STEFI TROGUET. Paso a paso

STEFI TROGUET. Paso a paso

 

 

Tras una primavera muy tensa en el Himalaya, Stefi volvió a Andorra después de su expedición al Dhaulagiri. Hace unos años empezó a viajar por medio mundo y a subir montañas cada vez más altas. Actualmente está metida en el ochomilismo con muchas ganas de seguir mejorando. Hoy disfrutamos una charla interesante con ella sobre su evolución personal, la convivencia en las grandes montañas y las redes sociales. 

 

Texto:  Álex Colomina

 

Kissthemountain: Hola Stefi. ¿Cómo estás? Sé que ya recuperada del Covid y haciendo un montón de actividades de montaña. Espero que todo te esté yendo muy bien.

Stefi Troguet: Hola Álex. Estoy perfecta. He tenido suerte con el virus. Lo malo es que lo cogí durante la expedición y mi cuerpo no funcionaba bien. En las expediciones, normalmente, durante la primera rotación estás aclimatando y llevas mucho peso, por lo que vas muy lento. A partir de la segunda rotación, empiezas a ir más rápido, pero yo no iba mejor. Pensaba que no estaba aclimatando bien. Antes hice el trekking del Everest con una mochila bastante pesada y pensé que quizás podía estar demasiado cansada. Me culpé por hacer la preparación previa mal, pero resultó que era Covid. Ahora he perdido forma física, pero no es ningún drama. Tengo muchas ganas de seguir entrenando y mejorando.

K: Lo bueno es no pasarlo grave y recuperar bien. Seguro que coges la forma rápido y así tienes excusa para pasar largas jornadas en la montaña. ¿Has hecho alguna actividad interesante desde que volviste del Himalaya?

S: He salido sobre todo por Andorra. También he ido a hacer algo de vía larga a Coll de Nargó y a Perles, todo cerca de casa. No he hecho ningún gran proyecto. Estoy dando un poco de tiempo al cuerpo para recuperarme y entrenar bien. Hace un tiempo que tengo las rodillas mal y me las voy cuidando. Esa es una de las razones por las que he empezado a hacer bici. El médico me lo recomendó y estoy muy motivada.

K: Seguro que te va a venir muy bien para cuidar las rodillas y meter volumen al cuerpo sin impacto articular. ¿Qué planes próximos tienes después de cancelar tu expedición al K2-Broad Peak?

S: No tengo pensado hacer ninguna expedición. Me gustaría poder escaparme a Alpes, donde tengo muchos retos pendientes. Estoy en modo ahorro. Desde hace un tiempo soy autónoma e intento ganarme la vida. Quiero empezar a llevar grupos, ya que soy guía de media montaña y he viajado bastante. Es muy complicado vivir sólo de patrocinadores. No quiero preparar proyectos y tener que cancelarlos ya que es muy doloroso. Ahora prefiero estar con la mente abierta. Tengo todo preparado en casa, y si surge algo interesante cojo los petates y me voy.

K: Esa es la actitud para adaptarse a estas circunstancias. Sobre el tema laboral, si te propones guiar grupos por zonas de montaña seguro que tienes clientela, por tu situación, tus vivencias y tu experiencia en viajes y logística. Te permitiría organizarte el calendario y dejarte huecos para expediciones.

S: Yo siempre he ido al otro lado, yendo a viajes con grupos, pero muchas veces, sin quererlo ni buscarlo, acababa asumiendo el rol de líder. Me gusta la gestión de grupos y la parte de conocer a la gente. Quería esperar un poco para lanzarme con este proyecto, pero no tiene que ser todo blanco o negro y puedo compaginar varias cosas. A nivel personal seguro que me irá muy bien.

K: Esta primavera fue muy extraña en el Himalaya, como en el resto del planeta, pero allí se unieron una serie de factores que hicieron de aquella zona del mundo un foco muy potente de la pandemia. Debe de ser difícil gestionar la mezcla de sentimientos que habrás tenido tras ir allí y ver cómo se estaba poniendo el país. 

S: Yo soy la primera que desde que apareció el Covid ha sido muy responsable. En redes tengo mucha visibilidad, por eso también he querido moverme muy prudentemente. Cuando me salió la oportunidad de ir de expedición, me lo pensé. Si hubiera visto la posibilidad de que en Nepal explotara la pandemia de esa manera, no habría ido. En las expediciones tienes mucho esfuerzo y dinero invertido. La parte económica es la más complicada, además de la necesidad de muchas horas de entrenamiento. Muchos han criticado que el mundo estaba muy mal, pero en Europa la cosa estaba mejorando, la gente se estaba vacunando y no podías imaginar que fuera a salir una cepa india con esa potencia. 

 

 

 

No era una carta que estuviera sobre la mesa y asumo el error de haber sido tan optimista y positiva.

K: Es complicado. Estando allí, de golpe, la cepa india pone otra vez el mundo patas arriba.

S: He vivido un campo base con Covid. Es duro ver a los compañeros jóvenes enfermando y no pudiendo salir porque los helicópteros no volaban. En una expedición, es necesario moverse en equipo. Ese trabajo en grupo siempre ha sido imprescindible para tener éxito. En un campo base donde sólo se mueven incertidumbre, miedo y dudas, cuesta hacerlo. Había mucha tensión por la situación pandémica. Yo viajé allí a principios de marzo y en esa fecha estaba todo perfecto.  

K: No quieres que te pase nada y te sientes vulnerable con cosas que no puedes controlar. En la anterior charla que mantuvimos contigo, hablabas de que puedes tener esa sensación cuando pasas los 7.000 metros, pero al final eliges si quieres seguir o no. El caso de este año es completamente diferente. 

S: Exacto. Este año, en el Dhaulagiri, no he llegado a 7.000 metros, pero esa sensación la he sentido igual. En el Campo II, algo por encima de los 6.000 metros, ya estaba con la duda. Los pensamientos que debería de tener a 8.000 metros los estaba teniendo a esa altitud. En el empujón a cumbre tienes esa parte de intuición para decidir si atacar o no. En el caso del virus, no puedes controlar nada.

K: ¿Cómo gestionas la estancia en el campo base? Aclimatar es sinónimo de esperar. 

S: Cuando empecé con mis primeras expediciones a Aconcagua, Elbrus y otros muchos destinos, me costaba. Soy una persona nerviosa que quiere hacer mil cosas y no tiene paciencia. Después de haber rodado por montañas, he ganado tranquilidad. Con el tiempo he aprendido a perder el tiempo, a que no se te hagan los días eternos en el campo base. Si no sabes gestionarlo, todo va mal y la cabeza te supera. Hay que tener mentalidad porque el cuerpo siempre acaba respondiendo.

 

 

 

K: ¿Cómo llevas la alimentación en las expediciones? Es una de las cosas que me inquieta en altura.

S: En general, yo en casa me cuido. No sumo los gramos de lo que como, pero sí que me gusta hacerlo sano. No como carne; pescado, sí. He conocido a mucha gente que vuelve de las expediciones en mínimos. Este año iba a encadenar Dhaulagiri, K2 y Broad Peak, y no quería estar al límite. Mi estrategia personal es ir con algún kilo de más y poder tener reservas, sin perder rendimiento. En campo base como mucho, más que en casa. Siempre estás alrededor de 4.500 metros, y allí el metabolismo no para. Cuando estás en altura no sabes lo que va a pasar, así que pienso que mientras se pueda, hay que cargar energía.

K: ¿Y en los ataques a cumbre?

S: En altura sólo disfrutas la comida que realmente te gusta mucho. La altitud te quita el hambre y las cosas que no te gustan mucho son difíciles de comer. Este año llevaba liofilizados y me costó comer. Jonatan García, Carla Pérez y Esteban Topo Mena llevaban alguno, pero comían otras cosas. Al final, en la última rotación, me apunté con Domi Trastoy y Moeses Fiamoncini, que llevaban jamón, queso, anchoas, pan… Me añadí a su plan, volví a cargar peso y optamos por cosas que nos apetecieran más. Pesa más, pero lo agradeces tanto que se te olvida. Creo que voy a adoptar ese tipo de alimentación a partir de ahora.

K: Cuando te apetece comer algo es difícil que te siente mal. Comer a mala gana es lo peor, y en altura aún más, ya que el cuerpo está sometido a un estrés extra.

S: A mí me ha pasado, y la palabra es asco. La historia es ir cambiando y probando para encontrar lo que a uno le va bien. Ahora lo tengo un poco más claro.

K: En cada expedición aprenderás un montón de cosas. ¿Cuesta encontrar compañeros de actividad?

S: Eso es lo más difícil de este mundo. Por ejemplo, con Jonatan había rodado un montón. Estuvimos en Alpes un mes entero, por Pirineos… Y todo fue genial. En el Himalaya, durante el trekking, también fue muy bien. Con las primeras rotaciones desde el campo base empezaron a surgir diferencias. El hecho de que yo me encontrara floja y no tirara no ayudó. No es que me desmotivara, pero tenía que ir a mi ritmo. Es complicado. La palabra no es acabar mal. Esto se ha hablado mucho por redes. Simplemente, cada uno ha visto la montaña a su manera. Yo creí en un ataque conjunto con toda la gente del campo base y él quiso encararse a un ataque campo base-cumbre en solitario. Todo esto no lo ves hasta que llevas muchos días fuera de casa. Es muy difícil encontrar a alguien con quien te entiendas completamente y compartas al 100% la manera de hacer, de pensar y de moverte.

K: Es difícil. Si no sabes cómo va a reaccionar uno mismo, imagínate saber las reacciones de los demás.

S: Te digo yo que sí es posible. Lo he visto con Carla y Topo. Me parecen personas increíbles. Haremos algo juntos otra vez seguro. Llevan 12 años siendo pareja y haciendo cordada. Lo pienso y se me pone la piel de gallina. Son un ejemplo y se entienden a la perfección. Para mí es un sueño hacer el K2 y los 14 ochomiles, pero también lo es encontrar a alguien con quien pueda entenderme de esa manera. No hace falta que sea una pareja como la que forman Carla y Topo. Hablo de una persona con la que puedas ir al fin del mundo y entenderte al 100%. He conocido a cordadas que llevan muchos años haciendo actividad juntos y se entienden a la perfección. Ver esas uniones es increíble. Un sueño.

K: ¿Soñabas de niña con grandes cumbres?

S: La verdad es que no. Veía a la gente que iba al Everest y me gustaba. Lo admiraba, pero no lo contemplaba en mi proyecto de vida. Me parecía algo inaccesible. Me movía en montaña, ya que soy de Andorra y de pequeña estaba mucho por el monte.

 

 

Ahora miro atrás y veo que era una privilegiada. Llevo desde pequeña metida en el mundo de la montaña.

K: ¿Cuándo o por qué empezaste a querer ir a grandes montañas?

S: Ha sido todo muy progresivo. Con 18 años empecé a trabajar mientras estudiaba. Me saqué los cursos de entrenadora de esquí, me metí en el curso de guía, trabajaba en un skiclub, salía con esquí de montaña después de la jornada laboral… Estaba todos los días en la montaña, con los niños, viajaba mucho… Un día mi primo me invitó a ir a la Pica d’Estats. Era un pico de 3.000 metros y para mí fue un gran reto. La sensación de tener un objetivo y llevarlo a cabo con éxito me encantó. Fue un día diferente. Me despertó algo y quise más. Luego llegó el Aneto y las ganas de seguir progresando. Fui al Kilimanjaro, Elbrus… Buscaba un poco más de altura y de reto. Viajé a los Andes y al Himalaya a hacer montañas de 6.000 metros. Estando allí, vi el Ama Dablam. Parecía inaccesible para mí y al año siguiente estaba en la cumbre. Trabajaba mucho durante los inviernos y cuando llegaba el verano me iba de expedición. Siempre quería un poco más, y sin buscarlo me encontré metida en el mundo de los ochomiles.

K: Ha sido una progresión interesante. ¿Cómo lleva el mundo de las redes sociales alguien como tú, una persona con tanta visibilidad?

S: Las redes han sido una catapulta para mí. Gracias a esto he entrado en marcas o empresas. Soy realista y sé que sin mis redes sociales todos estos patrocinadores no me habrían visto. Hoy en día hay mucho nivel en todo. En las competiciones de cada deporte es muy difícil estar a alto nivel. El top mundial en cualquier ámbito está muy caro, y en el ochomilismo pasa lo mismo. Ser tan visible en las redes sociales me ha hecho llegar a mucha gente, por eso estoy tan agradecida.

K: ¿Ese crecimiento en las redes sociales fue sin querer o lo buscaste?

S: Ha ido de la mano con mi progresión en el mundo de la montaña. Con 18 años empecé y estaba loca viajando. Me iba sola, cogía un billete y estaba tres o cuatro meses dando la vuelta al mundo. Esa es mi forma de vivir y me encanta. En aquellas no hacía ni una foto, y mi padre, que es fotógrafo, me echaba unas broncas [Risas]… Me regaló una cámara. Empecé a compartir mis viajes y después se fueron añadiendo montañas en mis redes sociales. La gente vio mi evolución y eso me ayudó a crecer. No me lo esperaba. No fue para nada buscado.

K: Yo tengo una relación de amor-odio con las redes sociales. Las consumo, pero no me gusta la publicidad que se hace ni la inmediatez que se fomenta. Pienso que la gente que se esfuerza en crear una imagen propia que dista de la realidad tendrá problemas. Eso lleva a la frustración. En unos años seguro que lo vemos.

S: No hay que esperar unos años. Es el presente y es real. Yo intento ser muy plana. Quiero ser real y no vendo nada que no soy. Nunca te voy a vender en redes que soy una gran escaladora o una gran alpinista, ni que soy súper rápida. 

 

 

 

Hay personas que han vendido una imagen que está muy por encima de sus posibilidades y se han visto superadas por ellas mismas en las redes. Tienen una presión encima que yo nunca voy a permitir. No me va a aportar nada vender algo que no soy.

K: Es muy importante tenerlo claro. Es la manera de usar las redes para que sean sanas.

S: La gente se puede crear la imagen de mí que quiera al ver mis redes. A veces me dicen que parezco prepotente. En cambio, yo pienso todo lo contrario. Si dejas que te afecten esas opiniones, las redes pueden ser muy peligrosas.

K: Totalmente de acuerdo. Es la parte mala de las redes sociales. Hay que saber aprovechar lo bueno y no dejar que te afecten para mal. Y por supuesto sacar partido del trampolín que en tu caso generan.

S: Mientras uno tenga los pies en el suelo, sepa quién es y de dónde viene, son muy productivas.

K: Además, entre otras muchas cosas, la relación que te ayudan a tener con patrocinadores está genial. Ferrino o La Sportiva, por ejemplo.

S: Sí, es la clave. La verdad es que estoy muy contenta con el apoyo de estas dos grandes marcas sinónimo de calidad. Me siento muy cómoda con ellas y aprecio muchísimo su confianza.

K: ¿Qué le dirías a alguien que con 18 años sueña con montañas altas, viajes y expediciones?

S: A veces podemos tener la sensación de que empezamos tarde y eso es mentira. Nada viene de nacimiento. Yo creo que lo importante es marcar bien los pasos y no dar saltos agigantados. Antes de un ochomil, está la montaña de al lado de tu casa. Luego hay un 3.000, un 4.000… Así aprendes y evolucionas. Te vas conociendo a ti mismo y mejorando. Nunca es tarde para absolutamente nada. Es lo bonito de la vida. Podemos hacer muchísimas cosas cuando nos plazca. Con cualquier edad se pueden tener retos y cumplirlos.

K: Un placer, Stefi. Encantado de poder charlar este rato contigo. Seguro que todo te va a ir genial.

S: Gracias, Álex. Igualmente. Ha sido un placer.

 

Con una progresión lógica y el paso de los años, Stefi ha ido enfrentándose cada vez a montañas más altas. Sin darse cuenta ha llegado a los campos base de las grandes montañas del mundo. Ahora no queda otra que seguir entrenando, mejorando y disfrutando de las experiencias que esas expediciones dejan en nuestra mente y en nuestros corazones para siempre. Viajar es la mejor manera de conocer nuestro hermoso planeta, a la vez que a nosotros mismos. Explorar nuestros límites, superarlos y seguir cumpliendo sueños.

 

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