Chantal Mauduit

La llama que ardía en las cumbres

Dirección: Mick Regnier & Christian Vidalie

Canal: chantalmauduit

Año: 2010 | Duración: 08:12

Video+alpinismo

En el silencio helado del Himalaya, donde el aire es un susurro y la muerte siempre acecha, hubo una mujer que caminó más allá de los límites, desafiando las cumbres más altas con una determinación ardiente y un aura de misterio que la acompañó hasta su último aliento. Chantal Mauduit, alpinista francesa nacida en París en 1964, no solo conquistó montañas: conquistó también un lugar ineludible en la historia —y la leyenda— del alpinismo moderno.

Su apodo, “la viuda negra del alpinismo”, evoca una mezcla de admiración, temor y controversia. En un mundo dominado por hombres, Chantal brilló con luz propia, pero también fue blanco de críticas y rumores: que no cargaba su propio equipo, que aprovechaba el trabajo de otros, que su carisma eclipsaba su técnica. Pero la verdad es más compleja, y como las montañas que amaba, no admite juicios simplistas.

Mauduit comenzó a escalar desde joven en los Alpes, donde demostró una pasión y una resistencia fuera de lo común. A partir de los años 80, centró su mirada en el Himalaya, con un primer intento al Everest en 1989, una montaña que la rechazó una y otra vez a lo largo de siete expediciones hasta mediados de la década de los 90. En 1992, sin embargo, logró ascender el K2 sin oxígeno suplementario, una hazaña que ya por sí sola bastaría para consagrarla. Le siguieron, siempre sin oxígeno y en estilo alpino, el Shisha Pangma, el Cho Oyu, el Lhotse, el Manaslu y el  Gasherbrum II. Un año más tarde de coronar este último, en 1998, su mirada estaba puesta en el Dhaulagiri. Allí, junto a su compañero Ang Tshering Sherpa, encontró la muerte. Una avalancha los sepultó mientras se encontraban en su tienda en el C2 a 6.500 metros.

Chantal era una figura fascinante. Amante de la poesía y la música, poseía una elegancia innata, pero lo que más la definía era su voluntad indomable. En una ocasión, tras sufrir un edema cerebral en el Everest, fue evacuada en helicóptero, y los médicos le prohibieron volver a escalar. Meses después, estaba de nuevo en Nepal, decidida a regresar a la altura que la empujaba hacia lo más esencial de sí misma.

La polémica que la rodeó no ha opacado su legado. La fundación que lleva su nombre es una forma de rendirle homenaje y de demostrar que su mensaje en favor de la defensa de la naturaleza y los derechos del hombre pervive en el tiempo a través del apoyo a los niños desfavorecidos. Su figura ha inspirado a nuevas generaciones de alpinistas que vieron en ella un ejemplo de tenacidad, vulnerabilidad y pasión.

Hoy, su nombre resuena como un eco en los valles del Himalaya. La nieve ha cubierto sus huellas, pero no su historia. Chantal Mauduit fue, y sigue siendo, un símbolo de la libertad que solo se encuentra al borde del abismo como queda reflejado en este vídeo con las últimas imágenes grabadas por la alpinista francesa antes de su muerte en el Dhaulagiri.

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Tamara Lunger. Kanchenjunga. Kissthemountain

Chantal Mauduit

La llama que ardía en las cumbres

Dirección: Mick Regnier & Christian Vidalie

Canal: chantalmauduit

Año: 2010 | Duración: 08:12

Video+alpinismo

En el silencio helado del Himalaya, donde el aire es un susurro y la muerte siempre acecha, hubo una mujer que caminó más allá de los límites, desafiando las cumbres más altas con una determinación ardiente y un aura de misterio que la acompañó hasta su último aliento. Chantal Mauduit, alpinista francesa nacida en París en 1964, no solo conquistó montañas: conquistó también un lugar ineludible en la historia —y la leyenda— del alpinismo moderno.

Su apodo, “la viuda negra del alpinismo”, evoca una mezcla de admiración, temor y controversia. En un mundo dominado por hombres, Chantal brilló con luz propia, pero también fue blanco de críticas y rumores: que no cargaba su propio equipo, que aprovechaba el trabajo de otros, que su carisma eclipsaba su técnica. Pero la verdad es más compleja, y como las montañas que amaba, no admite juicios simplistas.

Mauduit comenzó a escalar desde joven en los Alpes, donde demostró una pasión y una resistencia fuera de lo común. A partir de los años 80, centró su mirada en el Himalaya, con un primer intento al Everest en 1989, una montaña que la rechazó una y otra vez a lo largo de siete expediciones hasta mediados de la década de los 90. En 1992, sin embargo, logró ascender el K2 sin oxígeno suplementario, una hazaña que ya por sí sola bastaría para consagrarla. Le siguieron, siempre sin oxígeno y en estilo alpino, el Shisha Pangma, el Cho Oyu, el Lhotse, el Manaslu y el  Gasherbrum II. Un año más tarde de coronar este último, en 1998, su mirada estaba puesta en el Dhaulagiri. Allí, junto a su compañero Ang Tshering Sherpa, encontró la muerte. Una avalancha los sepultó mientras se encontraban en su tienda en el C2 a 6.500 metros.

Chantal era una figura fascinante. Amante de la poesía y la música, poseía una elegancia innata, pero lo que más la definía era su voluntad indomable. En una ocasión, tras sufrir un edema cerebral en el Everest, fue evacuada en helicóptero, y los médicos le prohibieron volver a escalar. Meses después, estaba de nuevo en Nepal, decidida a regresar a la altura que la empujaba hacia lo más esencial de sí misma.

La polémica que la rodeó no ha opacado su legado. La fundación que lleva su nombre es una forma de rendirle homenaje y de demostrar que su mensaje en favor de la defensa de la naturaleza y los derechos del hombre pervive en el tiempo a través del apoyo a los niños desfavorecidos. Su figura ha inspirado a nuevas generaciones de alpinistas que vieron en ella un ejemplo de tenacidad, vulnerabilidad y pasión.

Hoy, su nombre resuena como un eco en los valles del Himalaya. La nieve ha cubierto sus huellas, pero no su historia. Chantal Mauduit fue, y sigue siendo, un símbolo de la libertad que solo se encuentra al borde del abismo como queda reflejado en este vídeo con las últimas imágenes grabadas por la alpinista francesa antes de su muerte en el Dhaulagiri.

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