecho mucho de este tipo de escalada. Creo realmente que este entrenamiento se adapta muy bien al ochomilismo. No busco ritmos altos de velocidad, sino otros aspectos más necesarios para el alpinismo que practico. En hielo te mueves constantemente, haces aproximaciones con mucho desnivel a cascadas, llevas una mochila muy pesada… Creo que todo esto es muy parecido a la progresión en una expedición a Himalaya. En ese sentido, el trabajo está hecho. Ahora mismo, estoy más centrada en temas logísticos de organización, junto con entrenamientos de mantenimiento.

K: ¿Cuántos días te llevará el trekking hasta llegar al campamento base?

S: El plan es hacerlo en cinco o seis días, pero no me cierro a que sean más si, por los efectos de la altitud, tengo que parar a descansar alguna jornada. 

K: Una vez allí, tu objetivo principal es el Everest, pero te planteas también el Lhotse. ¿En este orden?

S: A nivel de estrategia, me gustaría intentar primero algún pegue al Lhotse, como hice con el Broad Peak cuando logré la cumbre del K2, para buscar una mejor aclimatación. Sin embargo, no sé si esto pasará, ya que a Nims no creo que le guste demasiado. El Everest es la montaña más inaccesible a nivel económico, por lo que, si se abre alguna ventana, me centraré en él, ya que no sé cuándo tendré otra oportunidad de intentarlo. 

 

 

 

K: ¿Hacer las dos cumbres es muy complicado? ¿Te planteas enlazar una con otra, si es posible sin bajar a campo base?

S: En el campo III es donde se separan. A Nims le decía que quería los dos permisos. Quiero tener margen de error por si Everest sale mal. Sinceramente, veo muy complicada su cumbre. No digo que la del Lhotse sea fácil porque son más de 8.500 metros, pero sí que me gustaría tener una oportunidad en otra montaña por si el Everest no me dejara. Nims me decía que sin oxígeno es realmente complicado hacer las dos porque pensaba que yo quería encadenarlas desde el campo III, pero esa no es mi idea. Lo que tengo en mente es ir una por una. Evidentemente, se produce un desgaste mayor bajando al campo base, pero allí también se descansa mucho mejor. A ver qué pasa, pero hay que ser realista. Si primero intento el Everest, llegue o no a la cumbre, terminaré fulminada. Para intentar después el Lhotse, hay que descansar al menos cuatro o cinco días en el campamento base.

“A partir de los 8.300 o 8.400, fue otra historia que nunca había vivido antes. En el Nanga Parbat, ya te dije que me dormía, pero en el K2 fue todavía más allá. Iba andando, me caía y me despertaba en el suelo. No podía mantener los ojos abiertos. Una parte de mí me decía que parase y otra que si me dormía me quedaría allí. Fue una lucha tremenda entre los dos lados”. 

K: ¿Cuántos días estarás por allí?

S: Tengo la vuelta en junio. Por tanto, dos meses.

K: Lo importante es que vuelvas.

S: Exactamente. [Risas].

 

 

 

K: Stefi, te voy a leer unas palabras que me dijiste en 2019, después de tus cumbres en el Nanga Parbat y en el Manaslu. Te preguntaba por la toma de decisiones cuando uno está a una altitud considerable y se tienen muchas incertidumbres sobre las consecuencias de los actos. Hablo de los momentos en los que no sabes si estás tomando la decisión correcta. “Es un juego muy complicado. No sé cuál es la parte que te acaba convenciendo. Debes tener mucho amor propio para creer en ti, pero a la vez tienes que quererte muy poco porque con cada paso que das, tienes menos posibilidades de volver. Es una mezcla de sensaciones, pensamientos, emociones, muy complicada de describir, en la que la parte física, creo, deja de contar“. No sé si sigues pensando igual o la experiencia que has ido acumulando hace que te veas más fuerte ahora y consideres las cosas de otra manera.

S: Sigo pensando lo mismo, Juanmi. No cambiaría nada de esas palabras. Creo que por el hecho de haber hecho más montaña, no me siento más fuerte o preparada y que por tanto vea las cosas con mayor claridad en cuanto a la toma de decisiones. El juego no está hecho. Es al revés. La experiencia me hace ser consciente de la extrema dureza de lo que hago. No hay montañas fáciles o difíciles. A día de hoy, no entiendo por qué en un momento dado decides tirar hacia delante o, por el contrario, dar marcha atrás. Es muy complicado. Además, a cierta altitud, aunque no pueda decir que haya tenido alucinaciones, porque siempre soy yo quien decido, la mente se comporta de manera extraña. El año pasado, en el K2, sufrí situaciones muy críticas. No sé en qué momento decidí continuar hacia la cumbre teniendo en cuenta el estado en el que me encontraba. Sabía que cada paso hacia adelante complicaba más la vuelta. Es muy difícil de explicar esta sensación. Todo tomó otra dimensión. Por eso te digo que veo la cumbre del Everest muy lejana. No quiero decir que sea imposible, pero es realmente difícil que lo consiga.

“En estos momentos, en casa, creo que mi miedo viene más de los que me rodean. Siento el suyo. Cambio el punto de vista. Por ejemplo, creo que ahora no es el mejor momento para mi familia. La salud de mis padres es complicada. Sé que el hecho de irme les generará un estrés adicional. Eso sí que me da miedo, que por yo irme les pase algo a ellos por un exceso de preocupación. No sé si me entiendes. No siento miedo por mí misma, pero sí por mi familia. Es egoísta irme ahora”.

 

K: Cuéntame qué te pasó en el K2.

S: Hubo un punto, justo antes del Cuello de Botella, en el que se formó una cola de unas 140 personas. Ya la habrás visto en fotos. Sólo tres íbamos sin oxígeno, y eso es otro juego. Tenía los pies y las manos congelados. Ahí empecé a preguntarme qué hacia allí. Hubo un tramo que realicé todo el tiempo llorando, porque la gente de detrás me iba apretando. No saben que vas sin oxígeno. Creas un tapón y se te genera una gran sensación de impotencia. Cuando te adelantaban, te felicitaban, pero esa sensación era horrible. Después de esto, hubo un momento en el que no tengo muy claro qué pasó en mi cabeza. A partir de los 8.300 o 8.400, fue otra historia que nunca había vivido antes. En el Nanga Parbat, ya te dije que me dormía, pero en el K2 fue todavía más allá. Iba andando, me caía y me despertaba en el suelo. Me dormía. Hacía dos pasos más y me volvía a dormir. No podía mantener los ojos abiertos. Una parte de mí me decía que parase y otra que si me dormía me quedaría allí. Fue una lucha tremenda entre los dos lados. Antonio Sykaris murió en el Dhaulagiri por sentarse y quedarse dormido. Es la famosa muerte dulce de las montañas. Era consciente de ello, pero no podía mantenerme despierta. Hubo un punto en el que buscaba la aprobación de alguien. Me cruzaba con otros alpinistas que ya bajaban de la cumbre y que conocía del campo base, y les preguntaba si creían que podía dormir un poco. Todo el mundo me miraba como si estuviese loca. Esta pregunta se la hice como a 10 personas, buscando que alguien me dijera que sí. Fue una suerte que todo el mundo me mirara con mala cara. Si alguien me hubiese dicho que durmiera cinco minutos, no sé qué habría pasado.

 

 

 

K: La cabeza no funciona bien. 

S: Está claro que no va al 100%, pero a la vez eres consciente de lo que estás haciendo. Si buscas la aprobación de alguien es porque no obvias que hay algo mal en eso. Me propuse llegar a una loma para sentarme a ver qué pasaba. Así lo hice. Me tomé una Coca-Cola, comí y vi que me despejaba un poco. Continué sin saber adónde llegaría. La cumbre estaba muy lejos. Fueron cinco o seis horas más. Hay algo dentro de la cabeza que deja de funcionar, pero a la vez no. Es muy difícil de explicar.

K: Cuando te he leído antes tus palabras, me decías que seguías pensando lo mismo y que la experiencia acumulada no sólo no aclara las cosas, sino que incluso hace que tengas más dudas. No te ves más fuerte ahora. Tu humildad sigue intacta. No sabes con qué te puede sorprender la montaña.

S: Es tal cual, Juanmi. Creo que hay mucha gente que hace un hito como el K2 y se crece mucho. En mi caso, es al revés. Bajo la cabeza y soy consciente de lo terrible que ha sido y de que ha ido bien porque tocaba así, pero que en otras ocasiones quizás no salga cara. Es un juego en el que tú no decides. La meteorología puede girar, el cuerpo puede fallar… Son muchos factores que no dependen de uno mismo. Me felicitan por el K2, pero yo no lo veo como un motivo para felicitar, sino que pienso en cómo me he jugado el tipo. ¡Madre de dios!

K: Y esa sensación de jugarse el tipo será algo que ahora, hoy, tienes muy presente. ¿Tienes miedo ante lo que te espera en unos días? Hay alpinistas que me han dicho, como los Pou, que el miedo no es aceptable cuando estás allí arriba porque puede tener consecuencias fatales; en cambio, otros, como Edu Marín, me dicen que por supuesto que pasan miedo. ¿Cómo es tu relación con este sentimiento tan humano? Hablo de ahora y de cuando estás allí.

S: Si hace un tiempo me hubieras hecho esta pregunta, te habría dicho que pensaba que no tenía miedo, porque, de lo contrario, no volvería. Pero ahora lo veo distinto. Creo que convives con el miedo. Hay una parte de ti que te dice que es posible que no vuelvas. Muchos de los compañeros con los que empecé ya no están. Y eso asusta. No tengo pesadillas, pero sí que ahora, justo antes de ir, tengo miedo. Cuando esté allí, creo que desaparecerá. En estas montañas, el miedo es distinto. Una parte de mí sí que lo tiene, pero en ningún caso se me convierte en pánico. El pánico es algo que hace que no controles lo que haces. Y ahora… En estos momentos, en casa, creo que mi miedo viene más de los que me rodean. Siento el suyo. Cambio el punto de vista. Por ejemplo, creo que ahora no es el mejor momento para mi familia. La salud de mis padres es complicada. Sé que el hecho de irme les generará un estrés adicional. Eso sí que me da miedo, que por yo irme les pase algo a ellos por un exceso de preocupación. No sé si me entiendes. No siento miedo por mí misma, pero sí por mi familia. Es egoísta irme ahora.

 

 

 

K: Las despedidas deben de ser muy difíciles. No sé si quedaréis para cenar el día de antes… No te vas a un parque de atracciones, sino a un lugar en el que todo puede complicarse como demuestra el hecho de que muchos con los que empezaste ya no están. ¿Cómo es esa despedida de tus padres?

S: Es terrible, Juanmi. Hace ya un tiempo que decidí no despedirme. Hay gente que se me ha enfadado, pero prefiero no hacerlo. Cuando me fui al Nanga Parbat, quedé con toda mi familia para cenar. Somos muchos y estamos muy unidos. Vi el terror en sus miradas cuando les dije adiós. Se despedían de mí llorando, como si fuera para siempre. Decidí no hacer este tipo de despedidas. Voy a verles una o dos semanas antes para que no puedan decir que ni me han visto, pero nada más. Este año, por ejemplo, la noche de antes estaré en un teatro en Barcelona; el año pasado, estuve escalando una vía larga en la víspera y durmiendo fuera. Es muy difícil irte viendo las miradas de tus seres queridos.

 

“Hace ya un tiempo que decidí no despedirme. Hay gente que se me ha enfadado, pero prefiero no hacerlo. Cuando me fui al Nanga Parbat, quedé con toda mi familia para cenar. Somos muchos y estamos muy unidos. Vi el terror en sus miradas cuando les dije adiós. Se despedían de mí llorando, como si fuera para siempre. Decidí no hacer este tipo de despedidas. Es muy difícil irte viendo las miradas de tus seres queridos.”. 

 

K: Claro, al final tú eres dueña de tus decisiones, pero sus miedos están en tus manos y no depende de ellos. 

S: Es que incluso me pasa a mí. En el trágico invierno del K2, fue así, y eso que ni Sergi ni Ali eran mi familia. Seguía la expedición desde fuera y sentía una ansiedad extrema cada vez que activaba el rastreador. Si veía que no se movía, me sentía desesperada. Y, te repito, ni siquiera eran familia. Para mis padres o para mi hermano tiene que ser terrible. Como te he dicho, esto es muy egoísta. Hay veces que me siento muy mal y me planteo renunciar, pero al final manda mi sueño. Intento hacerles entender esto, aunque es difícil. Sé que les hago sufrir mucho. Y quizás ahora no sea el momento más apropiado, pero es que, en la vida, las cosas nunca van tan extremadamente bien como para que se pueda decir que ese es el momento. No funciona así. La vida es una montaña rusa. Si no tienes problemas tú, los tiene otro. Les intento hacer entender que esto es lo que me hace vivir y vibrar. No puedo parar. No sé si el año que viene podré estar en la situación de ahora. Creo que la pandemia nos ha enseñado que todo puede cambiar de un día para otro y que si tienes un sueño debes perseguirlo.

 

 

 

 

 

 

K: ¿Y cuál es tu sueño, Stefi? ¿Qué lugar ocupan para ti los 14?

S: Al final, los 14 es mi proyecto de vida a largo plazo. Pero voy de uno en uno. Ahora mismo, el que hace que me cueste dormir por la noche o que esté moviendo material de arriba a abajo es el Everest. Pero, creo que ni siquiera la cumbre de esta montaña es mi sueño en sí, sino intentar superarme cada día disfrutando mientras conozco mejor mi cuerpo y mi mente. Es una exploración de mí misma a través de estas montañas. También me hace mucha ilusión descubrir la ruta en primera persona, después de haberla visto tantas veces en documentales. Quiero materializar lo que he ido mamando toda la vida.

K: Disfrutar del camino, no sólo de la cumbre…

S: Exactamente. Porque, además, creo que la cumbre no va a ser en esta expedición. La veo muy lejos. Sería una sorpresa que fuera al primer intento. Saldrá en el segundo, en el tercero o quién sabe. Pero también pienso que si no lo intento, nunca lo sabré. Si no hago el primer pegue, no habrá un segundo. Quiero descubrir que me cuenta esta montaña.

K: ¡Seguro que es esta vez! Para terminar… Creo que acabas de hacer unas fotografías para X-Bionic. Cuéntame cómo es tu relación con esta marca. Lleváis muchísimo tiempo juntos, ¿no?

S: Es muy bonita mi relación con ellos. Ir al Everest es el reto que más vende a nivel de patrocinadores. Eso es así. Es como el caramelo que te guardas para cuando no sale nada. Los que han estado desde el principio, cuando ni siquiera hacía ochomiles, son los que se merecen ser parte del intento a la cumbre del mundo. Ni ellos sabían que el reto para este año era el Everest. Me renovaron mucho antes de conocerlo. Para mí, es muy importante que una marca como X-Bionic esté siempre conmigo y que sean incondicionales. He tenido años en los que no he hecho cumbre o ni siquiera he podido ir de expedición y, sin embargo, ellos me han seguido apoyando. Son como una familia. Además, estar con X-Bionic me hace especial ilusión ya que desde pequeña llevaba sus prendas. Fue una marca que descubrieron mis padres. Siempre he ido con X-Bionic. Cuando surgió el momento de empezar a buscar patrocinios, sabía que quería estar con ellos. No quería otra marca que fabricara este tipo de prendas. Al conseguirlo, me sentí muy feliz. Me han acompañado desde siempre, sin ni siquiera ellos saberlo.

K: Stefi, ten mucho cuidado, por favor. Tengo ganas de verte pronto.

 

 

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