“Nos había costado tanto llegar allí que insistimos en hacer cumbre. Tenía que ser así. Y el descenso se complicó…”
Era su séptimo 8.000, el que marcaba el ecuador de un reto que empezaba a vislumbrar como posible. La montaña más emblemática de las 14 que tantos sueños acunaron entre la élite del alpinismo mundial. La más difícil. Una pirámide perfecta de roca y hielo, imponente como ninguna otra, que ejerce un hechizo intolerable. El segundo gigante de la Tierra fue el único ochomil que coronó Pasaban en 2004 pero se trató de una aventura dramática. Después de 15 horas de difícil ascensión, el intenso frío durante el día de cumbre, la complicación de los últimos tramos y el tiempo invertido fijando cuerdas y abriendo huella por delante de todas las demás expediciones presentes en la montaña, exprimieron su energía hasta la última gota. El descenso se convirtió para Edurne Pasaban, exhausta y con los pies congelados, en una lucha al límite por la supervivencia.