24 Dic Urko Carmona. Escalar, enseñar y aprender.
U
rko Carmona nació en Barcelona en 1981. Empezó a escalar con 14 años. La pasión marca su vida. Tras perder una pierna en un accidente de tráfico con 16 años, siguió escalando. Quería volver a todo lo que hacía antes de este suceso. La vida alrededor de la escalada con un estilo particular. Con muchos galones en el mundo de la paraescalada a nivel mundial, y habiendo encadenado hasta 8a+, hoy tenemos una charla muy especial con alguien con principios. Si quieres que tu pasión sea tu vida, apuesta por ello, sin miedo, con coraje.
Texto: Alex Colomina | Kissthemountain.
issthemountain: Hola Urko. Encantado de hablar contigo. En los últimos meses, a nivel competitivo, quedaste segundo en el Campeonato del Mundo de Paraescalada en Briançon y repetiste ese mismo puesto en el nacional, que se celebró hace poco en Pamplona.
Urko Carmona: Sí, ya por fin me ha ganado el compañero en el Campeonato de España. Tenía tantas medallas de oro que me faltaba la de plata [Risas]. Está bien tener esa competencia. Es bueno para todos. Esta temporada no he podido centrarme tanto en la competición, sobre todo en el entrenamiento que es lo que hace falta para rendir. Estoy formándome con el TD2 de Escalada [Técnico Deportivo Escalada] y aunque escale, entrenar me requiere bastante tiempo y no me da para lo específico. Dediqué más tiempo a vía larga -Mont Rebei, Ordesa…- y me he pasado el mes de agosto en Mozambique.
K: ¡Qué bueno! ¿Estuviste allí de viaje de montaña?
U: ¡Qué va! Estuve trabajando [Risas]. Un buen amigo me dijo que fuera para allá a hacer unas instalaciones de placas solares. Soy electricista. También hacía falta que enseñara a alicatar, y como tengo conocimientos de albañilería, pues allí que he estado…
K: El tema laboral era algo sobre que quería hablar contigo. Compatibilizar viajes y moverse tanto por trabajo debe de costar.
U: ¡Ya ves! No curro mucho, más bien lo justo. Sólo cuando sale algo que me interesa. No tengo un trabajo estable. Hasta 2013, más o menos, trabajaba en La Molina, en la estación de esquí, en mantenimiento. Ese fue mi último trabajo “normal”. Desde entonces, voy haciendo algo eventual y ya. Aposté por lo que me gusta. Decidí que lo que me interesaba realmente era la escalada y que me quería enfocar a ello sobreviviendo como pudiera, económicamente justo, pero a gusto y tranquilo por poder vivir mi pasión.
K: A veces nos cuesta soltarnos del trabajo, pero la recompensa de poder dedicar el tiempo a lo que te llena no se paga con dinero.
U: Exacto. Ahora estoy sacándome el TD2 de escalada. Me abre un poco más las puertas a dedicarme a lo que quiero y a seguir escalando profesionalmente para intentar ganarme la vida con este deporte. En los últimos años, mi sustento económico han sido las proyecciones que doy y alguna faena que me sale. El viaje a Mozambique ha sido por un buen amigo y también para ayudar allí. Fue llegar de Mozambique, bajarme del avión, coger la furgoneta y a las seis horas ya estaba en la pared colgado en clase dando el bloque específico del TD2.
K: Seguro que después de sacarlo, con tus contactos y toda la gente que conoces en el mundo de la escalada, vas a tener trabajo y proyectos laborales bonitos.
U: ¡Imagino que sí!
K: Empezaste a escalar con 14 años después de haber viajado con tus padres bastante por el mundo. Sé que desde un primer momento la escalada te fascinó. ¿Qué fue lo que te enganchó a escalar? ¿Qué sensaciones recuerdas de tus primeras escaladas?
U: Los mejores recuerdos en los inicios están en cuando bajabas de la vía y estabas reventado. El camino de vuelta al coche, bajando de la pared o del refugio… Mi sensación era de ir flotando. Era ingrávido, me encontraba en un estado muy especial. También tengo muy interiorizado el olor, el que se queda en las manos del magnesio, las cuerdas, el material… Lo tengo grabado. Y la sensación tan bonita que te dejaba en cuerpo y mente después. Disfrutar y pasarlo bien. Para mí, eso era lo más importante.
Las huellas del pasado. Los recuerdos que nos remueven son los que nos hacen más fuertes y nos ayudan a saber quiénes somos. El olor de la roca, del magnesio o de la cuerda. La sensación corporal de estar exhausto y volando. Sentimientos que no se pueden explicar, muy personales, porque cada persona siente las vivencias a su manera y le da importancia a aspectos diferentes que van creando su propia existencia. En la variedad está el gusto. El futuro es para los fuertes. Historias de escalada, historias de una vida.
K: Al ver que se te daba bien, poco a poco, le ibas dedicando más tiempo. Y para ti también fue una manera de luchar y ver que podías seguir haciendo lo que más te gustaba después del accidente.
U: Sí, ver que podía seguir escalando me convenció para pensar que había muchísimas cosas qué hacer, que no se había acabado nada. El entrenamiento más pautado llegó realmente cuando empecé a competir. Antes iba al rocódromo, pero era más a pasármelo bien, a probar bloques y pasos con los amigos, nada planificado. Cachondeo básicamente [Risas]. Realmente, para hacer 8a nunca entrené.
K: Mejoraste haciendo lo que te gustaba, dedicando tiempo y esfuerzo a disfrutar.
U: Así es. Cuantas más horas y días a la semana pudiera escalar, mejor. Mi actitud siempre ha sido esa. Dedicarle tiempo fue lo que me hizo progresar. Estar tres meses parado con la furgoneta en un sector, pegues y pegues hasta que salía algo, era un entrenamiento en sí, pero sin tener nada pautado o planificado.
K: ¿Sigues entrenando para mejorar el grado o tienes otras motivaciones diferentes?
U: Lo tengo presente, aunque ahora con el curso y los viajes no he tenido el tiempo necesario para ponerme a darle en serio. De momento, voy a escalar cuando puedo. Tengo en mente entrenar más este año, hacer cosas más específicas. Me gustaría probar vías más duras que las que hice hasta ahora, pero viviendo en la roca y disfrutando de la compañía y de la gente. No me vale sólo entrenar. Exijo algo más. Siempre pienso que el entrenamiento es más para la competición. Para encadenar me gusta probar las vías, estar en la naturaleza y disfrutar del entorno. Escalar todos los días y progresar en la pared, sin tener que estar en el rocódromo haciendo series.
K: Es un buen planteamiento.
U: Si tengo tiempo, prefiero hacerlo en la roca; si estoy trabajando o más ocupado, me toca ir al rocódromo.
K: ¿Qué escalada recuerdas con más cariño? ¿Te quedas con algún recuerdo en especial?
U: Tengo muchos recuerdos. La verdad es que casi todas te dejan algo especial. La primera vez que fui a escalar una vía larga fue impresionante. Las sensaciones que tuve ese día y todo lo que aprendí… Empezar la vía muy motivado, con mucha fuerza, para acabar arrastrándome. Iba con una persona mayor, preguntándome cómo él podía aguantar con tanta tranquilidad estando yo destrozado [Risas].
K: Pienso como tú. El recuerdo de la primera vía larga, la sensación de ir ganando altura en la pared, pensando que vas a salir por arriba, es muy especial…
U: Es brutal. Lo que más recuerdo suelen ser vías largas, aunque también otras que me han costado, como cuando encadené mis primeros 8a y 8a+. Los tengo muy grabados. También otras vías con grado más sencillo en las que llegaba a un paso que veía imposible y de repente sacaba el gesto a mi manera. Yo tengo que hacer pasos y usar métodos que nadie usa. A veces me encuentro algunos que son durísimos de hacer, pero bueno, o lo saco o no subo. Cuando lo consigues es una pasada.
K: Tu manera es distinta a todos los que la han hecho antes.
U: Así es en el 90% de las vías, o el 100%. Yo escalo de otra forma. Siempre hay algo que cambia y tengo que sacarlo a mi estilo.
K: Otro tema que me gusta hablar con los escaladores es la gestión del miedo. ¿Lo llevaste siempre bien?
U: El miedo es un compañero. Son como los angelitos del bien y el mal. Te va dando avisos cuando es expuesto y peligroso. Aprendes a convivir con él. La mayoría de las veces, el miedo no lo siento. Lo llevo muy bien. Tampoco puedes dejar que te paralice, pero es necesario para ponerte límites. En deportiva, el miedo casi no existe después de tantos años. Sólo cuando puede haber una caída fea, una repisa… Y si es así, lo gestionas. En vía larga, hay muchos sitios en los que mejor no caerse, claro, pero el miedo no me detiene. No me bajo de un largo por no dar un paso para que lo pruebe otro. Soy cabezón. Siempre pienso que aunque esté muy incómodo, buscaré la forma de sacarlo y llegar arriba. Uno se habitúa a lo que está haciendo y el miedo no desaparece. Convives con él. Es una alerta.
K: Varios escaladores y alpinistas me comentaron reflexiones parecidas. Convivir con el miedo es necesario y te ayuda a saber donde están tus límites. Depende de tu estado mental. Algunos días lo llevas mejor que otros…
U: Sí, pero es peligroso. Al final es una percepción. Es mental, y yo tengo miedo a muy pocas cosas. Debes controlar la mente para que no te frene y seguir avanzando, como todo en la vida. A veces te puede costar más, pero no puede paralizarte. Si pierdes el control, empiezas a tener miedo. Las barreras te las pones tú.
Miedo. “Angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. La verticalidad y el miedo. El miedo a lo desconocido. El ser humano y el miedo, binomio inseparable. La escalada y el miedo tienen una relación de amor y odio. Nuestra mente algunas veces nos juega malas pasadas y nos limitamos a nosotros mismos. El miedo ayuda a saber que el riesgo existe, pero siempre quiere más. Mirar al miedo a la cara y enfrentarnos a él para que no nos paralice. Que el miedo sume, pero que nunca reste.
K: Un término importante en el mundo de la montaña es la palabra “cordada”. ¿Ha ido evolucionando en el tiempo lo que buscas en tu compañero de escalada? ¿Siempre ha sido parecido?
U: He tenido a mis compañeros, pero siempre he sido muy de cambiar y de dar oportunidades a la gente. He viajado mucho solo, y conocer personas en tantos sitios te hace escalar más. He ido sin compañero, haciendo deportiva es más fácil. Si vas a una vía larga, eres más consciente y buscas gente que conozcas y sea más fiable. Ahora, en el TD2, practicamos escalar con un cliente, con una persona que no conoces y tiene que asegurarte. Hay que fiarse un poco. Lo importante es explicar las cosas y enseñar bien a la gente. La primera vez que hice una vía larga, en el Peñón de Ifach, de 300 metros, sólo había escalado un día antes, y ahí me metieron. Mosquetones, reunión, recoger cuerda, placa…. Cuatro consejos y para arriba. Confiaron tanto en mí desde el principio que me hicieron pensar de esa manera. La gente es capaz. Hay que apostar y dar la oportunidad. No hablamos de desactivar una bomba nuclear. Se trata de manejar cuatro cosas. Hay que confiar.
K: Ser confiado y dar oportunidades a la gente trae muchas cosas buenas en la vida.
U: Pues sí. Te la estás jugando, claro, pero si enseñas bien, no tiene por qué pasar nada. Y la gente crece en confianza. Sólo hay que dar oportunidades.
K: Tienes proyectos muy interesantes con Javier Aguilar [escalador invidente]. En alguna entrevista que leí, decías qué era casi autónomo hasta 6b. Las escaladas que hicisteis en Riglos, por ejemplo, son iniciativas de superación muy inspiradoras. Para lo que os seguimos, es genial. Seguir demostrando día a día que con ganas y esfuerzo se pueden hacer un montón de actividades.
U: La verdad que sí. Me gusta mucho. Con el TD2, sabiendo más de reuniones y auto rescate, tengo mucha más seguridad a la hora de enfrentarme a cualquier cosa. Me llena mucho tener autonomía total haciendo un equipo de dos personas con discapacidad. Y si son vías difíciles, allá vamos. Si es 6c pues de cabeza. Le canto un poco el largo si es duro. Lo hace y lo clava. Me alucina.
K: Estás patrocinado por Petzl. ¿Cómo ha sido tu relación con los sponsors a lo largo de los años? ¿Te han ayudado mucho?
U: Al principio me costaba mucho conseguir patrocinadores. Hablaba con ellos y me decían que ya no necesitaban a más gente, que si al año siguiente… Me ponían excusas. Los primeros patrocinios fueron de empresas más pequeñas y de amigos. Me daban ayudas en material -damecuerda.com, por ejemplo, que es de un amigo que vende cuerdas por internet-. Con Petzl me encantó. Les envié un correo porque tenía el arnés destrozado y temía por mi vida [Risas]. Les conté cómo escalaba y les pedí si me podían proporcionar un arnés. Me dijeron que estaban haciendo un equipo de deportistas y si quería formar parte de él. Ahí comenzó la historia. Muy contento porque es una gran marca, de las mejores en el material que fabrican. El trato que tengo con ellos es muy bueno. Cuando hemos hecho algún evento de la marca y nos juntamos en un rocódromo, me ha gustado mucho el ambiente. Son muy cercanos. Otra casa, Montura, a través de un amigo italiano invidente, me echa una mano y me encanta la gran calidad de sus prendas. Conocí al dueño, un amante de las causas perdidas siempre con historias y ayudas en Sudamérica o en otros sitios. Estoy muy agradecido de lo que recibo de varias marcas. Como muchas cosas en la vida, llegan cuando menos te lo esperas y hay que aprovechar.
K: Así es. Cuando menos te lo esperas, las cosas aparecen y, muchas veces, si las buscas no llegan.
U: Como en una vía. Cuando estás en ella y puedes controlarla, eres tú, tu persona y tu experiencia. Si es algo que ya no depende de ti, te ofuscas y te puedes sentir mal, pero no es culpa tuya y quizás tampoco de esas terceras personas, porque no sabes lo que piensan ni lo que buscan. No estoy para juzgar a nadie.
K: Para acabar, aunque pueda sonar a típico, me gustaría saber qué consejos darías a personas que hayan tenido una experiencia traumática. Transmites que con ganas y fuerza se puede tirar para adelante y hacer muchísimas cosas.
U: Que sigan luchando, que hagan lo que les diga su corazón sin dejarse influenciar por el entorno. Con la discapacidad siempre hay una negativa y un cuidado excesivo. Te dicen que si es peligroso… Que se animen, que puede haber cambiado algo, pero tu cabeza sigue siendo la misma y eres idéntica persona. Tú no has cambiado. Puedes haber tenido un trauma o un accidente, pero sigues siendo el mismo. No eres tu cuerpo, eres algo más. Si te reflejas sólo en tu cuerpo, ¿cuándo vas envejeciendo qué pasa? Si piensas que tú antes eras el chaval de 18 años, o de 26, te vas a quedar ahí. La juventud caduca, pero la cabeza no. Hay que ser fuerte de mente y ser consciente de quién y qué somos. No dar importancia al qué dirán, qué pensarán. Buscarnos en nosotros mismos y conocernos mejor. Con el tiempo y algunas experiencias, uno aprende a hecerlo mejor. Con las traumáticas, muchas veces, es cuando se abren más los ojos.
K: Muchas gracias por la conversación, Urko. Siempre se disfruta mucho y se aprende de la gente que vive su pasión. Apostar en la vida por lo que a uno le llena es valiente y valioso. ¡Qué vaya muy bien!
U: Igualmente, Alex. Pásalo bien. Estamos en contacto.
La Urko nos regala una charla llena de fuerza y optimismo. La pasión por lo que hace es su fortaleza. Formándose como guía, con gran dedicación y muchos proyectos bonitos transmite energía y alegría. Cuando te enfocas en lo que quieres, la vida es mejor. Confiar en los demás y darles la oportunidad de aprender, de sentir nuevas experiencias. Escuchando al corazón, el sendero es más pleno y valioso. Lucha y entrega dan valor a los logros, a superarnos, a sentir que estamos vivos hasta el último día.
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